Andan los agoreros dando la barrila catastrofista con que hay seis millones de parados, cuando lo bonito de la semana es que España ha dado muestras, una vez más, de que es un país culto y refinado. Tome nota Angela Merkel, que solo lee la versión Standard&poors&more poors de Mein Kampf.
Mientras los mercados nos empobrecen, el gobierno cuela en los presupuestos 60.000 millones más para la banca, los desahuciados se suicidan, los inmigrantes se ahogan, los catedráticos se mileurizan, los estudiantes se sublevan y los indignados, que ya somos todos, rodean el Congreso, en España encontramos tiempo para el remanso cultural, para la contemplación azoriniana, para lo deportivo, lo caritativo, lo almidonado, lo monárquico y lo biempensante en los premios Príncipe de Asturias. Y dinero. También encontramos dinero. Porque estos premios rondan los seis millones de euros de presupuesto. Unos pocos desahucios se evitarían.
Pero valió la pena. No conozco a un solo ciudadano español que no se tragara ayer, con lágrimas desde los ojos hasta el ombligo, la ceremonia de entrega de los premios. Y el cóncavo y poscontemporáneo discurso de Felipe el Limosnero, que abordó con valentía, y sin concesiones al tópico, la descripción de nuestros años de monarquía parlamentaria. “A lo largo de estos años de democracia, todos juntos, hemos acumulado un patrimonio extraordinario”, confesó quizá pensando en su padre y en su cuñado. Aunque después, sin sonrojarse apenas, matizó que tal patrimonio era “de libertad, de respeto y de civismo”, que debe ser una divisa impresa en los billetes de 500€, esos desconocidos que solo viajan en maletines destino Suiza, Islas Caimán, Delaware, la casa de Isabel Pantoja y así.
Jalonando el florido discurso de nuestro barbado príncipe, vinieron los premios. Futbolistas, escritores, arquitectos, gentes, etcétera. Pero, sobre todo, entidades vinculadas al mundo de la caridad. Cruz Roja, Banco de Alimentos y Media Luna Roja.
En España, desde los tiempos en que las marquesas ordenaban hacer ganchillo a sus sirvientas para donar bufandas a los pobres, la caridad ha sido un gran motor de nuestra economía. Hoy media España vive de la caridad, debe constituir ya el 20% de nuestro PIB, y esta semana nos hemos enterado de que Amancio Ortega ha donado, sin publicidad, 20 milloncitos a Cáritas. Eso sí, después de haberse ahorrado, también sin publicidad, más de 200 millonazos en impuestos con el truquito de cotizar por medio de Sicavs. Que una cosa es desbordar solidaridad y otra ser gilipollas. Bendita España de las oportunidades, que diría Don Felipe.
Uno, en su cortedad, cree quetampoco hubiera estado mal darle el premio a Stop Desahucios, o a 15MPaRato, o al movimiento 15-M en general, pues han evitado miles de desalojos en España, han asesorado legalmente a miles de arruinados y seguramente hayan salvado a unos cuantos cientos desuicidas. Pero bueno. Se comprende que no se lo den porque no son profesionales. Son perroaflautillados. Y tampoco lo hacen por caridad, sino por cambiar el mundo. Y eso de cambiar el mundo, me huele a mí, a nuestros príncipes de Asturias no les viene del todo bien ahora en octubre.
No quiero con todo esto menospreciar el sacrificio de los cooperantes de las instituciones premiadas, con quienes he tenido el honor de trabajar en lugares bastante poco confortables jugándose (ellos) la vida. Pero la caridad inmovilista es solo limosna. Y limosna es lo poco que el rico te devuelve de lo que te roba. Y aleccionándote, lo que es peor, para que no te lo gastes en vino.
En resumen, que los Príncipes de Asturias han estado muy dedicados a los pobres y, por tanto, a la cultura, porque, en este sistema esclavista que estamos construyendo con el esfuerzo de todos, solo los pobres y los parados tienen tiempo para leer y para ir a la ópera. Y así es como se construye una nación verdaderamente culta. Que la gente tenga tiempo.
Por cierto. Vi la entrega de premios en el canal 24 Horas. Hubo un momento en que se oyó como un rumor de multitudes gritando: “La España real no tiene nada que celebrar”. Enseguida se apagó el ruido, e inmediatamente imaginé que la televisión pública había silenciado a los gritones porque eran de la ETA. ¿Alguien me lo podría confirmar?
Aníbal Malvar
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