Ramazan Antar, mártir de las YPJ
Ni Angelina Jolie ni Penélope Cruz, ELLA ERA ASIA RAMAZAN ANTAR, COMANDANTE DE LAS YPJ, las milicias de autodefensa kurdo-sirias que están combatiendo no sólo contra el autoproclamado Estado Islámico y contra los estados asesinos de Erdogan y Al-Assad, sino que forman parte al mismo tiempo de un proceso revolucionario conducido por las mujeres.
Una revolución en todos los aspectos de la vida, no sólo en la primera línea de batalla.
No son una novedad las forzadas comparaciones físicas que la prensa occidental instaló desde que se conoció la imagen de esta combatiente kurda. Pero la indignación se renueva cada vez que a partir de la noticia de su muerte, estas notas se replican hasta el hartazgo, incluso por ‘simpatizantes’ que más allá de las buenas intenciones, no han podido comprender lo profundo de esta disputa. Irrespetuosos pero coherentes con la mirada patriarcal que todo lo contamina y que todo lo pudre, haciendo de los cuerpos una herramienta poderosa para vaciar de razones nuestras luchas.
Asia Ramazan Antar era parte de esa revolución y lo va a seguir siendo, porque como dicen los kurdos, “los mártires no mueren”.
Tomo las palabras de Dilard Dirik, activista en el Movimiento de Mujeres de Kurdistan, para hablar de ella y de las tantas mujeres que han DECIDIDO luchar hasta morir si es necesario para alcanzar la libertad:
“Nuestros puntos de vista filosóficos nos hicieron mujeres conscientes del hecho de que sólo podemos vivir resistiendo. Nuestra revolución va mucho más allá de esta guerra. Para tener éxito, es de vital importancia saber para qué se lucha”.
“La resistencia de las mujeres Kurdas opera sin jerarquía o dominación y forma parte de algo más grande: la transformación social y la liberación de las Instituciones poderosas del mundo que operan a través de la estructura del Estado, el mismo que finalmente tiene el monopolio sobre la toma de decisiones, sobre la economía y sobre el uso de la fuerza.
El mismo que nos dice que la violencia que hoy prevalece es la razón por la que el Estado necesita protegernos contra nosotros mismos. El mismo que determina que las comunidades que deciden defenderse contra la injusticia, deben ser criminalizadas.
En los dos últimos últimos años, el mundo fue testigo de la resistencia histórica de la ciudad kurda llamada Kobane (en Rojava, Kurdistan sirio) donde esas mujeres de una comunidad olvidada, se convirtieron en los enemigos más feroces del grupo autodenominado Estado Islámico, cuya única ideología está basada en la destrucción de todas las culturas, comunidades, lenguas y colores de Oriente Medio, alterando el convencional entendimiento sobre el uso de la fuerza y la guerra.
No fue porque los hombres estaban protegiendo a las mujeres o un estado protegiendo a sus “sujetos”, que Kobane se inscribirá en la historia de la resistencia de la humanidad, sino porque hombres y mujeres sonrientes convirtieron sus cuerpos y sus ideas en el frente de batalla ideológico en el que el grupo Estado Islámico y su visión del mundo violador se derrumbó.
Y fue especialmente en Medio Oriente, donde ya no es suficiente para las mujeres “condenar la violencia” porque la violencia se ha convertido en un factor tan constante en nuestras vidas, allí donde nuestra condición de “víctimas” percibida o construida se utiliza como justificación por los imperialistas para lanzar guerras en nuestras comunidades.
El ascenso del grupo Estado Islámico mostró los desastres que la plena dependencia de los hombres y de los ejércitos de los estados traen: nada más que femicidios.
Ante esto, se necesita un mecanismo de autodefensa radical.
La conducta de guerra del movimiento de liberación kurdo se basa en el concepto de “legítima defensa” e incluye el establecimiento de mecanismos sociales y políticos de base para proteger a la sociedad más allá de la simple defensa física.
… Esto sólo puede alcanzarse en una sociedad que está politizada, consciente de sí misma y activa, mientras que internaliza la ética del amor en la comunidad – incluyendo valores fundamentales como el compromiso con la liberación de la mujer, en lugar de depender de la ley impuesta por el Estado capitalista y su aparato policial.
Lo que ha convertido al Kurdistán en un lugar de peregrinación para las mujeres y los movimientos antisistema de todo el mundo es esta postura ideológica que defiende la vida, frente a un ejército de la muerte.
Las fuerzas de defensa en Rojava dan muestra de cómo la autodefensa puede funcionar sin jerarquías, control y dominación: en medio de la guerra, las Unidades de Defensa Populares o YPG y sus brigadas de mujeres, las YPJ, así como las unidades de seguridad interna, Asayish, se centran en la educación ideológica basada en la igualdad de género.
Las Academias educan a los combatientes para que puedan entender que ellos no son una fuerza de venganza y que la movilización actual es sólo una necesidad debido a la guerra.
Las academias Asayish trabajan en la construcción de una comunidad en las que las Asayish no deban llevar armas, apostando a mediar verbalmente en los conflictos en los barrios, con el fin último de la abolición de las fuerzas de seguridad kurdas por completo, mediante la construcción de una “sociedad ético-política” que pueda resolver sus propios problemas. Rechazan la etiqueta de policía, porque en lugar de servir al estado, sirven a la gente, y antes que nada, porque son personas.
… Para las mujeres, la defensa propia es más una cuestión de vida o muerte.
No es una coincidencia que los primeros ejércitos permanentes hayan surgido a partir del aumento de la acumulación de riqueza, lo cual también marcó la institucionalización del patriarcado y los predecesores del estado. El Estado-nación afirma insidiosamente su existencia mediante la elaboración de las fronteras entre las comunidades, la creación de la paranoia y la xenofobia donde se han producido los mosaicos de culturas durante siglos.
Por lo tanto, si estamos comprometidos con la defensa de la sociedad, debemos también abordar filosóficamente todos los ataques contra la sociedad, ya que los sistemas de dominación y jerarquía se establecen primeramente en sus pensamientos.
Dualismos como hombre-mujer, estado-sociedad, humano-naturaleza tienen como objetivo representar las relaciones jerárquicas como naturales.
La defensa propia, acompañada por el pensamiento revolucionario, tiene el potencial de generar un cambio social radical. La Revolución de Rojava con su modelo de “Confederalismo democrático”, según lo propuesto por Abdullah Öcalan, es un brillante ejemplo del poder del pueblo.
… La autodefensa de este modo no sólo debe luchar ‘contra’, sino también ‘para’ algo, sobre todo en Oriente Medio, donde todas las formas de violencia se realizan en una escala insoportable. Por lo tanto, la autodefensa es el intento radical al disociar el poder del sistema militarista patriarcal – y las mujeres deben ser la vanguardia militante de autodefensa en el marco de la auto-determinación – o lo que es más bello aún, simplemente, de una vida en libertad.
Quizás alguien, después de saber sobre esto, deje de comparar vergonzosamente a esta mujer con personajes inventados por la industria hollywoodense que ni en sus mejores ficciones podrán convencernos de que se le parecen.
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