Cuando resulta que estamos en una situación de emergencia, cuando mucha gente lo está pasando mal, nuestro queridos gobernantes se dedican, sin complejos, y con determinación, a actuar cual dios omnipotente, capaz de perdonar a unos y premiar a otros.
Y, ni cortos ni perezosos, así lo han hecho. Nos anuncian una amnistía fiscal, donde los ricos que defraudan serán perdonados, y al día siguiente nos salen con una persecución al fraude del paro. Total, los parados serán controlados y si alguno ha cometido la tamaña desvergüenza de haber trabajado estando dado de alta como desempleado, le caerá todo el peso de la ley.
Por el contrario, a los grandes defraudadores de Hacienda, la cosa les saldrá baratita. En vez de pagar lo que deberían, gracias a una maravillosa amnistía fiscal, sus amigos les premian y pagarán sólo el 10%, y además, sin ninguna multa ni castigo.
Esto es un puro dislate. Nadie dice que no se persiga cualquier fraude, pero salir un día diciendo que se perdona a los grandes capitales su delito y al día siguiente amenazar a los parados, dice mucho de la calaña de un gobierno que no tiene sensibilidad y que en su mayoría absoluta, piensa que puede abusar y hacer lo que le venga en gana, cuando se trata de presionar a los más débiles y ayudar a sus afines.
Una broma pesada. Castíguese todos los fraudes, pero todos. Y sobre todo, los que tienen más peso. No vaya a ser que con la excusa del chocolate del loro, terminemos de sacrificar a los más débiles y condecoremos a los más tramposos.
Ese parece el camino. Con este gobierno, los más necesitados están aviados. Solo apoyan a los suyos, y ya sabemos quienes son.
Salud y República
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