Ministros en procesión. Como hormigas yendo al rosario.
Cantando elegías militares. Un estribillo, poco o nada comercial, dice
que son novios de la muerte. Ya ves tú estos fúnebres fanfarrones knock-knock-knocking on heaven’s door.
Menudo honor. ¿Y los que somos amantes de artistas vegetarianos qué? Desde luego no me están representando. Porque, en mi caso, entre las dudas existenciales que eso me provoca (¿comerá queso?) se salva una: sé que quiero vivir el sueño eterno en su cama.
Quizá no sea esta la mayor burla al miedo. Pero, conscientes del poco rato que dura eso, practicamos sexo toda la Santa Semana. Algo es algo cuando a mis veintitantos sigo condenada a un incierto futuro.
Aunque
esto hoy siquiera lo protestaré (hay caprichos de amor que una dama no
debe tener).
Tampoco diré nada de ese espectáculo que se repite año tras año, para ser más exactos desde hace 2018 años -según datan-, y, supongo que será bueno, porque todavía tiene público
.
Me gustaría hablar del calvario de las banderas que ondean a media asta, no vaya a ser que les dé un golpe el vientecillo de la libertad, y del martirio de aquellas voces de la cofradía de la Santa Inquisición. Quiero decir, Constitución.
Pues por sus arrugas se filtra la desolación propia de los que algún día se creyeron salva-patrias a vísperas de confirmar que la han conducido al colapso político y jurídico.
Esos mismos que además mienten al negarlo, los que nunca han sabido mantenerse dentro de la Ley y, sin embargo, no dejaron pasar la tentación de ver a Carles Puigdemont con look de presidiario por liderar la causa de dos millones de ciudadanos.
Un conflicto que sabemos es de naturaleza constitucional.
No desearás el mal ajeno reza uno de los Diez Mandamientos. ¿Nadie les ha dicho que para gobernar la eternidad hay que dejar algunos vicios? Además, ¿a qué Gobierno le puede importar la unidad patria después de muerto Jesús?
Si Dios existe quizá tenga algo preparado para esta gente. Quiero pensar que el día del juicio final será él el abogado de oficio del MH President. Aunque claro, tendrán respuesta fácil: sediciosos todos, la humanidad entera…
En fin. Ya pueden quemar incienso que ni así cubren este olor rancio, a podredumbre. La peste de la descomposición de un país, de la resurrección del nacionalcatolicismo.
No pretendo abusar de la imaginación del lector, pero creo que no está de más sugerir que los valientes que dicen que nos gobiernan emprendan la carrera de monaguillos.
Tal vez deberían valorar la posibilidad al haber quedado
demostrado que gobernar no saben.
En todo caso, el obituario está preparado. Las campanas siguen mudas en el campanario. Solo repican a difunto. España ha cavado su propia tumba.
La fuerza del independentismo catalán, que con razón no se resigna a dictar algo de testamento, es inversamente proporcional a la ignominia del Estado español.
Algunos la visitarán por su cumpleaños, otros seguirán ladrando a las puertas del cielo, más antes que después habrá que enfrentarse al delicado momento y asumir el poder igualitario que tiene la muerte.
Por favor, que venga ya el cura a dar la extremaunción. El sacramento no se lo negaremos.
Sofia Royo AndreuPolitóloga. PhD candidateUniversidad de Granada – Maastricht University@sofiaroan
Diario16
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