El mercado de la política cada vez se parece más al mercado del
fútbol, primando el espectáculo sobre los procesos y los contenidos
El mercado de fichajes del invierno-primavera de 2019 viene movido.
Los partidos políticos engrasan sus maquinarias electorales para
afrontar el maratón electoral. Elecciones generales a finales del mes de
abril, y apenas un mes después, elecciones municipales, autonómicas y
europeas.
Una yuxtaposición de elecciones que serán, sin embargo, singulares y diferentes a cualquier otra a la que hayamos asistido en la España democrática.
Cada época tiene sus símbolos, y sus monstruos, y en este carrusel electoral, a los ingredientes propios de la confrontación electoral entre partidos, han venido a sumarse dos protagonistas que dinamitan y condicionan la arena política.
Por un lado, la crisis catalana es un elemento central de confrontación y polarización política que ha hecho implosionar la posibilidad de alcanzar consensos mínimos en los temas centrales del país.
Por otro, la emergencia y creciente influencia de VOX, condiciona la agenda y el debate político, tensionando y polarizando todavía más la política española, obligando a Partido Popular y Ciudadanos a competir por una parte del electorado con el partido de extrema derecha.
Con estos mimbres nos encaminamos a una contienda electoral altamente
polarizada y emocional.
Las buenas prácticas de los manuales de comunicación política y campañas electorales siempre han indicado que para afrontar una campaña hacían falta tres elementos fundamentales: candidatas y candidatos sólidos, carismáticos, fiables y confiables, un programa electoral, que es la promesa de valor de un candidato o candidata y su partido, y una cuidada estrategia.
Uno de los primeros textos al respecto es el “Commentariolum Petitionis”, el manual de campaña electoral de Quinto Tulio Cicerón escrito en el año 64 antes de Cristo para ayudar a su hermano Marco Tulio Cicerón a ganar las elecciones para el consulado romano.
Un librito muy recomendable y
actual publicado por la editorial Acantilado con consejos útiles para la
política de hoy.
Pero la realidad es la que es. Los programas han dejado de ser centrales para convertirse en un texto de plastilina que se moldean según sople el viento o los intereses tácticos del líder o del partido.
La estrategia, por su parte, se ha simplificado. Ya no asistimos a una competencia contra rivales o adversarios políticos, sino que estamos en un combate de frentes contra el enemigo, con campañas más basadas en el matar o morir políticamente que en construir coaliciones o consensos para afrontar los retos colectivos.
Con los programas disminuidos y las estrategias simplificadas, la selección de candidatos y candidatas se ha convertido en el arma de notoriedad de los partidos políticos para navegar en esta “sociedad de la atención”.
Algo que podría ser positivo para generar interés en la política, pero forma más bien parte de un proceso de purgas y fichajes a costa de la democracia interna de los partidos con procesos de selección “a dedo” ninguneando la vida interna de sus organizaciones.
El mercado de la política cada vez se parece más al mercado del fútbol, primando el espectáculo sobre los procesos y los contenidos.
Los líderes apuestan por fichajes supuestamente estrella que dan notoriedad y aseguran los titulares de ese día en los medios, pero que no tienen ninguna garantía de que puedan tener las habilidades para desenvolverse con solvencia en las instituciones.
En las últimas semanas hay buenos
ejemplos de ello.
Pedro Sánchez ficha a Pepu Hernández, exseleccionador español de baloncesto campeón del mundo en 2006 como candidato a la alcaldía de Madrid.
Pablo Casado presenta como su nueva Messi a Cayetana Álvarez de Toledo, marquesa de Casa Fuerte, periodista e historiadora en una puesta de largo en un hotel de Barcelona.
Albert Rivera anuncia el fichaje como su número dos por Madrid de Marcos de Quinto, exvicepresidente de Coca Cola, e incluso Vox, compite en este mercado con fichajes de militares de alta graduación.
Algunos pensamos que esta futbolización de la política se asemeja más a una versión moderna del pan y circo que caracterizaba la política romana retratada por Quinto Tulio Cicerón que a una arena electoral moderna, dinámica, democrática y de calidad.
Pero ya se sabe, cada época tiene sus símbolos, y parece que, en las sociedades modernas y globalizadas, el espectáculo del fútbol ha venido para impregnar casi todo.
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