Artículo de opinión del diputado general, Markel Olano, publicado en El Diario Vasco el 28 de enero de 2018
Esta
semana hemos presentado el Plan Foral de Convivencia en la Diversidad
con acciones para la puesta en valor de la diversidad existente en
Gipuzkoa y, a su vez, adoptar medidas contra los diferentes tipos de
discriminación. La socialización de dicho Plan ha arrancado con un
pequeño vídeo, compartido a través de las redes sociales, cuyo mensaje
invita a la reflexión de una manera sencilla pero llamativa.
El breve
spot da cuenta de las múltiples posibilidades de las que dispone el
teclado de emojis y emoticonos de las aplicaciones de
mensajería para expresar la diversidad de género, color de piel,
oficios, orientación de género o incluso costumbres. El mensaje es muy
claro: “En nuestro móvil ya está instalado el lenguaje de la
convivencia. ¿Lo tenemos instalado en la cabeza?”.
La diversidad es
mucho más compleja y rica que lo que una colección de ideogramas llega a
plasmar, pero la invitación a la reflexión que ofrece este vídeo tan
simpático nos sirve como ejercicio para evaluar nuestra mirada respecto a
la diversidad en la sociedad.
En nuestro móvil ya está instalado el lenguaje de la convivencia en la diversidad, ¿Lo tenemos instalado en la cabeza?
Esta
mirada también tiene que ser vigilante y preventiva. Celebrar la
diversidad exige, como parte de una sociedad democrática, reconocer que
no todas las personas parten del mismo punto a la hora de participar en
la sociedad y que algunas personas, por pertenecer a un grupo concreto,
pueden verse apartadas en el aspecto social, cultural, económico o
político.
Garantizar la igualdad de oportunidades pasa por luchar en
contra de la discriminación a todos los niveles, por trabajar por un
territorio cohesionado, con menor riesgo de marginación y de conflicto
social. En Gipuzkoa muchas personas afrontan dificultades para
desarrollar su vida diaria gozando de los mismos derechos, de las mismas
oportunidades que las demás. Discriminaciones que se asumen en
silencio, habituales en la sociedad, y que incluso en muchos casos, las
propias personas que las sufren las consideran naturales.
Las
encuestas nos indican que en Gipuzkoa más de la mitad de la ciudadanía
se muestra tolerante hacia la inmigración, por ejemplo. Un panorama
favorable que no evita situaciones cotidianas más veladas de
discriminación. El simple hecho de alquilar un piso es en muchos casos
más complicado para personas de ciertas etnias u orígenes, y se les
exigen garantías extra o, simplemente, se les ofrece el piso por un
alquiler tan elevado que les es imposible permitírselo.
Esta es una
realidad habitual según han denunciado en múltiples ocasiones las
asociaciones que trabajan a favor de los derechos de las personas
inmigrantes. Es un hecho independiente a la regularización de su
situación y que está más ligado a los falsos prejuicios que se generan
entorno a la población extranjera y especialmente a la de origen
magrebí, pakistaní o rumano. Un recelo del que también son objeto, por
ejemplo, las mujeres de etnia gitana, como nos lo han contado en alguna
reunión que hemos mantenido con diferentes asociaciones de Gipuzkoa.
Estas mujeres se ven a menudo en la situación de tener que disfrazarse,
según sus propias palabras, a la hora de presentarse a una entrevista
de trabajo. Estas mujeres consideran por tanto que están obligadas a
ocultar su habitual manera de vestirse y maquillarse para no ser
discriminadas. Una de las reclamaciones más presentes que se escucha
desde la comunidad gitana de Euskadi es la necesidad de gozar del mismo
respeto y reconocimiento del que disfrutan el resto de las personas que
conforman la sociedad.
Pero la discriminación no se produce solamente por razones de origen,
etnia o religión de las personas. La sociedad no ofrece las mismas
oportunidades a las personas con discapacidad, que se enfrentan a
barreras de todo tipo para acceder a ámbitos tan importantes como el
laboral o el educativo. No solo se trata de trasladar lo normativo a la
práctica cotidiana, se trata de asumir la diversidad de capacidades para
que todos y todas podamos elegir libremente sobre los aspectos que
afectan a nuestras vidas.
Nuestra mirada como sociedad debe ser
panorámica y atenta a las barreras impuestas a las personas simplemente
por su situación particular. Podríamos hablar también de los obstáculos a
los que se tienen que enfrentar a diario las personas transexuales y
transgénero, llegando a sufrir desde el rechazo más encubierto hasta la
agresión física por su identidad.
Las
dificultades para desarrollar su vida en una igualdad de condiciones
afectan a buena parte de la sociedad y también hay vulnerabilidades que
pueden ser temporales o contingentes. Grupos específicos como los de la
infancia o las personas de edad o las situaciones de pobreza que pueden
privar a las personas de ejercer sus derechos en momentos concretos de
su vida. Las dimensiones de la desigualdad son múltiples.
Este
es un debate que en los países occidentales ha tomado relevancia sobre
todo en los años posteriores a la crisis. En el caso Gipuzkoa, desde la
Diputación la lucha para reducir la desigualdad es una apuesta firme y
global desde el principio de legislatura y, ahora, hemos dado un paso
más, presentando el Plan Foral de Convivencia en la Diversidad, con
acciones concretas en contra de la discriminación. Un Plan que huye de
los mensajes buenistas y populistas, se centra en el ámbito de los
derechos y trata de abarcar todo tipo de diversidades.
Y damos este paso
con el convencimiento que en Gipuzkoa contamos con una base
socio-económica que también nos permite afrontar este reto con más
firmeza. Buena muestra de ello es la salud con la que cuenta nuestro
tejido asociativo que tiene cerca de 4.500 asociaciones de voluntariado.
La nuestra es una sociedad que confía y apuesta por su capital social
con una red de confianza que es un valor seguro sobre el que edificar la
cohesión social y es garantía de futuro.
El
Plan que hemos presentado esta semana es una herramienta de trabajo que
busca hilvanar y vincular los diferentes esfuerzos que desde la
Diputación se realizan para combatir la discriminación. Sabemos que este
objetivo tiene que ser compartido con sociedad guipuzcoana y con el
resto de instituciones, lo cual nos lleva a ser más ambiciosos y
plantearnos la convivencia en la diversidad como una labor colectiva.
Un
reto que nos vincula a todas y a todos quienes nos reconocemos en la
diversidad y creemos en la igualdad de derechos y de deberes. Esa es
nuestra visión del futuro, cuyo objetivo es ser uno de los territorios
con menor desigualdad de Europa. No se trata, por lo tanto de eliminar
las diferencias, sino de esforzarnos por derribar las desigualdades.
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