Imágenes. A la izquierda, portada del influyente semanario económico Cinco Días
(propiedad del poderoso grupo PRISA). un medio caracterizado por la
defensa de los intereses del capital financiero. La portada,
correspondiente a la edición del 12-13 de diciembre, es posiblemente la
imagen que mejor expresa la tranquilidad del Capital, consciente de la
servidumbre garantizada por parte de los 4 partidos más votados.
A la derecha, un expresivo meme
que circuló en las redes sociales, en el cual el rostro de los 4
candidatos principales ha sido sustituido por el de Juan Rosell,
presidente de la patronal CEOE. Ambas imágenes sintetizan visualmente lo
que nos dice Marcos Roitman en el artículo que sigue: "Los cuatro
están de acuerdo en lo fundamental y gozan del beneplácito de los
empresarios, la banca y las instituciones europeas".
Esto ha sido reconocido también por Juan Rosell, quien expresó desde su satisfacción que lo importante es que ningún partido, "ni Podemos, destrozaría ya la política económica actual".
Elecciones en España: mucho ruido y pocas nueces
Por Marcos Roitman Rosenmann
Fuente: publicado en La Jornada
21 de diciembre de 2015
[Negrita, subrayado e imágenes son añadidos nuestros]
Nunca en estos 40 años
de monarquía parlamentaria los medios de comunicación han jugado un
papel tan determinante en el proceso electoral. Han condicionado –hasta el extremo de ignorar candidatos, coaliciones, formaciones políticas e invisibilizar opciones– para favorecer una visión manipulada e interesada de quienes se jugaban ser alternativa de gobierno. En este sentido ninguno de ellos constituye una amenaza para el sistema. Los cuatro están de acuerdo en lo fundamental y gozan del beneplácito de los empresarios, la banca y las instituciones europeas, más allá de los discursos estridentes.
Por hacer memoria. En el plazo de un año de vida Podemos ha pasado de promover el sí a
la renta básica, el impago de la deuda, la salida del euro, la
nacionalización de las compañías eléctricas, las telecomunicaciones, la
banca, los transportes, el sector sanitario, a un no sin paliativos. Ya no defiende la jubilación a los 60 años y se suma a la reforma laboral del PSOE y del PP.
Asimismo, del no a la OTAN pasa a un sí.
Igualmente, de rechazar las empresas de trabajo temporal a reconocer su
valía. Y en política internacional no ha sido menos su transformación.
No es de extrañar que el presidente de la Cámara de Comercio y la
presidenta del consejo de administración del Santander señalen que no
hay por qué temer a Podemos. Ahora ellos mismos han pasado a definirse
como nuevos socialdemócratas, continuadores de la labor progresista de
los primeros gobiernos de Felipe González y Rodríguez Zapatero.
En otro orden de cosas, tampoco habíamos asistido a una
mentira construida para hacer creíble un discurso falaz y maniqueo:
presentar la realidad política de España como un sistema bipartidista, imperfecto, pero al fin y al cabo bipartidismo. En España nunca ha existido tal situación; cuestión diferente es la existencia de partidos hegemónicos,
Partido Popular y Partido Socialista. Ambas organizaciones, en momentos
determinados, han conseguido la mayoría absoluta, lo cual les ha
permitido gobernar en solitario.
No es lo mismo partidos hegemónicos que bipartidismo.
Mientras uno de los dos partidos gozó de la mayoría absoluta, aplicó la
política del rastrillo. Así aprobaron recortes, la guerra del Golfo,
privatizaciones, rescates bancarios y concesiones de soberanía y
seguridad, sin olvidar las leyes mordaza y de restricción a las
libertades ciudadanas.
Sin embargo, cuando tal
situación no se ha producido, Partido Popular y PSOE han sido obligados a
pactar, negociar, llegar a acuerdos y construir legislaturas abiertas y
con coaliciones de coyuntura. Para estos fines han servido las minorías
vasca, catalana, navarra o partidos regionales con uno o dos diputados.
La situación que hoy se presenta como novedad no lo es tanto; la diferencia estriba en la emergencia de nuevos actores que sustituyen a otros o, mejor dicho, expresan nuevas voluntades, que en nada suponen desestabilizar el régimen, más bien lo apuntalan. Bien es cierto que parte
de los votos de los partidos hegemónicos han ido a parar,
mayoritariamente, a sus hermanos de sangre: Podemos, con respecto al
PSOE, y Ciudadanos, en relación con el Partido Popular. En este
sentido los datos son elocuentes: con 96.2 por ciento de los votos
escrutados, según cifras oficiales del Ministerio del Interior, el PP
logra 123 diputados y el PSOE 90. Entre ambos conservan 50 por ciento de
los votos emitidos, el equivalente a 13 millones de votos de los 25
millones que acudieron a las urnas (73.6 por ciento de participación).
Por otro lado,
Ciudadanos alcanza 13.9 por ciento, 3 millones y medio de votos, y 40
diputados; Podemos se sitúa con 12.6 por ciento de los votos y 42
diputados. Constituye una manipulación mal intencionada concederle como suyos los diputados electos pertenecientes a las coaliciones
de las cuales forma parte junto con movimientos sociales y partidos de
izquierda. Anove, en Galicia; Compromis, en Valencia, e Izquierda Unida,
Iniciativa, PSUC e independientes, en Cataluña. Lo cual no supone
desconocer un porcentaje mayor si fuese posible desagregar a quienes
votaron a Podemos dentro de las coaliciones. En otras palabras, no todos
los diputados electos de estas listas pertenecen a Podemos.
Lo cierto es que el mapa
electoral se rediseña y un gobierno de coalición se advierte como
resultado de la fragmentación del voto. Pero no será viable a cuatro
bandas. Se intuye una legislatura inestable, a lo cual hay que agregar
una hipotética convocatoria de elecciones anticipadas a medio plazo.
Salvo sorpresas de última hora, acuerdos a tres bandas, entre los cuatro
primeros más votados, se antojan improbables. Unos y otros han mostrado
su reticencia bien a Podemos, al Partido Popular o Ciudadanos.
Recordemos que el congreso lo conforman 350 diputados, situándose la
mayoría para formar gobierno estable en 176 curules.
La casi desaparición
de la izquierda política en el parlamento, por el descalabro de
Izquierda Unida, acosada por una campaña espuria llamando al voto
útil para traspasarlo a Podemos y el PSOE, le hace perder 800 mil votos.
Ayer, con dos diputados, alcanza 3.7 por ciento de los votos. Unión
Progreso y Democracia (UPD) desaparece. La que sí mantienen su fuerza
con altos y bajos es la derecha vasca y catalana. El voto nacionalista
se decanta mayoritariamente hacia el PNV, Ezquerra Republicana y la
nueva derecha salida de la ruptura de Convergencia y UPD, con el
proyecto independentista.
En conclusión, mucho
ruido y pocas nueces. No habrá crisis de régimen, gobiernos de
izquierda, cambios constitucionales de gran calado o un cuestionamiento
de la casta. Ahora se antoja un tiempo de espera en el
cual, lo más probable, será una restructuración de los dos grandes
partidos hegemónicos bajo la atenta mirada de Estados Unidos, la Troika y el Ibex 35.
Marcos Roitman Rosenmann
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