Las contundentes derrotas del PSOE en Galicia y Euskal Herria no consiguieron que el ínclito Rubalcaba haya dimitido. Parece que a la dirigencia de este partido antes socialista y obrero, ahora muy español, les importa un bledo seguir de bisagra del PP, como esperando el momento de volver a gobernar cuando se les acabe el chance a sus amigotes de la otra derechona, en una suerte de intercambio de poder, de un bipartidismo que cada día se parece más a un partido único que engaña, que miente, que manipula cada cuatro años a un electorado que desconoce lo que se cuece en los despachos de estos conspicuos defensores del régimen.
Estas dos fuerzas políticas modificaron la Constitución Española sin contar con el pueblo para poder seguir recortando derechos, siempre juntos, unidos en sus cocteles y fiestas de las fuerzas armadas y otros saraos y banquetes criminalizan a toda persona que se movilice, que rodee esa cueva del dinero y el lujo llamada Congreso de los Diputados. No consienten que nadie cuestione su siniestro estatus de herederos de una vergüenza de transición, que dejó en las cunetas a cientos de miles de defensores de la verdadera democracia, aquella que hace que sus gobiernos gobiernen por y para el pueblo y no para la delincuencia financiera, para las ambiciosas y egoistas grandes fortunas que son las únicas beneficiarias de los recortes sociales, de la privatización de la sanidad, de que en Catalunya la primera causa de muerte ya sea el suicidio, de que haya casi tres millones de niños y niñas bajo el umbral de la pobreza en el estado español, de que solo en Canarias uno de cada tres menores de edad sufra desnutrición.
El PPSOE como ya muchos lo llaman, el partido único de los millonarios y bankieros que se reparte el poder cada cierto tiempo, que se monta broncas y discusiones fingidas en los plenos del Parlamento, para luego tomarse juntos el café, los licores y las risas, humillando a las millones de familias que ya no perciben ningún ingreso ni ayuda, a toda la gente que está siendo expropiada de sus viviendas por una banca sin escrúpulos. Se ríen de todo sus señorías porque tienen sus cuentas repletas, ya casi no les cabe el dinero y viven en la opulencia como profesionales de la política, años y años vegetando del cuento ante un pueblo que pasa hambre y necesidades extremas para poder subsistir.
Son respetuosos defensores de la monarquía, ocultan discretamente los “excesos” del monarca, las corruptelas de algunos miembros de la Casa Real, se mofan del pueblo alzado, de movimientos justos y democráticos como el 15M o el 25S. No les interesa que esto cambie y prefieren seguir medrando entre los bastidores palaciegos con sus sueldazos, sus cochazos, sus líos, su vergonzoso nivel de vida entre sesión y sesión de un parlamento secuestrado y en manos de vividores millonarios. Un recinto donde no dejan entrar al pueblo a ejercer su derecho a protestar y usan a su guardia pretoriana para apalear, pisotear, abrir la cabeza a honradas personas mayores, a chiquillos menores de edad que protestan contra una universidad vetada a los hijos de la clase obrera. Mandan a sus esbirros a machacar, a humillar, a arrastrar por los pelos, a lanzar balas de goma contra los que defienden la democracia, la libertad y el fin del saqueo del estado.
El “Partido Único” se aferra a un poder que da mucha pasta y que coloca y enchufa a sus familiares y amigos, que impone a sangre y fuego abusos y reformas al dictado de los vampiros de la troika, que machaca derechos constitucionales, que vive alejado de la mayoría ciudadana, de una sociedad civil que contempla asombrada el modus vivendi de una casta insaciable que saca jugosas tajadas de esta estafa de crisis.
“No pasa nada señores” diría Felipe González o su amigo José María Aznar, “cuando esto termine todos viviremos a lo grande ganando millones en cualquier multinacional”. Así es y así seguirá siendo, si no paramos con lucha y movilización constante el mayor saqueo de la historia de esto que todavía algunos llaman “democracia”.
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