Más de lo que se esperaba aunque no todo lo que sabe. Paco
Correa, alias “D. Vito”, alias “Il Padrino” ha decidido cantar. Eso sí, lo hace
a su modo. Da la nota buena en algunos casos, mientras que calla, otorga o
defiende y ampara según qué y a quién.
Tal como hace el verdadero “Padrino”, cuida de su “familia”
(mafiosa), eso sí, desprecia y castiga a los traidores y mantiene el tipo con
los poderosos sin llegar a acusarles abiertamente. Se ceba con quien puede pero
sabe que en la mafia no hay enemigo pequeño so pena que se acabe con él.
Y sí, la historia de Gürtel no podía empezar de otra manera.
Al igual que la película del otro Don Vito (Corleone), la de Don Vito Correa
también empieza con una boda. Una boda en El Escorial, donde se reúnen todos
los miembros de la familia. ¡Qué bonito!
Como buen mafioso, Don Vito Correa, cercado por las
circunstancias y la justicia, decide cantar a su manera. Empieza diciendo que
él no es un mafioso, ¡faltaría más!, aunque demuestre un código del honor
propio de la “Cosa Nostra”. Correa asevera que lo suyo no es delinquir, sino
hacer negocios, hacía lo que todo el mundo.
Niega que conociera la palabra cohecho, él simplemente hacía regalos a quien le servía, a cambio de comisiones, como todos, si no sería un desagradecido. Entregaba dádivas que no podían ser rechazadas (coches, fiestas, viajes, dinero en efectivo). ¿Cómo no lo iba a hacer si le estaban dando el 3% de los contratos conseguidos?
La culpa de que lo suyo haya ido a más la tiene Baltasar
Garzón, que fue quien empezó la instrucción de su causa. Porque sumido en
implicaciones políticas se dejó llevar por la venganza, cuando todo podía haber
sido arreglado con una colleja y una multa administrativa. Luego pagó su inquina,
porque se lo cargaron. Recibió una inhabilitación, aunque más propio hubiera
sido una cabeza de caballo.
Y si defraudó Haciendo no fue por ahorrar dinero, fue por
cuestiones ideológicas. Decepcionado por el sistema le dijo a su asesor
financiero: “Luis Miguel, quiero ser opaco, pero legal”.
Una combinación, seguramente difícil, pero que él intentó. Y buscó paraísos fiscales y comenzó a comprar inmuebles y bienes en otros países. Eso sí, que quede claro, no fue por evadir impuestos sino porque le falló el sistema, ¡pobrecillo!
Una combinación, seguramente difícil, pero que él intentó. Y buscó paraísos fiscales y comenzó a comprar inmuebles y bienes en otros países. Eso sí, que quede claro, no fue por evadir impuestos sino porque le falló el sistema, ¡pobrecillo!
Fíjense si era desgraciado, que se vio obligado a vivir en
la calle Génova, con lo bonita que era su casa. Pero claro, tenía que tener
cerca a Bárcenas y además allí le prestaban los sobres que él rellenaba
constantemente, sin que le dejaran tiempo para disfrutar de la otra familia.
Su verdadera “familia”, su verdadera casa, estaba en Génova. Es lo que tiene ser un simple trabajador.
Su verdadera “familia”, su verdadera casa, estaba en Génova. Es lo que tiene ser un simple trabajador.
Como buen capo mafioso su faceta protectora con la “familia”
ha quedado bien fijada. Al pobre “Bigotes”, que es una persona excelente y buen
trabajador, le mandó a Valencia porque tenía problemas financieros cuando le
conoció. No sabía que tenía que liquidar el IVA y se quedaba con el importe del
impuesto. ¡Minucias!
Tampoco podía faltar el traidor. Un tal José Luis Peñas, un
Judas al que Correa anunció que cuando dejara de ayudarle –de pagarle por sus
servicios-- le traicionaría. Y ahí han quedado las grabaciones probatorias.
Y así fue. Con él empezó todo.
Y así fue. Con él empezó todo.
Y llegó un día en que el Partido Popular perdió el poder del
gobierno central y se tuvo que reinventar el trabajo. Menos mal que el PP tenía
poder en algunas autonomías como Valencia o Madrid, y allí, directamente o por
medio de hombres de su confianza, de su familia camorrista, continuó con su
digna acción y ayudó en campañas electorales, gracias a empresas generosas como
OHL, Dragados o ACS, y consiguió mantener viva la llama de la corrupción actividad laboral.
Hoy, injustamente, en vez de darle la medalla al mérito del
trabajo, le juzgan, sin entender que este hombre ha sido capaz de conseguir
algo impensable. Que un partido, el PP, haya ganado elecciones dopado, y que su
ejemplo haya cundido entre otros peperos de pro, que le han imitado (Granados y
otros).
Mientras, sin que nadie se explique por qué, este mismo partido cuantos más Correas salen a la palestra, más votos saca.
Mientras, sin que nadie se explique por qué, este mismo partido cuantos más Correas salen a la palestra, más votos saca.
No me dirán que este relato no tiene magia, o quizás mafia.
Salud y República
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