Y si Grecia cae y el euro salta por los
aires, se producirá la ruptura completa de la Eurozona y, como señala el
poco sospechoso Martin Wolf, editor jefe de economía
en el Financial Times, “perderán más los acreedores que los deudores”, a
la larga será peor para Alemania. La baza del BCE y su “haremos lo que
sea necesario”, funcionó una vez, pero, si estalla la Eurozona, el
órdago de Mario Draghi sonará a hueco. El escenario que
describen los implacables “ordoliberales” alemanes, tras una hipotética
caída de Grecia, está fabricado a conveniencia, pensado para ganar esta
batalla. Reconocen que, en esa situación, el dinero de los ahorradores
del Sur, españoles incluidos, huiría hacia Alemania, pero San Mario
Draghi reciclaría esos euros de regreso a España en forma de depósitos
bancarios y, así, los bancos, dicen, seguirán siendo solventes, en tanto
el BCE siga comprando bonos estatales, “cuanto sea necesario”.
Pero los economistas con mayor crédito
intelectual en el mundo aseguran que, puesta en cuestión la unión
monetaria de la Eurozona, esta vez los mercados financieros no tragarán.
Sirva como ejemplo la opinión autorizada de Joseph E. Stiglitz.
Explica este Nobel en economía que “el conocimiento de que el euro no
es un compromiso vinculante hará que sea mucho menos probable que tal
maniobra funcione la próxima vez”. Stiglitz se refiere a qué pasaría, en
el caso de una caída de Grecia, con la prima de riesgo española por las
nubes. Con los rendimientos de los bonos disparados al alza, ninguna
declaración sería suficiente para restablecer la confianza, “porque el
mundo ahora sabe que no van a hacer lo que sea necesario”, si ven que
dejan caer a Grecia. Esto ya pasó cuando en EEUU dejaron caer a Lehman
Brothers, y de aquel desastre aún se pagan hoy las consecuencias en todo
el mundo. Y, como señala Martin Wolz en su libro La Gran Crisis,
hoy Grecia es el Lehman Brothers de Europa. En fin, sería conveniente
que la señora Merkel atase corto a sus asilvestrados “ordoliberales” del
Bundesbank, no vaya a ser que perdamos todos, ella en primer lugar.
Si se sabe que se está jugando con
fuego, que, si Grecia cae, y con ella el euro, los que más pierden son
los que se están beneficiando de esta crisis de una unión monetaria
chapucera, la pregunta es por qué están llevando a Grecia hasta el borde
del precipicio. La respuesta es simple; porque no se trata de economía,
se trata de política. Christine Lagarde, responsable
de uno de los acreedores, el FMI, se destapa al afirmar que Podemos
sería un problema “para la recuperación en España”. Es política,
política electoral. Quieren convertir la negociación con Grecia en el
medio para construir un cordón sanitario electoral, quieren detener “la
epidemia”. Pero nuestro problema es que sus urgencias electorales se
conviertan en la soga que ahoga a países como España, en situación de
emergencia social, digan lo que digan los empleados del botafumeiro con
su raca-raca del 3% de crecimiento del PIB.
Lo que los acreedores dirigidos por el
Gobierno alemán pretenden es que Grecia se arrodille en la plaza
pública, se humille, pida perdón, que, como prueba de la superioridad de
la ideología económica dominante en Alemania, los griegos se suiciden
ante el mundo. Se piense lo que se piense sobre la estrategia griega de
negociación, a los deudores del Sur nos conviene que Grecia no caiga.
Nada más clarificador que la entrevista
que Jens Weidmann, presidente del Bundesbank, concedió, en plena
negociación con Grecia, a tres periodistas de países deudores, citados
por él para impartir doctrina, para leernos la cartilla, para crear
opinión.
Sin rodeos, les dijo que los países deudores tienen que pagar, y
si no pueden pagar, como él reconoce que es el caso de Grecia, deben
hundirse como escarmiento para otros. Cuando a este devoto de la
política de austeridad fiscal, que tanto beneficia a Alemania con un
euro depreciado gracias a nuestros males, le preguntan qué va a pasar
con España, responde que nada malo, si los españoles saben votar
correctamente. O, en bávaro, os metisteis en una unión monetaria
libremente y, si ahora os mata, a aguantarse y a hacer los deberes que
os marcamos. Cuando le preguntan si no sería bueno un poco más de
inversión alemana e inflación, contesta que en Alemania las carreteras
están en buen estado. Así son los tipos que, si no lo impiden otros
alemanes capaces de mirar más allá de su ombligo, que los hay, volverán a
aislar a su país de la Europa que necesitan más que nadie.
En este contexto de conflicto en la
Eurozona, sorprende la posición que están manteniendo en España todos
los medios de comunicación “en papel”. La vieja política y el viejo
periodismo están hablando como si los españoles formásemos parte del
“grupo alemán”, como si fuésemos acreedores. Se dice que Grecia es un
país tramposo, que nos hace chantaje a quienes les hemos prestado
dinero, y que hay que ponerles en su sitio. Se dice esto desde un país
que tuvo que pedir cien mil millones de euros para un rescate bancario
en toda regla. Pero, no confundirse, no es economía, es política,
política electoral.
¡Que vienen los bárbaros! Para detener a
quienes amenazan en la frontera, todas las fuerzas políticas y
mediáticas tradicionales, todas, prefieren apoyar a los ultras
“ordoliberales” alemanes, no por razones de interés económico del país,
sino por intereses electorales de quienes ven amenazado su estatus. Por
sentirse amenazados electoralmente, prefieren apoyar el ocultamiento de
la verdadera razón del actual conflicto con Grecia, que ya no es la
respuesta a gobiernos tramposos que engañaron con la deuda, sino el
fracaso evidente de las medidas de austeridad fiscal impuestas que
hunden a los países con problemas, y no solo a Grecia. Hoy, la opinión
contraria a la austeridad fiscal, como en el anuncio, la mantienen nueve
de cada diez economistas serios.
Reconozco que Alexis Tsipras
no es santo de mi devoción, pero, en este conflicto europeo, el líder
griego está conectando correctamente su posición con los intereses de su
país, que no son muy diferentes a los de otros países endeudados, como
España. Ha puesto la soberanía de Grecia en el centro de las
negociaciones. Mejor su estrategia que la de Mariano Rajoy, que prefiere
pasar por el mejor alumno del Gobierno alemán con una carta de suicidio
de España en forma de Programa de Estabilidad 2015-2018
remitido a Bruselas.
Lo digo sin olvidar que yo formaba parte de la
mayoría parlamentaria que apoyaba a un Gobierno que, en 2010, se rindió
ante el ultimátum de Ángela Merkel. Ahora espero que Tsipras gane esta
partida, y sé que, pase lo que pase, intentarán hacernos creer que se ha
rendido. Que tengan cuidado, este Gobierno griego está demostrando que
conoce su fuerza y también la debilidad de los otros. Y, en cualquier
caso, como aquel elector andaluz al que, durante la República, le
querían comprar su voto, los griegos podrán decir a los doctrinarios
“ordoliberales”: “En mi hambre, mando yo”.