Abu Jaafar busca clientes entre los refugiados sirios más desesperados. Foto: BBC. |
Hay un destello de orgullo en la mirada de Abu Jaafar cuando explica cómo se gana la vida. Jaafar trabajaba como guardia de seguridad en un bar, pero todo cambió cuando conoció una banda que traficaba órganos. Su “empleo” ahora es encontrar a gente desesperada. Tan desesperada que está dispuesta a vender una parte de su cuerpo.
Y nunca le
faltan “clientes”, debido al flujo constante de refugiados sirios al Líbano, víctimas
de seis años de guerra.
“Yo exploto a la
gente”, me dijo.
“Pero hay que
tener en cuenta que muchos de estos refugiados podrían haber muerto en la
guerra, y que vender un órgano no es nada en comparación con los horrores de la
guerra”, agregó.
“Los exploto.
Pero al mismo tiempo ellos se benefician”, aseguró con frialdad extrema.
“Una vez me
pidieron un ojo”
Casi la mitad de la población siria de 23 millones, antes de la guerra, ha sido desplazada por el conflicto. Foto: Reuters. |
Su base de
operaciones es un pequeño café en un edificio dilapidado cubierto con lonas de
plástico en un suburbio del sur de Beirut. “Sé que lo que hago es ilegal, pero
en mi opinión estoy ayudando a los refugiados”, afirmó Jaafar.
En el fondo del
café hay un cuarto diminuto lleno de muebles viejos. En cada rincón hay una
jaula con un perico. En este cuarto, Jaafar negoció la venta de órganos de
cerca de 30 refugiados en los últimos tres años.
“Generalmente
los compradores piden riñones. Pero también he traficado otros órganos”,
relató. “Una vez me pidieron un ojo. Y logré encontrar a alguien dispuesto a
venderme uno de los suyos. Tomé una foto del ojo y la mandé por Whatsapp a los
compradores antes de cerrar el negocio”, aseguró.
“Están
desesperados y la única forma de obtener dinero para sobrevivir es vender sus
órganos”, dice Abu Jaafar.
Algunos
refugiados, especialmente los niños, mendigan en las calles. Trabajan como
lustrabotas, o deambulan entre los autos para vender chicle o pañuelos de
papel. Otros son explotados en diferentes empleos o acaban en la prostitución.
Pero vender un órgano es una forma de hacer dinero rápido.
Una vez que
Jaafar encuentra un candidato lo conduce con los ojos vendados a un lugar
secreto. A veces los médicos operan en casas alquiladas, transformadas en
clínicas temporales, donde antes de la cirugía solo se les realiza a los
donantes pruebas de sangre.
“No me
importa si mueren”
Este adolescente vendió un órgano para mantener a su madre y sus cinco hermanas. Foto: BBC. |
“Cuando la
operación está terminada los conduzco de nuevo a su casa”, agregó Jaafar. “Sigo
en contacto con ellos durante cerca de una semana hasta que le saquen los
puntos. Luego de eso ya no me importa qué les sucede. Realmente no me importa
si mueren. Yo obtuve lo que quería”, dijo sin tapujos.
“Mientras hayan
recibido su pago, qué pase con ellos no es mi problema”, añadió.
Su “cliente” más
reciente fue un adolescente de 17 años que huyó de Siria luego de que su padre
y sus hermanos murieran en la guerra. El adolescente había estado en Líbano
durante tres años, sin trabajo, con deudas que no paraban de crecer. Y tenía la
responsabilidad de mantener a su madre y a sus cinco hermanas. Así que accedió,
a través de Abu Jaafar, a vender su riñón derecho por ocho mil dólares.
Dos días después
de la operación vi al chico visiblemente dolorido a pesar de los calmantes.
Estaba sentado en un sofá destartalado y cambiaba constantemente de posición
para intentar aliviar su sufrimiento. Su rostro estaba brilloso por el sudor y
sus vendajes estaban manchados de sangre. Abu Jaafar no quiso decirme cuánto
dinero ganó con el riñón del adolescente.
“Órganos
exportados”
Jaafar afirmó
que no tiene idea sobre el destino final de los órganos, aunque cree que son
exportados, ya que en todo Medio Oriente hay escasez de órganos para
trasplantes. Debido a tradiciones religiosas y culturales muchos se oponen a la
donación de órganos y prefieren enterrar a sus seres queridos rápidamente
después de la muerte.
Jaafar asegura
que hay al menos otros siete “operadores de órganos” en Líbano: “Este negocio
está floreciendo. Y el boom comenzó luego de la llegada de
refugiados sirios en masa”.
Jaafar sabe que lo que hace es ilegal, pero no le teme a las autoridades. Incluso pintó su número de teléfono en paredes de edificios cercanos a su casa. En su barrio, el traficante es al mismo tiempo respetado y temido. Y siempre lleva un revólver oculto en el pantalón.
“Lo que hago es
ilegal pero estoy ayudando a la gente”, reiteró. “Así es como yo percibo mi
trabajo. Mis clientes usan el dinero para mejorar su vida y la de su familia”,
comentó.
“Pueden, por
ejemplo, comprar un auto para ganarse la vida como taxistas, o viajar a otro
país en busca de una vida mejor”, aseguró.
“Yo no fuerzo a
nadie a donar un órgano. Sólo facilito el proceso cuando hay demanda”, dice
buscándole una explicación a lo que no lo tiene, justificando un crimen.
Al despedirnos,
Jaafar encendió un cigarrillo y levantó una ceja antes de hacerme una pregunta:
“Y tú. ¿Por cuánto dinero me venderías un ojo?”
Fuente: BBC
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