La segunda cuestión es de más calado, a saber, la
existencia en los propios aparatos del Estado de un “doble Estado”
oculto, reservado y, en muchos contextos, decisivo. Lo nuevo es que en
una situación de crisis de régimen, este “otro Estado” se hace más
visible, emerge y cobra mayores dimensiones. Cuando Hector Illueca y yo
hablamos de trama en singular y de tramas en plural,
quisimos hacer referencia a unas específicas relaciones que anudaban
partes significativas del aparato del Estado, clase política, poderes
económicos y mediáticos. Estas tramas funcionan en red y tienen
interconexiones entre sí, dando la sensación de que carecen de un centro
dirigente. La trama de la que hablamos es este centro que ha tenido como parte fundamental la Jefatura del Estado.
La
corrupción ha terminado siendo sistémica porque engarzaba a
instituciones del Estado, intereses privados y negocios de todo tipo
amparados por una omertá que no solo la ocultaba, sino que la
negaba. Los denunciantes de las corrupciones ligadas a la Casa Real han
sido marginados, excluidos y, cuando han podido, penalizados. A veces,
se ha justificado como el coste que había que pagar por nuestra
“modélica” Transición. El problema de fondo es que la corrupción se ha
ido extendiendo a todos los niveles del sistema político, económico y
mediático y amenaza a la propia existencia de una democracia digna de
ese nombre. Pasarán muchas más cosas, esto es solo el comienzo.

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