viernes, 19 de abril de 2013

El informe censurado del 11-S expone vínculos entre Arabia Saudí y Al Qaeda


Fuente: ABC
03.08.03

La Administración Bush se niega a publicar los inquietantes contenidos de las 28 páginas del informe oficial elaborado por el Congreso de Estados Unidos

Washington se despertó ayer con toda clase de inquietantes detalles sobre las 28 páginas censuradas del informe oficial realizado por el Congreso de Estados Unidos para identificar los fallos de seguridad que hicieron posible la tragedia del 11-S. Un capítulo dedicado a las comprometedoras relaciones entre Al Qaeda y Arabia Saudí que la Administración Bush se empeña en no publicar con la excusa de no dañar una serie de investigaciones en curso.


Sin embargo, estos reparos de la Casa Blanca por no complicar aún más las tensas relaciones con el país árabe que controla el precio del petróleo, no son universales. Y varias 'gargantas profundas' han empezado a sacar a la luz algunos de los trapos sucios que la Administración Bush hubiera preferido mantener en secreto. Las filtraciones publicadas por diversos medios de comunicación coinciden en una abultada serie de vínculos en la trama del 11-S que salpicarían a instituciones, magnates y miembros de la familia real de Arabia Saudí.


Relaciones con los suicidas del 11-S
Dentro de la porción desvelada por el New York Times del informe elaborado por los comités de Inteligencia del Senado y la Cámara Baja se destaca que dos saudís relacionados con algunos de los terroristas del 11-S probablemente forman parte de los servicios de inteligencia de Riad. Los sujetos en cuestión son Omar al-Bayoumi y Osama Bassnan, con base en San Diego y un extenso contacto con al menos dos de los suicidas que atacaron el World Trade Center y el Pentágono.



Omar al-Bayoumi estaba empleado indirectamente por la autoridad de aviación civil de Arabia Saudí, una "tapadera" que le permitía recibir ingresos regulares pero sin realizar ningún trabajo a cambio. Estos pagos se habrían incrementado significativamente después de que el posible espía entrara en contacto a principios de 2000 con dos de los secuestradores del 11-S, Khalid al-Mihdhar y Nawaf al-Hazmi llegados a EE.UU. tras participar en una famosa cita de planificación celebrada en Malasia. Dos meses antes de la ofensiva terrorista Al-Bayoumi emigró a Gran Bretaña donde el antiguo jefe de los servicios de inteligencia saudís -el príncipe Turki al-Faisal- estaba destinado como embajador en Londres. Ahora, este viajero sujeto se encontraría en Arabia Saudí.



Entre las revelaciones facilitadas por Los Angeles Times sobre este polémico documento, se destaca que el Gobierno de Arabia Saudí no sólo facilitó significativos fondos y ayuda a los terroristas del 11-S sino que también ha tolerado el envío de cientos de millones de dólares con destino a las arcas de Al Qaeda y otros grupos terroristas. Citando a varias fuentes que han tenido acceso a estas páginas clasificadas, el diario de California enumera una serie de sospechosas actuaciones que no pueden ser calificadas como actos aislados o coincidencias y que apuntan directamente al gobierno saudí y no sólo a ciertas entidades o individuos.


La Casa Blanca viene defendiendo con firmeza la necesidad de mantener en secreto por razones de seguridad nacional esta comprometida parte del informe, de casi 900 páginas, elaborado por el Congreso federal y presentado hace dos semanas. El propio Bush ha indicado que "no tiene sentido desclasificar estas páginas porque se estaría ayudando al enemigo" al revelar métodos y fuentes de los servicios de inteligencia norteamericanos. Según Bush, "si se está investigando a determinada gente, no nos interesa que ellos lo sepan".


Riad quiere que se publique
Estos argumentos de sigilo han sido rechazados por la mayoría de los congresistas demócratas y algunos republicanos, para quienes sólo se debería censurar una mínima parte que ofrece detalles específicos sobre las actividades de contraespionaje y contraterrorismo del FBI. A favor de la publicación está el propio gobierno de Arabia Saudí. Según el príncipe Saud al-Faisal, ministro de Exteriores, su país "no tiene nada que esconder y no buscamos ni necesitamos un escudo".

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