Lo sucedido en Londres con nuestro compatriota Ignacio Echeverría
ha sido inadmisible. No tiene justificación posible y cualquier
argumento que intenten ofrecer las autoridades policiales, sanitarias,
judiciales o políticas no excusa de ninguna manera la desidia y la
clamorosa desconsideración de su comportamiento para con la familia del
español fallecido.
La explicación proporcionada por los responsables sanitarios de que había que identificar muchas víctimas y que eso no es tarea fácil no se sostiene de ninguna manera. Siete cuerpos no son muchos para un servicio de medicina forense como hay que suponer que tiene una ciudad de más de ocho millones y medio de habitantes. No son muchos siete. Es más, son pocos a los efectos de lo que estamos hablando.
Aceptemos que no pueden arriesgarse a cometer errores en la identificación de los asesinados por los terroristas. Pero en el caso concreto de Ignacio Echeverría, da la casualidad de que tenía una hermana viviendo en Londres, una hermana que se ha pasado desde pocas horas después del atentado recorriendo los hospitales donde habían sido ingresados los heridos con el fin de comprobar si entre ellos estaba su hermano.
Si se trataba de que el cotejo de huellas dactilares que se les proporcionó a las autoridades no resultaba suficiente y se necesitaba comprobar la identidad del español comprobando su ADN, allí tenían la mejor identificación posible: su hermana.
Y no la llamaron. Fue también inútil la gestión hecha por nuestro ministro de Asuntos Exteriores ante su homólogo británico.
Boris Johnson le dio una respuesta inadmisible a Alfonso Dastis: estos son los procedimientos que se siguen en este país.
Es decir, traducido a román paladino, “esto es lo que hay y ustedes se tienen que aguantar”. Pues si esos son los procedimientos que se siguen en el Reino Unido, hay que decir que son propios de un país tercermundista y que, recordando a Antonio Machado en su poema Campos de Castilla
Es más, a las ocho de la tarde de ayer, aún pretendían que la familia Echeverría esperara todavía ¡24 o 48 horas más! hasta poder ver a su hijo, a su hermano. Ni se comprende tal atrevimiento y tal desvergüenza ni se entiende tampoco que el Gobierno español no haya sido mucho mas contundente en la vía oficial de lo que lo ha sido.
Damos por supuesto que habrá presionado hasta el límite por la vía oficiosa, pero no hubiera estado de más un comunicado público en el que se conminara al Gobierno de Londres a informar de lo que, según fuentes de la embajada española en la capital británica, sabían desde el mismo domingo: que uno de los fallecidos en el ataque terrorista era el español Ignacio Echeverría.
Si se confirma en efecto que tenían ya la identificación hecha, la tortura a la que ha sometido a la familia del joven, empezando por su angustiada hermana recorriendo los hospitales sin que nadie le diera cuenta alguna del paradero de su familiar, es de un desprecio, de una humillación y de una crueldad que bien merecería una protesta del Gobierno español.
Y no queremos ni pensar que la pretensión de las autoridades responsables era la de aplazar toda la información sobre los fallecidos hasta que se hubieran celebrado las elecciones de hoy. Esa hipótesis es demasiado escandalosa y demasiado brutal como para darla por buena.
Pero no la demos tampoco por inverosímil. Así se explicaría más facilmente la pretensión de aplazar ¡24 o 48 horas más! la posibilidad de que la familia de Ignacio Echeverría supiera si el joven está vivo o estaba muerto.
En fin, intolerable comportamiento y escandalosa ineficacia de los profesionales sanitarios que, en una ciudad atestada de habitantes como Londres, tienen la desvergüenza de argumentar que siete cadáveres son muchos para poder identificarlos en dos días.
El atentado fue el sábado por la noche y ayer fue miércoles. Cuatro días ha tenido que esperar la familia del joven para saber que estaba muerto.Y cinco días para poder reunirse con él. El tercer mundo.
Victoria Prego
La explicación proporcionada por los responsables sanitarios de que había que identificar muchas víctimas y que eso no es tarea fácil no se sostiene de ninguna manera. Siete cuerpos no son muchos para un servicio de medicina forense como hay que suponer que tiene una ciudad de más de ocho millones y medio de habitantes. No son muchos siete. Es más, son pocos a los efectos de lo que estamos hablando.
Aceptemos que no pueden arriesgarse a cometer errores en la identificación de los asesinados por los terroristas. Pero en el caso concreto de Ignacio Echeverría, da la casualidad de que tenía una hermana viviendo en Londres, una hermana que se ha pasado desde pocas horas después del atentado recorriendo los hospitales donde habían sido ingresados los heridos con el fin de comprobar si entre ellos estaba su hermano.
Se trataba de que le permitieran mirar a la cara de las víctimas que
habían logrado salir con vida del ataque para poder descartar que
estuviera muerto. Y no la han dejado pasar.
Y se ha presentado también
en el lugar donde se habían depositado los cadáveres para su
identificación, suplicando que le permitieran mirar los rostros de los
fallecidos . Y no la han dejado pasar.
Boris Johnson le dio una respuesta inadmisible a Alfonso Dastis: estos son los procedimientos que se siguen en este país
Si se trataba de que el cotejo de huellas dactilares que se les proporcionó a las autoridades no resultaba suficiente y se necesitaba comprobar la identidad del español comprobando su ADN, allí tenían la mejor identificación posible: su hermana.
Y no la llamaron. Fue también inútil la gestión hecha por nuestro ministro de Asuntos Exteriores ante su homólogo británico.
Boris Johnson le dio una respuesta inadmisible a Alfonso Dastis: estos son los procedimientos que se siguen en este país.
Es decir, traducido a román paladino, “esto es lo que hay y ustedes se tienen que aguantar”. Pues si esos son los procedimientos que se siguen en el Reino Unido, hay que decir que son propios de un país tercermundista y que, recordando a Antonio Machado en su poema Campos de Castilla
-“Castilla miserable, ayer dominadora, envuelta en sus harapos,
desprecia cuanto ignora”- el comportamiento de las autoridades
británicas evoca esa insolencia de quien se cree todavía poderoso pero
ya no es más que un eco pobre y triste de lo que fue.
El comportamiento de las autoridades británicas evoca esa insolencia de quien se cree poderoso pero no es más que un eco triste de lo que fue
Es más, a las ocho de la tarde de ayer, aún pretendían que la familia Echeverría esperara todavía ¡24 o 48 horas más! hasta poder ver a su hijo, a su hermano. Ni se comprende tal atrevimiento y tal desvergüenza ni se entiende tampoco que el Gobierno español no haya sido mucho mas contundente en la vía oficial de lo que lo ha sido.
Damos por supuesto que habrá presionado hasta el límite por la vía oficiosa, pero no hubiera estado de más un comunicado público en el que se conminara al Gobierno de Londres a informar de lo que, según fuentes de la embajada española en la capital británica, sabían desde el mismo domingo: que uno de los fallecidos en el ataque terrorista era el español Ignacio Echeverría.
Si se confirma en efecto que tenían ya la identificación hecha, la tortura a la que ha sometido a la familia del joven, empezando por su angustiada hermana recorriendo los hospitales sin que nadie le diera cuenta alguna del paradero de su familiar, es de un desprecio, de una humillación y de una crueldad que bien merecería una protesta del Gobierno español.
Y no queremos ni pensar que la pretensión de las autoridades responsables era la de aplazar toda la información sobre los fallecidos hasta que se hubieran celebrado las elecciones de hoy. Esa hipótesis es demasiado escandalosa y demasiado brutal como para darla por buena.
Pero no la demos tampoco por inverosímil. Así se explicaría más facilmente la pretensión de aplazar ¡24 o 48 horas más! la posibilidad de que la familia de Ignacio Echeverría supiera si el joven está vivo o estaba muerto.
El desprecio, la humillación y la crueldad bien merecería una protesta del Gobierno español
En fin, intolerable comportamiento y escandalosa ineficacia de los profesionales sanitarios que, en una ciudad atestada de habitantes como Londres, tienen la desvergüenza de argumentar que siete cadáveres son muchos para poder identificarlos en dos días.
El atentado fue el sábado por la noche y ayer fue miércoles. Cuatro días ha tenido que esperar la familia del joven para saber que estaba muerto.Y cinco días para poder reunirse con él. El tercer mundo.
Victoria Prego
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