domingo, 11 de junio de 2017

La filantropía, la caridad liberal y Amancio Ortega



La donación de Amancio Ortega de 350 millones de euros a la sanidad pública ha creado cierta controversia entre algunas asociaciones en defensa de la sanidad, asociaciones que se han destacado por la defensa de la sanidad pública en unos momentos de privatización y de recortes presupuestarios. 


Por tanto no cabe la menor duda del buen hacer de estas asociaciones impulsoras de grandes movimientos sociales en defensa de lo común.


Debemos entender el carácter netamente liberal burgués de la filantropía que nace en el mundo anglosajón en los albores del capitalismo y constituyen las obras de caridad de los ricos capitalistas.


 Hay que tener en cuenta que en ese momento no existía un Estado de bienestar y solamente existía un estado de beneficencia público o bien de las iglesias que eran las que había por siglos manejado la protección social debido al gran poder material de que disponían junto a la nobleza. Algunos hospitales, hoy públicos, nacieron de la filantropía burguesa. Este es el caso del Hospital de Cantabria Marqués de Valdecilla, erigido por el citado Marqués y posteriormente asumido por el Estado.


En EEUU, durante años han existido dos tipos de fundaciones: las filantrópicas privadas que eran organizaciones de ricos que por sí mismas emprendían programas culturales, sociales o científicos de apoyo a la sociedad y las denominadas fundaciones filantrópicas públicas que eran también fundaciones erigidas por hombres o mujeres prósperos que hacían donaciones a programas estatales (bien culturales, sociales etc.). 


Por supuesto que todo esto no es tan altruista como parece: existe una sofisticada ingeniería financiera de desgravaciones y ocultaciones de capital a través de las donaciones supuestamente altruistas y también se enmarca dentro de una estrategia publicitaria de las marcas (el perfil corporativo social) y un largo etc. Hoy en gran medida en el mundo anglosajón, la filantropía se mueve en ese marco de caridad liberal pero en el mundo católico las cosas son muy diferentes.





En los países donde tradicionalmente ha dominado el catolicismo, las donaciones privadas ya no al sector público sino a la sociedad directamente son cuantitativamente muy inferiores en cantidades y casi siempre persiguen propósitos fraudulentos y utilitaristas cuando no de vanidad megalómana. Un ejemplo muy reciente de esto último lo tenemos en la construcción del centro cultural de la Fundación Botín en plena bahía de la ciudad de Santander el cual ha destrozado esa bella bahía imponiendo, de forma humillante, a las instituciones públicas y al pueblo de Santander la vanidad y megalomanía de un personaje tan poco ejemplar como Emilio Botín .


Pero un fenómeno extendidísimo en los países católicos es la donación de fondos públicos a cientos de organizaciones privadas de todo tipo que supuestamente se presentan como organizaciones privadas no lucrativas. Incluso los fondos públicos se desvían a instituciones financieras.


 Es un fenómeno que, en nuestros país, se viene produciendo desde los años 80: el Estado y las administraciones públicas dan dinero a los ricos y sus fundaciones bajo fórmulas de la “colaboración público-privadas” y otras, o se lo dan a las organizaciones de la iglesias a manos llenas para que hagan caridad o cooperación al desarrollo o a tal o cual programa cultural. El mundo al revés. Hoy la gran mayoría de las ONGs y Fundaciones privadas se nutren, en una gran parte, de fondos públicos: Cáritas, Secretariado católico gitano, el padre Ángel, Caixa Fórum y un larguísimo etcétera se nutren de fondos público o europeos. 


Esto se puede llamar colaboración público privada o llámese como se quiera, pero en verdad estamos ante una estafa de proporciones colosales. En el caso de las ONGs católicas se han convertido en organizaciones muy sofisticadas en captar fondos públicos. Y los mismo pasa con las ONGs de cooperación al desarrollo, un negocio que se nutre de fondos públicos el cual sufre también de los vicios del clientelismo político y de la corrupción más descarnada. Todo el dinero público que se malgasta –sí, lo digo bien, malgasta– a través de ongs, organizaciones privadas, organizaciones católicas etc. debería repartirse directamente en los programas públicos sociales, culturales o de otro tipo.


Incluso en el ámbito de las asociaciones sociales reivindicativas ocurre lo mismo: esa idea que las asociaciones de todo tipo deben ser sufragadas por las administraciones públicas es una idea enfermiza. Así tenemos desde organizaciones feministas, organizaciones sindicales, ecologistas y un larguísimo etc. que viven del Estado. Pretender que asociaciones y organizaciones que se financian con fondos gubernamentales van a tener una independencia plena es una ilusión. Al final constituyen castas de clientelismo político sin más y anula el carácter de rebelión y crítica con el que muchas de esas asociaciones nacieron.


Entonces, el hecho de que un rico como Amancio Ortega dé directamente al Estado –más allá del pago de sus impuestos– un dinero: de lo malo es lo mejor. Esa filantropía liberal anglosajona no es muy normal en los países católicos donde lo que predomina es desfalcar lo público. 


Las críticas por parte de la Asociaciones en defensa de la sanidad pública están bien argumentadas y el hecho de que la propia donación tenga elementos tan finalistas puede hacer sospechar. Pero en lo que debemos, sobre todo, centrar nuestras críticas es en esa filantropía que predomina en España: ¡hacer filantropía y caridad con el dinero público¡ ¡Una fórmula mágica!








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