En la sociedad líquida, la política ha cambiado a los ideólogos por
consultores, a la gente coherente por jefes de campaña y las bibliotecas
por encuestas de opinión. Por eso hay overbooking en el centro y la
tecnocracia triunfa. Aunque cuando parecía que no cabía nadie más,
surgen nuevos enamorados.
El gobierno de Sánchez lo ha hecho Iván
Redondo que es consultor y muy listo. Es un gobierno pensando en las
próximas elecciones.
Es verdad que Pedro Sánchez comienza su gobierno con una enorme debilidad. Con solo 84 diputados, con un horizonte cercano de nuevas elecciones que impide que la gente deje sus trabajos para irse al gobierno, acusado de ilegitimidad por no ser diputado y ganar la moción, arrastrando casos de corrupción en su partido que le quitarán la sonrisa, con imputaciones de connivencia con los que quieren romper España, con reprobaciones por si se echa en brazos de Podemos.
Presionado por los barones y la vieja guardia del PSOE que son más de derechas que el palo de la bandera, amenazado por Bruselas y reconvenido por las bases socialistas que le hicieron ganar la Secretaría General con un discurso por la izquierda, su gobierno tiene que parecer una mezcla de Narnia, Disneylandia y el País de Nunca jamás para evitar que un pequeño golpe de cada uno de estos grupos no demuestre en su gobierno fatiga de los materiales y se hunda como las torres gemelas.
Para tranquilizar a sus filas y a él mismo, ha puesto a Ábalos a revisar las obras hechas y las pendientes. Para tranquilizar a Bruselas ha nombrado a una social-liberal, Nadia Calviño, directora General de Presupuestos en la Comisión Europea, que rebajará el déficit al objetivo del 1,3% pactado con la Unión Europea.
Al tiempo, y para tranquilizar a Susana Díaz, se lleva a María Jesús Montero, que estaba en Hacienda en Sevilla, para ocupar Hacienda en la Moncloa, y a Luis Planas en Agricultura para que Susana Díaz no se crezca. Para tranquilizar a los que creen que va a romper a España, se ha traído a Borrell que le rompe todas las sumas a los independentistas, va a actos con Vargas Llosa y dice que su estelada es la bandera europea.
Y le compensa con Meritxell Batet, que es la conexión Iceta, como Ministra de Administración Territorial. Tranquiliza a las mujeres –y hombres- escandalizadas con la sentencia de la manada nombrando a una fiscal, Dolores Delgado, que es amiga de Baltasar Garzón que a su vez es enemigo de Felipe González, y tranquiliza a los ecologistas y las empresas energéticas poniendo a Teresa Ribera de Ministra de Medio Ambiente.
Para tranquilizar al mundo educativo, a la vasca Isabel Celáa y para tranquilizar a los sindicatos que estarán enfadados con Hacienda y Economía, a Magdalena Valerio. Reyes Maroto, economista con mirada de género, a Industria.
Las mareas blancas debieran tranquilizarse con Carmen Montón, que ha revertido la privatización sanitaria en Valencia. Margarita Robles, la mujer fuerte de este gobierno, tutelará Justicia e Interior y se hace cargo de Defensa, que gana el CNI.
Como da miedo a la derecha judicial, ha nombrado de Ministro de Interior a Grande Marlaska, muy conservador, que archivó la querella del Yak-42, enemigo de Rubalcaba y amigo de los CIE. La Vicepresidenta y Ministra de Igualdad, Carmen Calvo, cierra esa presencia femenina indudable y hablaremos del Consejo de Ministras.
Sánchez ha nombrado a Pedro Duque como Ministro de Ciencia y a Maxim
Huerta como Ministro de Cultura porque, seguro, se le había ocurrido
antes a Albert Rivera.
Pobre, con lo que las encuestas decían de él
hasta ayer. ¡Le han robado a su astronauta!
El primer gobierno de Sánchez tenía que dejar pocos huecos por donde pudieran golpearle. Llenarlo de mujeres es una jugada inteligente, porque es bastante probable que lo hagan mejor que los hombres y porque en este momento le hace acreedor de enormes simpatías ciudadanas.
Dos
ministros públicamente homosexuales, Grande Marlaska y Huerta, es otra
señal de apertura.
Bienvenido sea. Hay muchos equilibrios. ¿Demasiados? De hecho, es un gobierno con un cachito de toda la sociedad por si hay pronto elecciones.
Solo hay una gran ausencia: ¿quién es en este gobierno la referencia de izquierda?
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