Llevan en el poder 140 años. Mangoneando Castellón y, como si fuera una monarquía, heredando el trono de la provincia. Una red clientelar tupida hace que los Fabra se consideren los amos de facto de Castellón.
El último Fabra, D. Carlos, conocido por Il Padrino o El Imputadísimo, ha sido presidente de la diputación de Castellón y presidente del Partido Popular de la provincia durante más de quince años. Y de raza le viene al galgo, pues sus antecesores han estado gobernando esta provincia desde el primer Fabra, el agüelo Pantorrilles, allá por 1874.
Lo malo y lo bueno que tienen los Fabra es su desparpajo. El hecho de que hayan actuado indecentemente durante tanto tiempo y no les haya pasado nada, hace que su actuación sea descarada y cometan con todo desparpajo y desvergüenza sus fechorías.
Así, Carlos Fabra se enfrentó a los periodistas, insulto a la oposición, se vanagloria de haber construido un aeropuerto “para personas”, presume de que le ha tocado la lotería seis veces, amenaza con mearse en la sede de Izquierda Unida, se jacta de colocar a sus amigos y, entre otras maravillas, la diputación bajo su mando editó un libro ensalzando al dictador Franco. Además Rajoy ha hablado de él como de un “ciudadano ejemplar”, a pesar de estar imputado por varios delitos. Todo con una cara dura tremenda, con premeditación y alevosía.
Este ADN es el que ha heredado su hija. Una mujer nacida para mandar. Puesta por papá en lo más alto del PP y en las listas que la llevaron al Congreso. Casada con un tipejo que dejó huella en Madrid, Güemes, que fue Consejero de Sanidad y empezó a cargarse la Sanidad Pública.
Por eso, la chica no puede evitar ser tal como es. Es una Fabra, de los Fabra de toda la vida, de los monarcas de Castellón. Nunca ha trabajado en nada, siempre se ha dedicado a cultivar el poder con la ayuda de papá. Y ahí está con su cargo de diputada por Castellón en la Carrera de San Jerónimo.
Por ser quien es, cree tener derecho a todo. Se siente, al igual que papá, una virreina con inmunidad.
Así es que, no es de extrañar que repela a gente tan poco fiable como los parados. Y que cuando las medidas de su señor, el gran Mariano, vaya contra los desempleados, ella se alegre. En el fondo, y en la superficie, ella que no ha tenido nunca que trabajar, entiende –como muchos peperos— que si los parados no trabajan es porque son unos vagos. Además, así lo dio a entender su jefe cuando dijo que deberían pagar más, a partir del sexto mes, porque era una forma de incentivarles y de que encontraran trabajo.
No puede negar lo que dijo, ese “que se jodan” que le ha hecho famosa. Pero se escuda y se excusa. Así, el mismo día de proferirlo dijo que era para la bancada socialista y ahora dice que es contra un diputado concreto. La verdad es que no sabe cómo salir de ésta. Pero no es creíble, porque si hubiera sido contra la bancada socialista hubiera dicho: “Joderos” o “que os jodáis”; y si hubiera sido contra un diputado, como mantiene ahora, la frase hubiera sido: “Jódete” o “que te jodan”.
La señora se refería a los parados. A esos menesterosos que por vagancia no quieren encontrar un empleo. Esos cinco millones y medio de personas que están hundiendo el país porque prefiere vivir de los subsidios que de trabajar. Así piensan muchos peperos, lo que pasa es que Andrea tiene en su ADN la impunidad que ha heredado de los suyos, la de los caciques poderosos e intocables, la de los que son capaces de presionar jueces y de utilizar sus redes clientelares para mantenerse en el poder durante siglos, sin que les pase nada. La pobre no tiene la culpa; es que es de los Fabra de toda la vida, y no lo puede remediar.
Salud y República
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