martes, 6 de agosto de 2013

La troika. Hablan de ella en los diarios escritos y televisados, como si todos estuviéramos obligados a saber de qué se trata.


Artículo de  colaboración para Borroka Garaia da!.  Autor:  Fermin Gongeta

La troika. Hablan de ella en los diarios escritos y televisados, como si todos estuviéramos obligados a saber de qué se trata.

Siempre me ha sonado a tres grandes y poderosos grupos europeos, que se han unido para salvar a los poderosos, políticos, banqueros y grandes comerciantes.

Cuando en el Estado Español citan a la Troika, es que los del gobierno han elaborado y promulgado, con su acuerdo y bendición, una ley que empobrece al pueblo, a nosotros, a la gente de a pie.

Para los gobiernos, la Troika y sus insinuaciones vienen a ser, para entendernos, como para las jerarquías católicas lo de la “palabra de Dios”, algo de obligado cumplimiento, porque nunca se equivocan.

Decir que hablar de la Troika equivale a nombrar al FMI, la CE y el BCE, y entender lo que eso quiere decir es sencillamente intentar presumir de palabras, que para nosotros carecen de sentido. Porque ¿qué son el FMI, la CE y el BCE? … Palabras inconexas encubridoras del máximo poder.

Los empresarios, adinerados, políticos y banqueros, ladrones profesionales en un 95 por ciento, mandan, imponen y luego sancionan con cárceles y muertes lentas a quienes han sido saqueados. Se han organizado de tal manera que empobrecen a los pobres, algo fácil de hacer, pero inhumano. Ellos se enriquecen a nuestra costa; también sencillo desde el poder, porque lo hacen robando.

¡Ah, eso sí! ¡Con la bendición de la Troika. Tres organizaciones que aterrorizan, empobrecen y destruyen la democracia de los países.

Seguramente que por la tele ya conocemos al portugués Barroso de la CE, como a la presidenta del FMI Christine Lagarde. ¿Y el presidente del BCE, el italiano Mario Draghi, que ha sido capaz de preguntar públicamente ¿por qué siempre hay que hablar “del puto dinero”? (Xavi Puiug 12/06/2013)

Ellos, la Troika, son los súper dirigentes clandestinos de Europa y parte del mundo, a quienes pagamos con dinero de sangre, para que ellos puedan vivir ociosamente a base de aniquilarnos.

Por eso empezó en Portugal la imponente manifestación contra la Troika. (El País. 01/06/2013) ¡Que se lixe la troika! ¡Que se fastidie la troika! Gritaban los manifestantes.

- ¡Fue algo grandioso! –Dicen quienes vivieron aquel acontecimiento. Aquel sábado, frente al edificio del Fondo Monetario Internacional.

-Sí, pero la gente se desinfla. –Mantiene otro manifestante de aquel día.

-Incluso para llegar a Lisboa, desde todas las provincias de Portugal, para una gran manifestación, hace falta dinero. Y es precisamente el dinero lo que falta al pueblo, que nos oponemos a los poderosos. Sí, a los poderosos. Los reemplazantes de Dios.

Tal vez sea eso lo que aún no hemos comprendido los miserables de la tierra. Ellos son Dios. Los nuevos dioses, que premian y castigan sin esperar nuestra muerte ni el juicio final.

Es verdad que tras la primera manifestación anti troika, en Portugal, también se han realizado protestas en otros países. Aunque sin tanta participación.

-¡Olvídate escribano! El pobre morirá pobre. Los 7000 de Fráncfort, o los manifestantes de Atenas, Bruselas, Madrid o Barcelona, seguro que no fueron tan castigados como los portugueses.

¿Te queda claro? Protesta el que más sufre. Y después, cuando has salido 10, o veinte veces a la calle protestando, y ves que las leyes no cambian, sino que, además, las cárceles se llenan y desbordan, te das cuenta, de que no merece la pena gastar ni medio euro en un desplazamiento inútil, del que nada se consigue, del que no se obtiene ninguna mejoría.

-Y ¿qué me dices de los intelectuales? –Pregunto chismoso.

-¿De quienes escriben? ¿De los que dan clases en las universidades?… Me suena Sartre, que lideró la Izquierda Proletaria. Fue el último adversario comprometido.

Sí, claro. Los que escriben, los que dan clases, los que asesoran, el otro grupo que cree poseer la verdad, esos no se manifiestan en las calles. Lo suyo son los despachos, los libros… y viven de eso. No es el grupo de gente que pase hambre.

Por eso mismo no van en contra del sistema híper capitalista. Le critican. ¡Faltaría más! Es eso lo que ellos defienden, una sana crítica. Una crítica constructiva, dicen. Pero no irán nunca contra el sistema.

Dicen que es necesario introducir algún cambio en el sistema súper liberal, de que gane el que más pueda, como si el ideal de la vida social perfecta fuera un combate de boxeo.

-Pero el combate debe mantenerse. –Decimos nosotros.

- No. Siempre mandarán aquellos a quienes haya elegido la mayoría. Aunque el porcentaje superior de los ciudadanos sean los que se han abstenido de votar, por la total desconfianza en los políticos.

Los llamados intelectuales están de acuerdo con que la plebe se manifieste. Desearían unos políticos con un carácter más abierto, dialogante incluso, comprensivo. Pero las elecciones han marcado el límite de la participación política de los ciudadanos… Ellos, los súbditos son quienes han elegido el sistema de representación política. Deben someter su voluntad, y obedecer a quienes han elegido en las urnas.

-¿Protestar?

- Sí, pero con moderación. Sería bueno y deseable, conseguir una Iniciativa Legislativa Popular (I.L.P.) con valor jurídico. Pero esa iniciativa debe pasar por el Parlamento, por el filtro del poder político. El resultado sería nulo.

El resumen pues, es sencillo. Los trabajadores currelan, transforman la naturaleza y la mejoran. Pero son los que se dedican a pensar y mandar, quienes viven de las mejoras realizadas por el mundo del trabajo.

Y es que, la verdadera división del trabajo se realiza a partir del momento en que se separan el trabajo físico y el intelectual. (Marx y Engels. Ideología alemana) Esa es la división de la sociedad: unos son los que trabajan, y otros los que se benefician de ello.





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