El primer “Zorra” con el que me adularon lo escondí entre la poca
tela que llevaba por ropa. Me abochorné de él, y decidí que nunca más
mis prendas lo dejasen al descubierto. Así que tapé todas mis impúdicas
virtudes con represiones de la talla treinta y ocho. Altas eran mis
botas, mi cuello, mis mangas, mis perneras, tanto que al Sol le costaba
trabajo encontrarme.
Entonces me congraciaron con el primer “Frígida”. De nuevo la palabra me hirió, traspasando todas las capas que concienzudamente yo había fabricado. Y el escondite que en ese momento elegí fue la mesura del término medio.
Pero me volví a sentir en tensión, andar tanto por la cuerda floja me inflamaba los pies. ¡Estate alerta!, ¡nunca decaigas! Siempre en equilibrio. Destaca, pero no demasiado, sé bella, pero no provoques. La contradicción como forma de vida, y hasta a eso te acostumbras.
Sin embargo, a pesar de mis esfuerzos por encajar, un ego herido me disparó otro “Zorra”. Y en vez de guardarlo bajo la llave de la culpa, me dediqué a observarlo detenidamente. ¿Qué significa?
¡Zorra! Bailas con todos menos conmigo, ¿te crees mejor que yo? No tienes derecho a elegir.
Deberías bailar conmigo, sólo conmigo… porque si no mi masculinidad disminuye delante de mis amigos. No puedo dejar que hagas eso, que me humilles así. ¡Zorra! Con esto estamos en paz.
¡Zorra! Tengo miedo y no quiero que parezca que la situación la controlas tú.
Soy yo quien debería manejarla, y en este momento no está yendo como yo esperaba. Me siento frustrado. ¡Zorra! Eso es lo que eres.
¡Zorra! Su trabajo era mejor que el mío, no sé porqué está en el mismo departamento… Realmente sí lo sé, porque su trabajo era mejor que el mío.
Pero una mujer no puede superarme, no puede haber llegado aquí por sus propios méritos. ¡Zorra! ¿A quién te habrás tirado para llegar tan lejos?
¡Zorra! Me dejas en evidencia, me desautorizas delante de los que quiero infundir respeto.
Y sólo sirves para una cosa, y esa cosa no te la he pedido en este momento. ¡Cállate, zorra!
¡Zorra! Deseaba follar esta noche, tú te pusiste en camino, tuve que hacerlo, ¿acaso nunca has visto lo que el porno nos enseña? Tú eres mía cuando yo lo necesite, y si es en grupo, más fácil nos lo pones.
¿Cómo? ¿Qué todavía tienes la desfachatez de denunciarnos ante un tribunal? ¿Intentas poner en entredicho mi humanidad sólo por un polvo mal echado? ¡Zorra! Yo no soy un monstruo, tú eres una zorra.
Y tan malo no habré sido si ahora eres capaz de reírte y seguir saliendo de fiesta. ¡Más duro debería haberte dado, Zorra! Eso es lo que pasa, quieres hundirnos, a todos ¿y tú encima pretendes ser feliz, mientras yo me pudro en la cárcel?… De eso nada Zorra.
No tenías derecho a elegir. No tenías derecho a nada, tú no estás por encima de mí. Sí yo te violo, tú te callas, y a lo sumo lloras. Te matas, haces lo que sea que te pida tu débil condición femenina. Pero no me jodes a mí, ¿entiendes?, yo te jodí a ti y bien jodida. ¿Lo recuerdas?
Tranquila por si acaso lo has olvidado lo grabamos en vídeo. ¿Quieres verlo?, ¿no? No te preocupes, el juez te lo enseñará, ¿no querías justicia? Toma dos tazas ZORRA.
Y eso no acaba aquí, porque no estoy solo ¿me entiendes? Tengo toda una sociedad detrás que prefiere juzgarte a ti primero antes que a mí.
Así que ten cuidado, no vayas a ser tú la que al final se pudra entre rejas, por un polvo mal echado.
Y
ahora, medios de comunicación, coreemos todos juntos, ¡ZORRA, ZORRA,
ZORRA, ZORRA, ZORRA, ZORRA, ZORRA, ZORRA, ZORRA…!
Vaya… “¿Así que eso es lo que significaban tantos Zorras en pelotón?”- me dije, bajando de la cuerda estirando los pies, y quemando mi ropa. Entonces qué bien vinieron desde el principio, porque “Zorra” no es una palabra que sirva para describir a la increpada en cuestión, sino al que la pronuncia.
Y con estas últimas palabras, una lluvia de Zorras me caló mi carne al descubierto.
Y qué hago yo con tantos Zorras, ¡Dios mío!
Pues, para no renegar de mi género femenino, me he confeccionado un bonito collar con todos los Zorras que un día me colgaron al cuello.
¡Y qué bien nos sientan a las chicas las joyas!
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Victoria Izquierdo
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