Yo fui una mujer machista. Por Leticia Quiroz
Yo
fui una mujer machista. Hice y dije cosas machistas muchas veces. Una de
las frases que decía, hasta con orgullo, era: “yo por eso no tengo
amigas mujeres, son unas hijas de puta”. Lo decía contagiada por una
cultura que controla y ensucia la sexualidad de las mujeres, para la
cual yo misma era una puta.
No sólo fui cabrona con otras mujeres,
también fui cabrona conmigo misma: me puse en lugares y situaciones que
después tardé mucho tiempo en perdonarme: soporté acosos, permití
humillaciones, me puse en situaciones de peligro y, peor aún, me juzgué
duramente y me castigué con relaciones violentas y destructivas.
Sé lo que es nacer mujer, crecer siendo
mujer y poco a poco desencantarse de ello. Muchas veces dije: “si
hubiera sido hombre sería mucho mejor”. Supongo que desde muy chica me
di cuenta de que ser hombre era acceder a muchos privilegios, y no hablo
sólo de ganar más, de tener menos responsabilidades y más credibilidad o
de ser más fuertes porque eso nos han hecho creer; hablo de cosas para
mí más simples, como trepar los árboles sin que me digan machorra, andar
en la calle hasta tarde sin que me digan loca, decirle a un niño que me
gusta sin que me llamen puta, poder pensar, opinar, hablar de cierta
manera, cuestionar, levantar la voz, ir y venir sin pedir permiso o
necesitar de un arma para protegerme, decir la verdad (eso me duele aún)
sin que se dude de lo que digo porque “soy vieja y estoy loca” o porque
“seguro quiero que me den”. Ahora sé que simplemente ellos se han
permitido cosas que a nosotras nos han negado.
Con esto no quiero decir que ahora soy
la santa feminista. Para nada, de hecho hasta hace poco no me creía
digna de llamarme así, veía a las feministas a las que antes no
entendía, y después temía, y no creía merecer el mismo calificativo
que mujeres que tienen años luchando, que se han preparado y han
enfrentado de frente (valga la redundancia) el embate despiadado de
este mundo y su cultura misógina y opresiva, donde muchos se sienten con
derecho a llamar putas, malcogidas, feas y gordas, de amenazar con
violaciones y feminicidio a cualquier mujer que se atreva a defenderse y
levantar la voz.
Pero voy aprendiendo con cada cosa que
leo, con cada cosa que experimento de una manera distinta, pero sobre
todo, teniendo amigas mujeres, ¡qué cosa tan hermosa, tan edificante,
tan llena de sorpresas y enseñanzas! Ahí me he encontrado a mí misma, no
detrás de un hombre, como antes añoré, no, del brazo de mujeres, ahí,
en ese espacio femenino, lleno de todo eso que siempre subestimé:
calidez, apertura, respeto, sensibilidad, empatía y una lista creciente
de regalos.
Ahora me siento confiada, alegre y ufana de decir con todas sus letras: Soy feminista.
Me siento orgullosa de pertenecer a una manada de mujeres que se buscan
a sí mismas y luchan por su libertad y la de todas sus hermanas. Yo fui
una mujer machista, ahora soy una mujer que cree en el feminismo como
arma y escudo, como un remanso desde donde aprendo dignidad y fuerza.
Leticia Quiroz.
Alías la Medusa Ambivaliente, mujer y escritora de algunas líneas,
confundida, preocupada y ocupada por el mundo, feminista de reciente
nacimiento y profunda convicción. Acérrima enemiga del capitalismo y el
patriarcado, hermanos monstruosos a los cuales desea arrebatarles todas
las vidas humanas posibles. Arde por hacer cenizas el machismo y sus
violencias en un país donde diario se persigue y se busca extinguir el
fuego femenino.
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