Noam Chomsky: “Si no paras de decir mentiras, el concepto de verdad simplemente desaparece”
Noam Chomsky nos atendió el miércoles 8 de abril desde su casa de
Tucson (Arizona), donde se refugia con su esposa Valeria. Mantuvimos
esta entrevista justo antes de que el senador Bernie Sanders anunciara
la suspensión de su campaña para la candidatura del Partido Demócrata,
lo que convertía al antiguo vicepresidente Joe Biden en el candidato al
que se habrá de enfrentar Donald Trump en las elecciones de noviembre.
Empecé preguntándole al profesor Chomsky acerca de lo que está
ocurriendo ahora mismo en el contexto de las elecciones de 2020 y de lo
que cree que va a ocurrir en noviembre.
Noam Chomsky: Si Trump resulta reelegido, el
desastre es indescriptible. Significa que las políticas de estos últimos
cuatro años, que han sido sumamente destructivas para la población
estadounidense, para el mundo, se seguirán aplicando y probablemente se
acelerarán. Lo que esto supondrá sólo para la salud es tremendamente
grave. Ya mencioné los datos publicados por The Lancet. Irá a peor. Lo
que supone para el medioambiente o la amenaza de una guerra nuclear,
algo de lo que nadie habla, pero que es sumamente grave, es
indescriptible.
Supongamos que Biden sale elegido. Diría que básicamente sería una
continuación de Obama: nada espectacular, pero al menos no totalmente
destructivo, y ofrecería oportunidades para que una sociedad organizada
cambie lo que se está haciendo, ejerza presión.
Actualmente, con frecuencia se afirma que la campaña de Sanders ha
sido un fracaso. Creo que es un error. Creo que ha sido un éxito
extraordinario porque ha modificado por completo el escenario de debate y
discusión. Cuestiones que eran inconcebibles hace un par de años ahora
están en el foco de atención.
El peor delito que ha cometido, a ojos de las clases dirigentes, no
es la política que propone, sino el hecho de que ha sido capaz de
estimular movimientos populares que ya habían empezado a desarrollarse
–Occupy, Black Lives Matter y muchos otros– y convertirlos en una
corriente activista que no solo aparece cada dos años para presionar a
un dirigente y se da media vuelta, sino que ejerce una presión
constante, un activismo constante.
Esto podría afectar a un gobierno de
Biden. También significa, aunque solo se trate de una acción defensiva
preventiva, que ha llegado el momento de lidiar con una crisis de gran
magnitud.
Analicemos Medicare for All o la otra pieza principal del programa de
Sanders, la educación universitaria gratuita. En todo el espectro de
las corrientes ideológicas principales, incluso lo que llaman la
izquierda dentro de dichas corrientes, las desaprueban porque las
consideran demasiado radical para los estadounidenses. Pensemos en lo
que esto significa.
Es un ataque a la cultura y la sociedad
estadounidenses, algo que se esperaría de un enemigo hostil. Esto
significa que afirmar que deberíamos estar a la altura de países
similares resulta demasiado radical.
Todos tienen algún tipo de sistema
nacional de salud, en la mayoría la educación superior es gratuita: los
países con mejores resultados, como Finlandia, gratuita; Alemania,
gratuita; nuestro vecino del sur, México, un país pobre, posee una
educación superior de gran calidad, gratuita. Así que, para los
estadounidenses, decir que deberíamos estar a la altura del resto del
mundo se considera demasiado radical.
Es un comentario asombroso. Como
he dicho, es una crítica a Estados Unidos que se esperaría de un enemigo
muy hostil.
Esta es la izquierda del espectro político. Lo cual indica que
tenemos problemas sumamente graves. No es solo Trump. Él lo ha agravado
todo aún más, pero los problemas son mucho más graves, como, por
ejemplo, la catástrofe de los respiradores, que describí en su momento,
basada en la lógica capitalista y con el mazazo extra de un gobierno
ineficaz a la hora de lidiar con cualquier asunto.
Esto va mucho más
allá de Trump. Y tenemos que enfrentarnos a los hechos. Algunas personas
lo hacen. Seguro que informaste –no lo recuerdo–, probablemente
informaste de que había que poner en marcha el Reloj del Apocalipsis en
enero. ¿No?
Sí.
Fíjate en lo que ocurrió. Durante todo el mandato de Trump, el
minutero del Reloj del Apocalipsis, el mejor indicador general de la
situación del mundo, se acercó a la medianoche –el final–, alcanzó el
punto más alto de su historia. El pasado mes de enero, lo sobrepasó. Los
analistas pasaron de los minutos a los segundos: cien segundos para
alcanzar la medianoche, gracias a Donald Trump.
Y el Partido Republicano, que es monstruoso, ya no se puede calificar
de partido político. Se limita a repetir, con vergüenza, todo lo que
dice el amo. Carece absolutamente de integridad. Observarlo es
increíble. Se ha rodeado de una colección de psicópatas que se limita a
repetir con sumisión todo lo que dice.
Un verdadero ataque a la
democracia, junto con el ataque a la supervivencia de la humanidad... La
guerra nuclear, aumentar la amenaza de una guerra nuclear, desmantelar
el sistema de control de armas que, en cierto modo, nos ha protegido del
desastre total... Observarlo es asombroso.
El mismo memorando que cité sobre el modo en que las políticas que
estamos adoptando están arriesgando la supervivencia de la humanidad
concluía argumentando que los bancos debían reducir su apoyo a los
combustibles fósiles, en parte por las consecuencias para su reputación.
La reputación de los bancos se está viendo perjudicada. ¿Y eso qué
significa? Significa que los activistas los están presionando y tienen
que conservar cierta reputación. Esa es una buena lección.
El Partido Republicano, que es monstruoso, ya no
se puede calificar de partido político. Se limita a repetir, con
vergüenza, todo lo que dice el amo
Y funciona. Hemos visto varios ejemplos muy llamativos. Por ejemplo,
el Green New Deal. Hace un par de años era objeto de burla, si es que se
llegaba a mencionar. Algún tipo de Green New Deal es esencial para la
supervivencia de la humanidad. Ahora forma parte de todas las agendas.
¿A qué se debe? Al compromiso del activismo. Especialmente del Sunrise
Movement, un grupo de jóvenes que llevaron a cabo acciones relevantes
hasta el punto de llegar a los despachos del congreso. Recibieron el
apoyo de Alexandria Ocasio-Cortez y otros jóvenes legisladores que
llegaron a su cargo como parte de la oleada popular que se inspiró en
Sanders: otro gran éxito. Ed Markey, senador por Massachusetts, se sumó a
la causa. Ahora forma parte de la agenda legislativa. El siguiente paso
es hacerlo viable para forzar su aprobación. Hay muy buenas ideas para
lograrlo. Y esa es la forma de cambiar las cosas.
Si Biden alcanzara la presidencia, no sé si habría un gobierno
absolutamente comprensivo, pero al menos sería abordable, se podría
ejercer cierta presión. Y eso es muy importante. Si echamos un vistazo
al estupendo historiador especializado en asuntos laborales –seguro que
conoce a Erik Loomis, que ha estudiado los esfuerzos de la clase
trabajadora para introducir cambios en la sociedad, en ocasiones en
beneficio de los trabajadores, en ocasiones en beneficio de la sociedad
en general–, presentó una idea muy interesante. Esos esfuerzos tenían
éxito cuando había un gobierno tolerante o comprensivo, no cuando no lo
había. Hay una gran diferencia –una de las muchas diferencias enormes
entre Trump, el sociópata, y Biden, que es un poco vacuo– en poder
presionar de un modo u otro. Es la elección más crucial de la historia
de la humanidad, literalmente. Cuatro años más de Trump nos expondría a
un grave problema.
¿Cómo es posible que Estados Unidos, el país más rico del mundo, se haya convertido en el epicentro de la pandemia?
Los países han reaccionado de formas muy diversas, algunos con
notable éxito, otros con más o menos éxito. Hay uno que ha tocado fondo.
Nosotros. Estados Unidos es el único país importante que ni siquiera
puede proporcionar datos a la Organización Mundial de la Salud porque es
sumamente disfuncional.
Esto tiene un origen. Parte de dicho origen es un sistema sanitario
vergonzoso, que sencillamente no está preparado para nada que se salga
de lo normal. Simplemente no funciona. Esto se ha visto agravado por la
presencia de una extraña colección de gánsteres de Washington que
pareciera como si, de forma sistemática, hubieran adoptado todas las
medidas posibles para hacerlo lo peor posible.
Durante el mandato de
Trump, estos últimos cuatro años, se han recortado sistemáticamente en
todos los aspectos relacionados con la salud. El Pentágono progresa. La
construcción de su muro progresa. Pero cualquier otra cosa –de hecho,
cualquier cosa que pudiera beneficiar a la población en general–
empeora, y en particular la sanidad.
Durante el mandato de Trump se han recortado
sistemáticamente todo lo relacionado con la salud. El Pentágono
progresa. La construcción de su muro progresa. Pero cualquier otra cosa
empeora, y en particular la sanidad
Algunos casos son casi surrealistas. Por ejemplo, en octubre, en un
momento tremendamente oportuno, [Trump] canceló por completo un proyecto
de la agencia para el Desarrollo de EE. UU. –se llamaba Predict– que
trabajaba con países del Tercer Mundo y también en China, para tratar de
detectar virus nuevos que podían convertirse en la pandemia prevista. Y
de hecho desde entonces se preveía –al menos a partir de la epidemia
del SARS en 2003–. De modo que tenemos una combinación de factores,
algunos de ellos específicos de Estados Unidos.
Si queremos asegurarnos, o al menos tener la esperanza, de poder
evitar nuevas pandemias –que es muy probable que lleguen y más graves
que esta, en parte debido a la enorme y creciente amenaza del
calentamiento global– tenemos que estudiar el origen de esta. Y es muy
importante analizarlo detenidamente. De modo que, si echamos la vista
atrás, los científicos llevan años prediciendo pandemias. La epidemia
del SARS fue bastante grave.
Se logró contener, fue el comienzo del
desarrollo de las vacunas, pero nunca llegaron a la fase de prueba.
Entonces ya se sabía que iba a ocurrir algo más y hubo otras epidemias.
Pero no basta con saberlo. Alguien tiene que coger el testigo y
entregarse a ello. ¿Y quién puede hacerlo? Lo lógico sería que fueran
las empresas farmacéuticas, pero no están interesadas. Siguen la buena
lógica capitalista: las señales del mercado indican que prepararse para
una catástrofe anticipada y prevista no genera beneficios. De modo que
no les interesaba.
En ese momento, otra posibilidad es que el gobierno tome cartas en el
asunto. Tengo edad suficiente para recordar que se puso fin al horror
de la polio gracias a un proyecto que puso en marcha y financió el
gobierno y que derivó en la vacuna de Salk, que era gratis, carecía de
derechos de propiedad intelectual. Jonas Salk dijo que debía ser libre
como el viento. Muy bien, se logró acabar con el horror de la polio, el
horror del sarampión y otros. Pero el gobierno no ha podido tomar cartas
en este asunto a causa de otro aspecto particular de la época moderna:
la plaga neoliberal.
Recordemos la alegre sonrisa de Ronald Reagan y su
frasecilla que afirmaba que el gobierno es el problema, no la solución.
De modo que el gobierno no puede intervenir.
Las farmacéuticas siguen la buena lógica
capitalista: las señales del mercado indican que prepararse para una
catástrofe anticipada y prevista no genera beneficios
Se han hecho esfuerzos, no obstante, para intentar prepararse para
esto. Ahora mismo en Nueva York y otros lugares, médicos y enfermeras se
ven obligados a tomar decisiones angustiosas sobre a quién matar –una
decisión nada agradable– simplemente porque no tienen suficiente
equipamiento. Y el obstáculo principal es la falta de respiradores, una
enorme escasez de respiradores. Ahora bien, el gobierno de Obama se
esforzó en intentar prepararse para esto. Y esto revela, de forma
radical, el tipo de factores que nos conducen a la catástrofe.
Contrataron a una pequeña empresa que estaba fabricando respiradores de
gran calidad a bajo coste.
La empresa fue adquirida por una más grande,
Covidien, que fabrica respiradores sofisticados y caros. Y dejaron de
lado el proyecto. Presumiblemente no querían que compitieran con los
suyos, más costosos. Poco después, comunicaron al gobierno que querían
rescindir el contrato. La razón era que no era suficientemente rentable,
por lo que no se hicieron más respiradores.
Lo mismo ocurre con los hospitales. Los hospitales, según los
programas neoliberales, se supone que tienen que ser rentables, es
decir, no pueden tener capacidad de más, solo el suficiente número de
camas para arreglárselas. Y de hecho, mucha gente, yo incluido, puede
testificar que incluso los mejores hospitales han causado gran dolor y
sufrimiento a los pacientes, ya antes de que estallara esta pandemia,
debido a este concepto de eficiencia bajo mínimos que maneja nuestro
sistema sanitario privatizado con ánimo de lucro.
Cuando algo se sale de
lo normal, mala suerte. Y así funciona todo el sistema.
De modo que tenemos una combinación de la lógica capitalista, que es
letal pero controlable, pero que es incontrolable siguiendo los
programas neoliberales, que además dictan que el gobierno no puede
intervenir y coger el testigo cuando el sector privado no lo hace.
Para más inri –y esto atañe específicamente a Estados Unidos– tenemos
un espectáculo circense en Washington, un gobierno totalmente
disfuncional, que está causando graves problemas. Y no es que no se
supiera nada. Durante todo el mandato de Trump, incluso antes, se sabía
que se avecinaba una pandemia. Su reacción fue reducir su prevención.
Sorprendentemente, esta actitud continuó incluso después de que se
manifestara la pandemia.
De modo que, el 10 de febrero, cuando ya era grave, Trump publicó sus
presupuestos para el próximo año. Échenle un vistazo. El presupuesto
mantiene el recorte de fondos del Centro para el Control de Enfermedades
y demás instituciones gubernamentales responsables de la salud, sigue
recortándolas.
Aumenta la financiación de algunas cosas, como la
producción de combustibles fósiles, concede nuevas subvenciones a las
industrias de combustibles fósiles. Es decir, es como si el país
sencillamente estuviera… Mejor dicho, el país sencillamente está
gobernado por sociópatas.
Y la consecuencia, por tanto, es que reducimos los esfuerzos para
lidiar con la pandemia que está tomando forma y aumentamos los esfuerzos
por destruir el medioambiente –los esfuerzos en los que Estados Unidos,
bajo el mandato de Trump, va a la cabeza en la carrera hacia el abismo.
Ahora bien, hay que tener en cuenta que eso –obviamente– es muchísimo
más grave que la amenaza del coronavirus. Y es nocivo y grave, en
particular en Estados Unidos, pero de algún modo nos recuperaremos, a un
precio muy alto.
No nos recuperaremos del derretimiento de las placas
de hielo polar, que está derivando en un efecto retroactivo, bien
conocido, que va en aumento: a medida que se derriten, disminuye la
superficie reflectante y aumenta la absorción en los mares oscuros. El
calentamiento que provoca el derretimiento aumenta. Y solo es uno de los
factores que nos lleva a la destrucción, a menos que hagamos algo al
respecto.
Estados Unidos, sencillamente, está gobernado por sociópatas
Y no es ningún secreto. Recientemente, por ejemplo, hace un par de
semanas, se filtró algo muy interesante, un memorando de JPMorgan Chase,
el banco más importante de Estados Unidos, que advertía de que, según
sus propias palabras, “la supervivencia de la humanidad está en peligro
si continuamos nuestro camino actual”, que incluía la financiación de
las industrias de combustibles fósiles por parte del propio banco; es
decir, estamos poniendo en peligro la supervivencia de la humanidad.
Cualquiera que tenga los ojos abiertos en el gobierno de Trump es
perfectamente consciente de ello. Es difícil encontrar palabras para
calificarlo.
Trump está desesperado por encontrar un chivo expiatorio al que
culpar por sus espeluznantes errores e incompetencia. El más reciente
es la Organización Mundial de la Salud, el ataque a China. El
responsable siempre es otro.
Sin embargo, es sencillo, los hechos son muy claros. El pasado mes de
diciembre China informó rápidamente a la Organización Mundial de la
Salud de que se encontraban con pacientes con síntomas similares a la
neumonía de etiología desconocida. No sabían qué era. Aproximadamente
una semana después, el 7 de enero, comunicaron a la Organización Mundial
de la Salud, la comunidad científica internacional, que los científicos
chinos habían descubierto el origen: un coronavirus parecido al virus
del SARS. Habían identificado la secuencia, el genoma. Estaban
proporcionando la información al mundo.
Los servicios de inteligencia de Estados Unidos eran perfectamente
conscientes de ello. Durante los meses de enero y febrero intentaron que
alguien en la Casa Blanca prestara atención a la llegada de una grave
pandemia. Sencillamente, nadie les escuchaba. Trump estaba fuera jugando
al golf o tal vez escuchando o comprobando sus índices de audiencia en
televisión. Ayer supimos que a finales de enero, un funcionario de alto
nivel, muy cercano al gobierno, Peter Navarro, había enviado un mensaje
muy contundente a la Casa Blanca afirmando que se trataba de un peligro
real. Pero ni siquiera él tuvo éxito.
Noam, usted menciona a Peter Navarro, delegado de comercio,
que envió un memorando –acaba de publicarse en The New York Times– a
finales de enero advirtiendo de que con el coronavirus podían morir
aproximadamente un millón de personas. Y la reacción de Trump en ese
contexto fue prohibir los viajes desde China, no actuar en consecuencia,
que era asegurarse de que Estados Unidos tenía los test adecuados y los
EPIs, el equipo de protección individual, que los médicos, enfermeras,
el personal de limpieza de los hospitales necesitaban para sobrevivir,
tratar a los pacientes y ayudarles a ellos a sobrevivir. Y ha salido a
la luz que las agencias de inteligencia, en ese momento, incluso antes
que Navarro, estaban advirtiendo a Trump. Si pudiéramos retroceder a
hace dos años, cuando disolvió la unidad para pandemias dentro del
Consejo Nacional de Seguridad, pongamos cuando estaba en China
departiendo acerca de gastar dinero en bombas o un muro, que le dijeran:
“Señor, también tiene que fijarse en lo que está ocurriendo aquí”. Y
esa unidad, la unidad para pandemias, no solo se ocupa de cómo
procedemos en Estados Unidos, sino que también se asegura –tal y como
hace el Centro de Control de Enfermedades (CDC) y otros organismos del
gobierno de Estados Unidos– de enviar científicos a otros países, como
China, para investigar y ayudar a otros países, porque cuando se trata
de una pandemia tenemos que ir todos a una. De modo que, ¿podría
hablarnos de estas advertencias y por qué los test y los equipos de
protección individual son tan importantes?
Hay que recordar que esa actitud continuó incluso después de que la
pandemia estuviera presente. Ahora bien, la propuesta presupuestaria es
asombrosa. Se hace el 10 de febrero, con la pandemia muy avanzada. Trump
recorta aún más los materiales gubernamentales relativos a la salud
para seguir atacando. Estaban en el patíbulo, al igual que durante todo
su mandato.
De hecho, las imágenes que has mostrado antes son parte de una
estrategia muy inteligente. Independientemente de que sea algo planeado a
conciencia o simplemente intuitivo, eso no lo sé. Pero seguir la pauta
de hacer una afirmación, contradecirla mañana y salir con algo nuevo al
día siguiente es realmente brillante. Significa que lo van a justificar.
Pase lo que pase, lo habrá dicho. Si disparas flechas al azar, alguna
dará en el blanco.
Y la técnica que emplea con el altavoz de Fox y una
base de admiradores que solo sintonizan la Fox, Limbaugh, etc.,
simplemente van a escoger lo que resultó ser cierto y dirán: “Miren a
nuestro maravilloso presidente, el mejor presidente de la historia,
nuestro salvador, lo supo desde el principio como muestran sus
declaraciones”. No falla.
Se asemeja mucho a la técnica de fabricar mentiras constantemente. Ya
sabemos cómo funcionan, no hace falta insistir en el tema. Los
diligentes verificadores de informaciones llevan la cuenta. Creo que
hasta ahora hay detectadas unas 20.000. Y mientras Trump se muere de la
risa. Es perfecto. No paras de decir mentiras y lo que ocurre es que el
concepto de verdad simplemente desaparece.
En un fragmento del The Daily Show, de Trevor Noah, que se
llama “Homenaje a los estúpidos heroescépticos de la pandemia del
coronavirus”, aparecen varios miembros de los medios de comunicación de
derechas, como Sean Hannity, Rush Limbaugh, Tomi Lahren y otros, así
como congresistas republicanos y miembros del gobierno de Trump,
minimizando o burlándose de la pandemia del coronavirus. Empieza el 24
de febrero y termina con Donald Trump el 17 de marzo y Hannity el 18 de
marzo diciendo que ellos siempre se habían tomado la pandemia en serio.
De modo que, cuando usted escucha las noticias de Fox News –que no es
un canal cualquiera, es la gente con la que se comunica el presidente
Trump. Tal vez sean sus consejeros, porque continuamente le quitaron
hierro a la situación–, ¿considera que el presidente Trump es
responsable? ¿Diría que tiene las manos manchadas de sangre?
No hay duda. Trump hace una declaración disparatada. Después es
amplificada por el altavoz de Fox News. Al día siguiente dice lo
contrario. Se hacen eco; el altavoz lo amplifica. Hay que fijarse en el
tono, el tono del reportaje es interesante.
Es de una confianza
absoluta, no lo que cualquier persona sensata y en su sano juicio diría:
“No lo sabemos con certeza. Hay mucha incertidumbre. Hoy las cosas
están así”. Nada por el estilo. Confianza absoluta. Independientemente
de lo que nuestro querido líder diga, lo amplificamos. Y es un diálogo
interesante. Amplifican lo que dice. Sean Hannity dice: “Es la mejor
maniobra que se ha hecho en la historia universal”.
Y a la mañana
siguiente, Trump sintoniza Fox & Friends y escucha lo que se ha
dicho. Se convierte en su reflexión del día. Es una interacción, Murdoch
y Trump se preparan literalmente para intentar destrozar el país y
destrozar el mundo, porque en el fondo, no debemos olvidarlo, hay una
amenaza muchísimo mayor, que cada vez está más cerca, mientras Trump se
abre camino hacia la destrucción.
Recibe ayuda. Así, en el hemisferio sur, bien abajo, hay otro loco,
Jair Bolsonaro, que rivaliza con Trump para ver quién puede ser el peor
criminal del planeta. Le está diciendo a los brasileños: “Esto no es
nada. Solo es un resfriado. Los brasileños no contraemos virus. Somos
inmunes”. Su ministro de Sanidad y otros funcionarios están intentando
intervenir y decir: “Esto es muy serio”. Muchos gobernadores,
afortunadamente, están ignorando lo que dice. Pero Brasil se enfrenta a
una terrible crisis.
De hecho ha llegado hasta el punto de que en las
favelas, los barrios pobres de Río, donde el gobierno no hace nada por
la gente, otros han intervenido para, en la medida de lo posible,
imponer restricciones sensatas bajo esas miserables condiciones. ¿Quién?
Las bandas criminales. Las bandas criminales que torturan a la
población han intervenido para intentar imponer normas sanitarias. La
población indígena se enfrenta prácticamente a un genocidio, lo cual no
le importaría a Bolsonaro porque, en cualquier caso, cree que no
deberían estar allí.
Entretanto, mientras todo esto ocurre, se publican
artículos científicos advirtiendo de que en 15 años el Amazonas pasará
de ser un sumidero neto de carbono a un emisor neto de CO2. Algo
devastador para Brasil –de hecho, para el mundo entero.
La población indígena se enfrenta prácticamente a
un genocidio, lo cual no le importaría a Bolsonaro porque, en cualquier
caso, cree que no deberían estar allí
De modo que tenemos al llamado Coloso del Norte en manos de unos
sociópatas, que están haciendo todo lo que pueden para perjudicar al
país y al mundo. Y al llamado Coloso del Sur que, a su manera, está
haciendo lo mismo. Sigo la situación de cerca porque mi esposa Valeria
es brasileña y me mantiene al día con las noticias que están apareciendo
en Brasil. Y, sencillamente, es asombroso.
Sin embargo, mientras tanto, hay países que están reaccionando con
sensatez. De modo que, en cuanto empezaron a llegar las noticias de
China –y hubo muchas enseguida, al contrario de lo que se está diciendo–
los países de la periferia de China empezaron a reaccionar –Taiwán,
Corea del Sur, Singapur– de una manera bastante efectiva. Algunos de
ellos lo tienen básicamente bajo control. Nueva Zelanda aparentemente ha
contenido el coronavirus, tal vez casi por completo, con un
confinamiento inmediato durante un par de semanas, y parece que está a
punto de eliminarlo.
En Europa, la mayor parte de los países vacilaron,
pero algunos, los mejor organizados, actuaron enseguida. Es muy
llamativo. Sería muy útil para los estadounidenses que compararan los
desvaríos de Trump con las informaciones y declaraciones sobrias y
objetivas de la canciller alemana Angela Merkel dirigidas a la población
alemana, describiendo exactamente lo que está ocurriendo y lo que hay
que hacer.
Quería preguntarte, mientras conversas con nosotros desde tu
casa de Tucson, Arizona, donde estás confinado porque estamos en medio
de esta pandemia para evitar la propagación y para protegerte a ti mismo
y a tu familia: ¿Qué te da esperanza?
He de decir que sigo un régimen estricto porque mi esposa Valeria
está al mando y yo sigo sus órdenes. De modo que Valeria y yo estamos
aislados.
Pero lo que me da esperanza son las iniciativas que están adoptando
sectores populares por todo el mundo, muchos de ellos. Algunas cosas que
están pasando son verdaderamente motivadoras. Por ejemplo los médicos y
enfermeros que están trabajando sin descanso bajo unas condiciones
sumamente peligrosas, carentes –especialmente en Estados Unidos– del
mínimo apoyo, viéndose obligados a tomar unas decisiones angustiosas
sobre a quién matar mañana. Pero lo están haciendo.
Se trata de un
tributo ejemplar a los recursos del espíritu humano, un modelo de lo que
se puede hacer, junto con los movimientos populares, los pasos para
crear una Internacional Progresista. Son señales muy positivas.
Sin embargo, si nos remontamos a la historia reciente, ha habido
épocas en que la situación parecía verdaderamente imposible y
desesperada. Pienso en mi infancia, a finales de la década de 1930 y
comienzo de la de 1940. Parecía que el ascenso del azote nazi era
inexorable, victoria tras victoria. Parecía que era imparable. Fue la
invención más espeluznante de la historia de la humanidad.
Resulta que
–entonces yo lo desconocía– los estrategas de EE. UU. esperaban que
durante la posguerra el mundo se dividiera entre un mundo controlado por
EE. UU. y otro controlado por Alemania, incluida toda Eurasia: una idea
horripilante.
Y se superó. Ha habido otros movimientos en defensa de
los derechos civiles: el joven movimiento Freedom Riders que se
manifestó en Alabama para animar a los granjeros negros a que fueran a
votar, a pesar de la grave amenaza de muerte que se cernía sobre ellos y
sobre los propios manifestantes.
Son algunos ejemplos de lo que los
humanos son capaces de hacer y han hecho.
Y hoy en día vemos muchas
señales: esa es la base de la esperanza.
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