Nadie que tenga hambre en Venezuela podría comprar en Colombia, las matemáticas no dan
El pasado 5 de julio resuena con
estruendo en medios internacionales un evento que tuvo lugar en la
frontera colombo-venezolana. Se trataba del paso, violando puestos
militares, de cientos de mujeres venezolanas rumbo a Colombia a comprar
alimentos. Pero hay cosas que sencillamente no cuadran.
Ataviadas de blanco, rodeadas de medios
de comunicación, la situación parecía un acto político, caminaron bajo
la consigna “nos morimos de hambre, estamos desesperadas”.
La agencia alemana de noticias DW, en su servicio en español, reseñó con resaltador una de las frases de las mujeres que cruzaban el paso fronterizo: “allá (en Venezuela) no se consigue nada, no hay que comer”.
La matemática económica refleja otra cosa
La coyuntura económica venezolana
en el terreno del tema alimentario se caracteriza por un déficit en
inventarios habituales de cierto grupo de rubros de consumo básico y
masivo en Venezuela, bajo condiciones de regulación de precio:
harina de maíz, arroz, pasta, aceite, entre otros. Estos productos y
otros (de higiene y del hogar) son los principales productos que generan
cola y aglomeración en los puntos de venta adonde llegan en condiciones
de precio justo o regulado.
Pero por otro lado hay una serie de
productos que están en una rotación frecuente, su problema no es el
desabastecimiento, sino sus altos precios. Aunque regulados algunos de estos productos, las regulaciones no se cumplen
y son objeto de fuerte especulación. Productos como: carne de res,
pollo, huevos, queso, frutas, hortalizas y tubérculos tienen una gran
fluidez, son rubros de producción nacional y están amontonados en
anaqueles de cientos de miles de negocios en todo el país, incluyendo el
eje fronterizo colombo-venezolano.
Para las familias venezolanas el problema de este segundo grupo de rubros es su precio,
no su disponibilidad. Algunos de estos rubros recientemente hasta se
han estancado o han bajado en sus precios (como la carne de res y el
queso) dada una caída en el consumo, pues para muchas familias ha sido
bastante cuesta arriba comprarlos con la frecuencia habitual. Pero disponibilidad hay.
En los comercios regulares, como mercaditos, carnicerías, charcuterías y fruterías de San Cristóbal, los anaqueles están llenos de productos costosos.
Los precios en el mercado bachaquero revendedor son incluso mucho más
altos y allí se encuentra de todo, especialmente los productos regulados
desviados. Pero, nadie que “tenga hambre en Venezuela” podría ir a comprar a Colombia por el cambio monetario.
El relato del cruce hacia Colombia por
estas señoras a comprar alimentos se cae por la matemática del tipo de
cambio fronterizo, el que rige todo tipo de actividad económica en la
frontera. Los venezolanos que podrían comprar alimentos en Colombia serían quienes posean dólares o pesos, es decir, personas que al cambio especulativo
tienen gran cantidad de dinero en bolívares que le permitiría a
cualquiera comprar toda clase de alimentos en Venezuela sin problema
alguno.
Dicho de otra manera: sólo una persona
de la clase media alta, con mucho dinero, podría ir a comprar a Cúcuta.
Pero compraría productos que se encuentran en Venezuela, que aunque
estén a precios altos, estarían comparativamente mucho más bajos al
cambio. Por ejemplo: un kilo de carne en el lado venezolano de la frontera cuesta entre 3 mil 500 y 4 mil bolívares. Del
lado colombiano cuesta más o menos 10 mil pesos. Al día de hoy, el
cambio es -en casas de cambio- de 0,24 bolívares por peso. Eso implica que comprar 1 kilo de carne en Colombia, al cambio, cuesta 41 mil bolívares. Un precio superior diez veces al precio de la carne en Venezuela.
Lo que ha generado
Luego de ello, aparte de reiterar el discurso de una “hambruna” en Venezuela, desde Colombia, el presidente Juan Manuel Santos y la canciller María Ángela Holguín, y desde Venezuela el gobernador del estado Táchira José Vielma Mora, han posicionado el tema de la reapertura de la frontera.
Si bien, se puede afirmar que nadie se
beneficiaría con el mantenimiento de esta medida por un período muy
prolongado, su apertura debe ser muy bien planificada, con medidas de
control y vigilancia mejoradas y respetadas por ambos Estados.
De lo que sí se puede estar seguros es de que el día que abran la frontera, no van a salir multitudes de venezolanos a “hacer mercado” en Colombia.
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