Cifuentes recibió amenazas directas de un poderoso empresario tras ampliar la denuncia del caso Lezo. Cree saber con toda certeza de dónde viene el fuego amigo
12 de febrero de 2018. Francisco Granados, una de las 'ranas' de Esperanza Aguirre, imputado en el caso Púnica, encendía su particular ventilador. El exsecretario general de los populares madrileños insinuaba con intención que Cristina Cifuentes, que "tuvo una especial relación" con Ignacio González, conoció de primera mano que el partido se financió ilegalmente en una de sus campañas electorales y que participó en la toma de decisiones.
Fue todo un torpedo en la línea de flotación de la presidenta regional, cuya credibilidad ya había sido socavada meses antes cuando la Guardia Civil la vinculó en un polémico informe con presuntas irregularidades en la adjudicación del contrato de la cafetería de la Asamblea de Madrid.
Cifuentes
supo ese día que algo se había torcido. A su equipo ya le habían
llegado ciertas informaciones de que "algo se cocinaba contra la jefa".
La confirmación llegó días después, cuando un intermediario de Cifuentes recibió en un hotel de lujo de Madrid un mensaje claro y directo por parte de un poderoso empresario: "no pararemos hasta matarla, hasta acabar con ella".
En el trasfondo de la amenaza, el caso Lezo, la investigación sobre el desfalco del Canal que había llevado a prisión a su examigo Ignacio González. Un caso con muchos tentáculos, con muchos intereses económicos ocultos.
Cifuentes recibió el mensaje. Con preocupación. Los enemigos eran poderosos. El 20 de marzo acudió al Congreso de los Diputados para desfilar por la comisión de investigación. Había sido citada tras las palabras de Granados.
Un día después, el 21 de marzo, empezaba su particular calvario. Eldiario.es publicó la primera información sobre su máster: lo obtuvo con notas falsificadas. Desde entonces el torrente de presuntas irregularidades ha sido continuo y el reloj político de Cifuentes comenzó su cuenta atrás.
Nunca dio explicaciones convincentes, a veces confusas, y las pruebas contra ella empezaban a ser contundentes. Perdió el rumbo, a veces tomando decisiones contrarias a las recomendaciones de su equipo más cercano.
Una vieja historia para ella. Pero su puntilla. El punto y final, encima de la forma más bochornosa. Cifuentes intenta que las imágenes no vean la luz, pero la presidenta madrileña apura sus últimas horas en la Casa de Correos.
Está
sentenciada. Y cansada. Y sobre todo, convencida de que tenía razón.
Fuego amigo. "Siempre ha sido el fuego amigo", señalan desde su equipo.
El episodio del presunto robo, en mayo de 2011, se produjo en el centro comercial que hay enfrente de la Asamblea de Madrid, cuando lo gestionaba una empresa que por entonces tenía un responsable de seguridad que años después haría ciertos trabajos de seguridad para Ignacio González, otro de los grandes enemigos políticos de Cifuentes y a la par buen amigo del empresario que lanzó sus amenazas hace un par de meses en un hotel, explican fuentes del PP.
Eroski nunca denunció policial ni
judicialmente el desliz de Cifuentes (cuyo sueldo era en 2011 de 5.200
euros mensuales), aunque los dos policías que sí acudieron al incidente
tras ser requeridos por el centro comercial debieron levantar un acta de
su actuación. Los agentes no se llevaron imágenes.
Un periodista de la Asamblea, de los veteranos, recuerda que González nunca ocultó que tenía el vídeo y que incluso enseñaba a sus más íntimos pantallazos del mismo.
En definitiva, levantar las alfombras nunca fue una buena idea. Y menos en el PP de Madrid. Un dirigente popular con muchos años de experiencia hace un atrevido análisis de la situación. "Esto es como la película 'Uno de los nuestros'. Cristina siempre ha sido uno de los nuestros. Más de 30 años en el PP de Madrid.
Hasta que dejó de serlo. Hasta que decidió que era mejor tomar la bandera de la regeneración para crearse una nueva figura y cargar contra sus excompañeros. Podía haber optado por no remover el pasado y liderar la Comunidad y el partido sin echar la vista atrás. Pero no quiso, o no supo".
El núcleo más cercano a Cifuentes siempre ha creído que la ya expresidenta regional cometió un grave error cuando sumó a su programa político el discurso de "tolerancia cero con la corrupción". La Comunidad se personó en el caso Púnica como acusación y se adhirió a la petición de la Fiscalía para prorrogar la estancia de prisión de Granados.
Y luego estuvo la decisión de presentar una
denuncia contra González y los suyos por la sospechosa compra de una
filial del Canal en Brasil, publicado en exclusiva por El Confidencial.
Una vez destapado el caso máster Cifuentes sabía que el tiro de gracia iba a llegar tarde o temprano.
Pero decidió resistir. "No van a poder conmigo", señaló en una reunión de su partido tras pasar varios días enferma en casa por gripe. Cifuentes decidió aguantar, atrincherarse en Sol e intentar revertir la situación.
Y sobre todo, atar cabos y luchar por
frenar los nuevos golpes que se aventuraban en el horizonte.
Desde el principio se fraguó la teoría de la conspiración, la del fuego amigo, la de "la cacería política y personal", una teoría que podía estar fundamentada tras analizar las amenazas recibidas.
Lo primero que hizo Cifuentes es transmitir a Génova que no cometió ninguna irregularidad con su máster y que la Justicia ayudaría a aclarar todo. Pidió tiempo, pero la falsificación del acta de su TFM supuso otro punto de inflexión.
Ciudadanos decidió entonces cobrarse la presa e hizo llegar una nueva amenaza: apoyaría la moción de censura del PSOE si Cifuentes no dimitía. La 'agonía política' de Cifuentes entró así en una nueva fase.
La presidenta intentó entonces convencer a Génova de que lo de Ciudadanos era un farol, y que lo mejor era esperar hasta la moción y que la formación naranja se retratara, avalando "a la izquierda radical". Su gran apoyo era la secretaria general, María Dolores de Cospedal.
La verdad es que su plan nunca cuajó. Para la dirección nacional nunca fue una opción perder la Comunidad de Madrid y permitir encima que el socialista Ángel Gabilondo se consolidara como presidente, dándole además un año para escarbar en los cajones del Ejecutivo.
Cifuentes supo hace un par de semanas que "estaba amortizada" y que antes del 7 de mayo tendría que dimitir. Esperaba anunciarlo después de la fiesta del 2 de mayo, su último gran acto como presidenta.
Pero la venganza es un plato que se sirve frío y el "no pararemos hasta
matarla" seguía resonando fuerte en su cabeza. Su equipo esperaba un
golpe más contundente. Definitivo.
Cifuentes siempre ha denunciado en ciertos foros que tiene muchos enemigos en el viejo PP de Madrid, ese al que ella perteneció. Ha sido espiada, en varias etapas. Y los dosieres sobre ella, su marido y sus amigos han circulado por varias redacciones.
La historia de un vídeo que demostraría que robó en un supermercado era vieja. Ya la conocía. Este martes cuando dimitió señaló que ya intentaron chantajearla con esta grabación hace unos años y que lo puso en conocimiento de la Policía.
Por eso cuando Okdiario la llamó para comunicarle que tenía el vídeo, el famoso vídeo, regresó la teoría de la conspiración. Imágenes que por ley deben ser borradas en un mes y que siete años después han acabado con el futuro político de Cifuentes.
Rajoy
se desayunó con ellas y dijo basta.
El bochorno era insoportable.
Cifuentes tenía que dimitir antes de las 12. Y lo hizo. ¿Es lo último
que hay contra ella?
Desde el equipo de la expresidenta saben que no. Las amenazas han continuado en las últimas semanas. Procedentes de otros protagonistas. Habrá sorpresas los próximos días.
De momento Cifuentes sigue siendo presidenta del PP de Madrid, aunque ya sabe que Génova quiere que también renuncie y poner una gestora.
Este miércoles pasadas las 16 horas presentó en el registro de la Asamblea de Madrid su dimisión como presidenta autonómica, aunque su intención es seguir como diputada regional con dedicación exclusiva.
Cifuentes quiere aferrarse al escaño, lo que le permitiría seguir como aforada si finalmente el caso Púnica y el contrato de la cafetería de la Asamblea acaba salpicándola de lleno.
Si el juez la cita como investigada tendría que elevar el caso al Tribunal Superior de Justicia de Madrid. ¿Dos cremas antiedad han acabado con ella?, ¿un máster de kiosco? "Me voy con sentimiento amargo, pero muy orgullosa.
Deberíamos reflexionar sobre si en la vida vale todo", señaló como epitafio. "Dos cremas no, el fuego amigo", responden desde su entorno. Un fuego amigo que deja a los populares huérfanos sin candidato para las elecciones de 2019 en la Comunidad de Madrid.
David Fernández
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