La capitana del Dick, Kerrs Ladies besa a la
capitana del equipo contrincante antes de un partido en Preston,
Inglaterra en 1920. Cuando se quitaban el sombrerito, las obreras de la
munición eran torreones formidables y ágiles.
NATIONAAL ARCHIEF
Las proezas de Lily Parr
18 de
Marzo de
2015
Se espera que más de 70.000
espectadores sigan en junio, en Canadá, los partidos de la Copa Mundial
de Fútbol femenino. Está bien, pero tampoco es gran cosa si se tiene en
cuenta que el 26 de febrero de 1920 cincuenta y tres mil espectadores
pagaron su entrada, en el Everton Goodison Park, en Walton, una especie
de barriada de Liverpool, frontera con Anfield, para ver jugar a dos
equipos femeninos, el famoso Dick, Kerr Ladies, contra el St. Helens
Ladies.
La asistencia rompió todos los récords del campo. Los
beneficios, unas tres mil libras del momento, fueron a parar a un fondo
de beneficencia para soldados heridos en la Gran Guerra y las jugadoras
cobraron 10 chelines cada una.
El ídolo de la tarde fue Lily Parr, una
adolescente de 14 años y 1,78 m de altura que fue imparable. El Dick,
Kerr´s ganó por 4-0.
Tanto éxito fue su perdición: pocos días después la
Football Association de Inglaterra dejó de reconocer el fútbol femenino,
prohibió que se jugara en campos o estadios oficiales y desaconsejó
vivamente su práctica. La prohibición duró hasta 1971 y la Football
Association no pidió perdón hasta los años 80. Simplemente, habían
tenido miedo de que el fútbol femenino perjudicara la asistencia a los
partidos entre equipos masculinos. ¿Qué habría pasado si esa prohibición
no hubiera existido? Como es obvio, en su momento no se dio esa
explicación. La nota oficial de la FA decía que "las mujeres no son
físicamente aptas para jugar al fútbol".
Una disculpa más falsa que un euro con la cara de Merkel,
porque el Dick, Kerr Ladies estaba formado por trabajadoras de una
fábrica de municiones (La Dick, Kerr and Company), que pasaban más de
diez horas al día entre explosivos, obuses y cañones y que tenían en su
mayoría un curioso tinte amarillo en la piel, fruto de la toxicidad del
azufre con el que lidiaban. El fútbol, jugado al aire libre, era, a
decir verdad, casi una buena medicina para esas jóvenes obreras.
La
mayoría tenía entre 14 y 20 años y jugaba de maravilla porque habían
aprendido a mover la pelota junto a sus hermanos en los patios de las
interminables barriadas de trabajadores de la industrial Walton, una
circunscripción inglesa en la que estuvieron ganando los laboristas más
marxistas, al menos hasta que apareció Blair.
El Dick, Kerr Ladies fue un equipo de ensueño. Incluso
prohibido, incluso teniendo que jugar en campos infames y sin árbitros
colegiados, consiguió siempre arrastrar a varios miles de aficionados.
Vestían camiseta con franjas negras y blancas, pantalón corto azul y
cuando salían al campo lucían un delicioso sombrerito con los mismos
colores de la camiseta. Pero cuando se quitaban el sombrerito, las
obreras de la munición eran torreones formidables, ágiles y, según las
crónicas de la época, extraordinariamente técnicas.
Lily Parr siguió
jugando unos años pero al final optó por estudiar Enfermería y se pasó a
otro uniforme. Y el Dick, Kerr´s cambió de nombre y terminó
desapareciendo. Seguramente no fue el primer equipo femenino de la
historia, porque una tal Nettie Honeyball fundó en 1894 un grupo llamado
British Ladies Football Club. (Obsérvese, de paso, que todos los
equipos ingleses, hasta nuestros días, incluyen la palabra Ladies, señoras, como si fuera necesario reclamar respetabilidad).
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