En los últimos años no solo hemos sufrido un retroceso en cuanto a desindustrialización sino que hemos padecido un grave deterioro distributivo, aumentando dramáticamente la brecha entre quienes tienen ingresos y aumentando la pobreza urbana
Vivimos en un país de mierda. Esto es así, nos guste o no. El control social junto a errores metodológicos, el miedo a salir de una falsa zona de confort y la incultura política hacen que España sea diferente, un Estado alejado del sentido común y un pueblo ajeno a la realidad.
No voy a exponer datos sobre el PIB per cápita, ni sobre índices de pobreza, tasas de inflación o desempleo; tampoco citaré el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ni haré constar los datos sobre desigualdades sociales. Como dice Angus Deaton, "las líneas de pobreza son tan científicas como políticas".
Los medios de comunicación (los escasos que no están comprados y son meras empresas publicitarias) se hacen eco constantemente de la mejora de la economía, pero no facilitan datos sobre, por ejemplo, los estándares de consumo de la población de referencia (clase media/baja)
Insultan nuestra inteligencia facilitándonos datos macroeconómicos y variables socioeconómicas sesgadas e incluso maquilladas sin pudor. El índice de Desarrollo Humano (IDH) que además del PIB per cápita tiene en cuenta la esperanza de vida y los años de escolarización, no se ajusta por desigualdad, esto es, tomando en cuenta las desigualdades de ingreso, salud y educación.
Los españolitos, ignorantes como somos la mayoría, nos resignamos y conformamos pensando que no estamos tan mal, sin ni tan siquiera tener en cuenta el futuro, las próximas generaciones, nuestros hijos y nietos. Tenemos enormes déficits (no solo socioeconómicos, también políticos) y numerosas asignaturas pendientes de cara al desarrollo de nuestro país.
Las claves no admiten discusión: crecimiento con mayores niveles de
distribución del ingreso.
En los últimos años no solo hemos sufrido un retroceso en cuanto a desindustrialización sino que hemos padecido un grave deterioro distributivo, aumentando dramáticamente la brecha entre quienes tienen ingresos y aumentando la pobreza urbana.
España es un país maravilloso lleno de políticos de mierda y muchos insensatos que les apoyan. Los países son lo que son sus personas y ahí es donde deberíamos incidir. Los españoles tenemos baja calidad ética y un déficit de valores tan enorme como la clase política.
Como pueblo no
pintamos nada: no somos capaces de protestar, ni de exigir, ni de
expulsar del poder a esos indeseables gobernantes, ineptos que además no
rinden cuentas a nadie.
Desde la amnistía fiscal inconstitucional hasta la Gurtel o la Púnica, pasando por los casos Bankia o Noos, sin olvidar Palma Arena, Mercamadrid, Pokemon, Imelsa, Barcenas o Lezo... la lista de casos de corrupción (conocidos) supera los cien.
Un partido político imputado por corrupción, que además de obrar su sede en B se presenta a las elecciones "dopado". 900 cargos del Partido Popular imputados por corrupción, incluidos todos sus Tesoreros, y no llegan a 90 los condenados.
Los casos de indultos y absoluciones dan una enorme vergüenza ajena. Las denuncias de jueces y fiscales sobre injerencias políticas son tercermundistas; y no hablemos ya de la pérdida de pruebas con métodos mafiosos, ya sea vía robo, incendio o incluso martillazos al más puro estilo Anacleto.
¿Alguien cree que en algún país decente un jefe policial afirmaría en las Cortes que el ya expresidente del Gobierno recibió dinero de una caja B? ¿Se puede consentir en un Estado de Derecho que el partido político que sostenía a dicho Presidente se considere una organización delictiva? El jefe de la UDEF (Unidad Delincuencia Económica y Fiscal) denunció diferentes presiones, pero no debe extrañarnos ya que tenemos antecedentes similares con jueces y fiscales.
En esta mierda de país bajamos la cabeza a ras de suelo como avestruces, unos por formar parte o ser cuando menos cómplices de una organización criminal, y otros por ser débiles, pusilánimes, cobardes en definitiva. Sabemos, pues hay sentencias judiciales que lo avalan, que vivimos a la sombra de un lobby, con conexiones internacionales sin duda, pero nos escondemos tras banderas y otras argucias.
Tenemos claro que el asunto catalán (como el venezolano) es una estratagema para tapar a unas élites reprobables cuando menos, pero nos sentimos cómodos siendo manipulados, sometidos y oprimidos, encadenados, cautivos.
La mal llamada Justicia ha quedado, otra vez, en entredicho, dado que sus órganos de gobierno y más altas jerarquías no sólo no son independientes pues las nombran los políticos, sino que deben favores para llegar y sin duda los devuelven; esto no es nuevo, es la realidad decimonónica -por no decir feudal- con una manita de barniz.
Somos un país de mierdas -en plural- y sálvese quien pueda, un estado fallido democráticamente.
Por José Bujalance Carmona
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