Las piezas de la bicicleta resultan tan fascinantes una a una que nos hacen olvidar la utilidad del conjunto. Así también, hipnotizados por lo que ocurre en el interior de los partidos, perdemos de vista su objetivo, que es el de ocuparse de lo público. Los partidos tienen más complejidades que un juguete mecánico, muchas más que un reloj de péndulo.
Y aunque es cierto que hay en ellos engranajes que sirven para todo (ahí está María Dolores de Cospedal), conviene a veces reforzarlos con un muelle o con una rueda dentada (Martínez-Maillo, verbi gratia). Observar el funcionamiento interno del PSOE, por poner otro ejemplo, resulta tan hipnótico como desmontar la dinamo de la bici y descubrir los secretos de esa pequeña fábrica de electricidad. Pero conviene no olvidar para qué sirve.
Llevamos una temporada larga curioseando en las entrañas de Podemos, la única formación, hoy por hoy, con capacidad para cambiar algo las cosas. Hemos visto sus vísceras, sus huesos, sus glándulas, su bilis. Todo eso está bien, pues entretiene, además de proporcionar conocimiento del medio. Pero ya. Ahora deberían reunir todas sus piezas, articularlas con la precisión debida y comenzar a trabajar. Estamos un poco hartos de encontrárnoslos abiertos en canal en el periódico como terneros en la carnicería.
Durante todo ese tiempo la bicicleta apenas se ha movido, ¿cómo iba a hacerlo con las ruedas por un sitio, el manillar por otro y la cadena ni se sabe dónde? A lo mejor el pedaleo es menos entretenido que la anatomía patológica, pero la función de los pedaleadores no es otra. Los elegimos para eso, para que nos salven la vida, que están los tiempos mal, muy mal, como se aprecia en cualquier gráfico. Cuando nos necesiten, silben.
JUAN JOSÉ MILLÁS
No hay comentarios:
Publicar un comentario