jueves, 4 de agosto de 2016

¿Porqué los pobres votan a la derecha?

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La explicación que Frank plantea no es solo -no estrictamente- religiosa o “cultural”, ligada al surgimiento de cuestiones susceptibles de oponer dos fracciones de un mismo grupo social -hay que pensar por ejemplo en el aborto, el matrimonio homosexual, la oración en las escuelas, la pena de muerte, el tema de las armas de fuego, la pornografía, el lugar de las “minorías”, la inmigración, la discriminación positiva…

Al otro lado del Atlántico, la dimensión religiosa ha propulsado el resentimiento conservador más que en Europa.
Sustituyendo su “humanismo laico” a la instrucción y a la asistencia antaño dispensados por los vecindarios de barrio, las organizaciones de caridad, las Iglesias, habría socavado la autoridad familiar, la moralidad religiosa, las virtudes cívicas. El ultraliberalismo ha podido así fusionarse con el puritarismo.


Tras cada nueva elección, la misma sensación de sorpresa. ¿Cómo explicar que una masa de electores pobres se desplace a las urnas para aportar su apoyo a los mismos que proponen en primer lugar reducir los impuestos de los ricos. En su prefacio al libro de Thomas Frank, Pourquoi les pauvres votent à droite ? (Porqué los pobres votan a la derecha?), Serge Halimi da elementos para analizar esta paradoja que está lejos de ser solo americana o francesa.
En noviembre de 2004, el Estado más pobre de los Estados Unidos, Virginia Occidental, reeligió a George W. Bush con más del 56% de los votos. Luego no ha dejado de apoyar a los candidatos republicanos a la Casa Blanca. Sin embargo, la New Deal había salvado a Virginia Occidental durante los años 1930. El Estado permaneció como bastión demócrata hasta 1980, hasta el punto de votar entonces contra Ronald Reagan. Sigue siendo aún hoy un feudo del sindicato de mineros y recuerda a veces que “Mother Jones” figura del movimiento obrero americano, tomó parte en él. Entonces, ¿Virginia Occidental es republicana? La idea parecía tan estrafalaria como imaginar ciudades “rojas” como Le Havre o Sète “cayendo” en manos de la derecha. Justamente, esta caída se ha producido ya… Pues la historia americana no deja de tener resonancias en Francia.

Más que en Virginia Occidental, Thomas Frank ha investigado en su Kansas natal. La tradición populista de izquierdas fue también viva allí, pero su desaparición es más antigua. Allí ha visto como se cumplía el sueño de los conservadores: una fracción de la clase obrera procura a éstos los medios políticos para desmantelar las conquistas arrancadas anteriormente por el mundo obrero. La explicación que Frank plantea no es solo -no estrictamente- religiosa o “cultural”, ligada al surgimiento de cuestiones susceptibles de oponer dos fracciones de un mismo grupo social -hay que pensar por ejemplo en el aborto, el matrimonio homosexual, la oración en las escuelas, la pena de muerte, el tema de las armas de fuego, la pornografía, el lugar de las “minorías”, la inmigración, la discriminación positiva…


Cuando el movimiento obrero se deshace, la lista de estos motivos de discordia se alarga. Luego la vida política y mediática se recompone alrededor de ellos. La derecha americana no ha esperado a Richard Nixon, Ronald Reagan, George W. Bush y el Tea Party para descubrir el uso que podría hacer de los sentimientos tradicionalistas, nacionalistas o simplemente reaccionarios de una fracción del electorado popular. Recurrir a ellos le parece tanto más ventajoso en la medica en que opera en un país en el que los impulsos socialistas han permanecido frenados y el sentimiento de clase menos pronunciado que en otras partes.

Frank explica otra paradoja, que no es específicamente americana, y que incluso lo es cada vez menos. La inseguridad económica desencadenada por el nuevo capitalismo ha conducido a una parte del proletariado y de las clases medias a buscar la seguridad en otra parte, en un universo “moral” que, por su parte, no se alteraría demasiado, incluso que rehabilitaría comportamientos antiguos, más familiares. Estos cuellos azules o estos cuellos blancos votan entonces por los Republicanos pues los arquitectos de la revolución liberal y de la inestabilidad social que deriva de ella han tenido la habilidad de poner en primer plano su conservadurismo en el terreno de los “valores”. A veces su sinceridad no está en cuestión: se puede especular con los fondos de pensiones más “innovadores” a la vez que se está en contra del aborto. La derecha gana entonces en los dos tableros, el “tradicional” y el “liberal”. La aspiración a la vuelta al orden (social, racial, sexual, moral) aumenta al ritmo de la desestabilización inducida por sus “reformas” económicas.


Las conquistas obreras que el capitalismo debe desmantelar pretextando la competencia internacional son presentadas como otras tantas reliquias de una era pasada. Incluso de un derecho a la pereza, al fraude, al “asistenciado”, a la inmoralidad de un cultura demasiado acomodaticia con los corporativismos y las “ventajas adquiridas”. La competencia con China e India (ayer, con el Japón y Alemania) impone que el disfrute deje paso al sacrificio. ¡Atención por tanto a quienes han desnaturalizado el “valor trabajo”! En Francia, un político de primera línea dirigió al “espíritu de mayo 68” una denuncia de este tipo. Se convirtió en presidente de la República. Y aspira volver a serlo.

Al otro lado del Atlántico, la dimensión religiosa ha propulsado el resentimiento conservador más que en Europa. Ha procurado a la derecha americana numerosos reclutas en el electorado popular, que han reforzado luego la base de masas de un partido republicano sometido al control creciente de los ultraliberales y de los fundamentalistas cristianos. Desde finales de los años 1960, se observa este movimiento de politización de la fe. En enero de 1973, cuando la sentencia “Roe vs Wade” del Tribunal Supremo legaliza el aborto, millones de fieles, hasta entonces poco preocupados por el compromiso político y electoral, se implican en el asunto.


¿Han sido ultrajadas sus convicciones más sagradas? El Estado y los tribunales que han autorizado eso son instantáneamente golpeados por la ilegitimidad. Para lavar la afrenta, los religiosos se esforzarán por reconquistar todo, convertir todo: la Casa Blanca, el Congreso, el gobierno de los Estados, Tribunales, medios. Les será preciso expulsar a los malos jueces del Tribunal Supremo, imponer mejores leyes, más virtuosas, elegir jefes de Estado que proclamen que la vida del feto es sagrada, imponer los “valores tradicionales” a los estudios de Hollywood, exigir más comentaristas conservadores en los grandes medios.

Pero, ¿cómo no ver entonces que algunas de las “plagas” denunciadas por los tradicionalistas -el “hedonismo”, la “pornografía”- están alimentadas por el divino mercado? Es sencillo: desde 1980, cada uno de los presidentes republicanos atribuye la “quiebra de la familia” a la decadencia de un Estado demasiado presente. Sustituyendo su “humanismo laico” a la instrucción y a la asistencia antaño dispensados por los vecindarios de barrio, las organizaciones de caridad, las Iglesias, habría socavado la autoridad familiar, la moralidad religiosa, las virtudes cívicas. El ultraliberalismo ha podido así fusionarse con el puritarismo.

Aunque un registro así no sea completamente extrapolable a Francia, también Nicolas Sarkozy abordó la cuestión de los valores y de la fe. Autor en 2004 de un libro titulado La République, les religions, l’espérance, en él proclama: “Considero que, todos estos últimos años, se ha sobreestimado la importancia de las cuestiones sociológicas, mientras que el hecho religioso, la cuestión espiritual, ha sido en gran medida subestimadas. (…). Los fieles de las grandes corrientes religiosas (…) no comprenden la tolerancia natural de la sociedad hacia todo tipo de grupos o de pertenencias o comportamientos minoritarios, y el sentimiento de desconfianza hacia las religiones. 


¡Viven esta situación como una injusticia! (…) Creo en la necesidad de lo religioso para la mayoría de los hombres y mujeres de nuestro siglo. (…) La religión católica ha jugado un papel en materia de instrucción cívica y moral durante años, ligado a la catequesis que existía en todos los pueblos de Francia. El catecismo ha dotado a generaciones enteras de ciudadanos de un sentido moral bastante agudo. Entonces se recibía una educación religiosa incluso en las familias no creyentes. Esto permitía adquirir valores que contaban para el equilibrio de la sociedad. (…) Ahora que los lugares de culto oficiales y públicos están tan ausentes de nuestras barriadas, se mide en qué medida este aporte espiritual ha podido ser un factor de sosiego y qué vacío ha creado al desaparecer”.

“Comportamientos minoritarios” (¿a qué se refiere?) imprudentemente tolerados por “todo tipo de grupos” (¿en quienes está pensando?) mientras que la reflexión religiosa, portadora de “valores”, de “sentido moral”, y de “sosiego” sería, por su parte, ignorada o desdeñada: no se sabe demasiado si se trataba, con este elogio de “la catequesis”, de refrescar las viejas ideas, muy francesas, de la Restauración (el sable y el hisopo, la corona y el altar, con los curas predicando la sumisión a los escolares llamados a convertirse en bravos obreros mientras que los maestros “rojos” les atiborraban el cráneo con el socialismo y la lucha de clases) o si, más bien, se desvelaba ya “Sarko el Americano”. Amigo a la vez de Bolloré [rico empresario francés. ndt] y de los curas.

La derecha americana ha insistido siempre en el tema de la “responsabilidad individual”, del pionero emprendedor y virtuoso que se hace un camino hasta las riberas del Pacífico. Al hacerlo, ha podido estigmatizar, sin demasiada mala conciencia, a una población negra, a la vez muy dependiente de los empleos públicos, y en cuyo seno las familias monoparentales son numerosas, en general debido a la ausencia o la encarcelación del padre. El auge del conservadurismo ha ligado así reafirmación religiosa, templanza sexual, backlash racial, antiestatalismo, y celebración de un individuo simultáneamente calculador e iluminado por las enseñanzas de Dios.


 Intentando explicar lo que hizo en los Estados Unidos este acoplamiento liberal-autoritario menos inestable de lo que se imagina, el historiador Christopher Lasch sugirió que a ojos de los Republicanos una lucha oponía a la “clase” de los productores privados contra la de los intelectuales públicos, intentando la segunda aumentar su control sobre el matrimonio, la sexualidad y la educación de los niños de la misma forma que había extendido sus controles sobre la empresa. Uno de los principales méritos de Thomas Frank es ayudarnos a comprender la convergencia de estas quejas que se podrían juzgar contradictorias.


 Y, sobre la marcha, aclararnos sobre la identidad, los resortes, los giros, y la entrega militante del pequeño pueblo conservador sin jamás recurrir al tono de desprecio que privilegian espontáneamente tantos intelectuales o periodistas contra cualquiera que no pertenezca a su clase, su cultura o su opinión. Conjugada a una escritura que lleva la huella de la ironía y que rechaza la prédica, este tipo de “inteligencia con el enemigo” da al libro su atractivo y su alcance.
Una reacción conservadora deriva en general de una apreciación más pesimista de las capacidades de progreso colectivo. En el curso de los años 1960, los Estados Unidos imaginaban que podrían combatir al comunismo en el terreno de la ejemplaridad social -de ahí los voluntarios del Peace Corps (Cuerpos de la Paz) encargados por John Kennedy de educar y de cuidar a los pueblos del tercer mundo-; de ahí también la “guerra contra la pobreza” que el presidente Johnson desencadenó algunos años más tarde. La superpotencia americana entreveía igualmente que podría abolir la pena de muerte y despoblar sus prisiones proponiendo a los delincuentes programas de salud, de formación, de trabajo asalariado, de educación, de desintoxicación.


 El Estado tiene entonces la reputación de poder hacerlo todo. Había superado la crisis de 1929, y vencido al fascismo; podría reconstruir las viviendas infrahumanas, conquistar la Luna, mejorar la salud y el nivel de vida de todos los americanos, garantizar el pleno empleo. Poco a poco, aparece el desencanto, se descompone la creencia en el progreso, se instala la crisis. A finales de los años 1960, la competencia internacional y el miedo al desclasamiento transforman un populismo de izquierdas (rooselveltiano, optimista, conquistador, igualitario, aspirante al deseo compartido de vivir mejor) en un “populismo” de derechas que se aprovecha del temor de millones de obreros y de empleados a no poder seguir manteniéndose en su nivel social, de ser atrapados por gente más desheredada que ellos.


Las “aguas heladas del cálculo egoísta” sumergen las utopías públicas heredadas del New Deal. Para el partido demócrata, asociado al poder gubernamental y sindical, las consecuencias son brutales. Tanto más cuanto que la cuestión de la inseguridad resurge en este contexto. Va a aburguesar progresivamente la identidad de la izquierda, percibida como demasiado angélica, afeminada, permisiva, intelectual, y proletarizar la de la derecha, juzgada como más determinada, más masculina, menos “ingenua”.

Esta metamorfosis se realiza a medida que los ghettos estallan, la inflación repunta, el dólar baja, las fábricas cierran, la criminalidad se amplía y la “élite”, antes asociada a los poseedores, a las grandes familias de la industria y de la banca, se identifica con una “nueva izquierda” exageradamente amante de innovaciones sociales, sexuales, societales y raciales. La pérdida de influencia del movimiento obrero en el seno del partido demócrata y el ascendiente correlativo de una burguesía neoliberal cosmopolita y cultivada no arreglan nada. Los medios conservadores, en pleno auge, solo tienen que desencadenar su truculencia contra una oligarquía radical-chic de hablar exangüe y tecnocrático, que vive en bellas residencias de los Estados costeños, turista en su propio país, protegida de una inseguridad que pone en cuestión con la despreocupación de quienes no son afectados por esta violencia. Por lo demás, ¿no está mantenida en sus cegueras por una tropa de abogados picapleitos, de jueces permisivos, de intelectuales que no callan, de artistas blasfemadores y demás chivos expiatorios soñados del resentimiento popular? “Progresistas en limusina” allí; “izquierda caviar” aquí.

A Nicolas Sarkozy le gustan los Estados Unidos y le gusta que se sepa. En su discurso del 7 de noviembre de 2007 ante el Congreso, evocó con una emoción que no era totalmente artificial la conquista del Oeste, Elvis Presley, John Wayne, Charlton Heston. Habría debido citar a Richard Nixon, Ronald Reagan y George W. Bush ya que en gran medida su elección, inspirada en las recetas de la derecha americana, no habría sido concebible sin el desplazamiento a la derecha de una fracción de las categorías populares antaño de izquierdas. Pues los caballeros de Sologne que han descorchado el champán la noche de su victoria no han podido hacerlo más que gracias al refuerzo electoral de los obreros de Charleville-Mézières, que fueron sin duda menos sensibles a la promesa de un “escudo fiscal” que a las homilías del antiguo alcalde de Neuilly sobre “la Francia que sufre”, la que “se levanta temprano” y que “ama la industria”.

Quien quiera que pase revista a los elementos más distintivos del discurso de la derecha francesa encuentra en él una acentuación del declive nacional, la decadencia moral; la música desgarradora destinada a preparar los espíritus para una terapia de choque liberal (la “ruptura”); el combate contra un “pensamiento único de izquierdas” al que se acusa de haber enquistado la economía y atrofiado el debate público; el rearme intelectual “gramsciano” de una derecha “desacomplejada”; la redefinición de la cuestión social de forma tal que la línea de división no oponga ya a ricos y pobres, capital y trabajo, sino a dos fracciones del “proletariado” entre sí, la que “no puede hacer más esfuerzos” y la “república de las personas asistidas”; la movilización de un pueblo llano conservador cuya expresión perseguida se pretende ser; el voluntarismo político, en fin, frente a una élite gobernante que habría bajado los brazos. Casi todos estos ingredientes han sido ya planteados en el Kansas de Thomas Frank.

Un hombre con firmeza se impone más naturalmente cuando el desorden se apodera de la vieja mansión. En 1968, Nixon experimentó un discurso glorificando a la “mayoría silenciosa” que no acepta ya ver a su país convertirse en presa del caos. Dos asesinatos políticos (Martin Luther King, Robert Kennedy) acababan de tener lugar y, tras el traumatismo de los disturbios de Watts (Los Angeles) en agosto de 1965 (treinta y cuatro muertos y mil heridos), se produjeron réplicas en Detroit en julio de 1967, y luego en Chicago y Harlem. Nixon invita a sus compatriotas a escuchar “otra voz, una voz tranquila en el tumulto de los gritos. Es la voz de la gran mayoría de los americanos, los americanos olvidados, quienes no gritan, quienes no se manifiestan. No son ni racistas ni enfermos. No son culpables de las plagas que infectan nuestro país”. Dos años antes, en 1966, un tal Ronald Reagan había conseguido ser elegido gobernador de California separando a los “blancos pobres” de un partido demócrata al que había reprochado la falta de firmeza frente a estudiantes contestatarios opuestos a la vez a la guerra de Vietnam, a la policía y la moralidad “burguesa”, que no se distinguía siempre de la moralidad obrera.

Los levantamientos urbanos, los “desórdenes” en los campus procuraron así a la derecha americana la ocasión de “proletarizarse” sin soltar un dólar. Un poco a la manera de Nixon, Nicolas Sarkozy se ha dedicado a levantar a la “mayoría silenciosa” de los pequeños contribuyentes que “no aguantan más” contra una juventud a sus ojos desprovista del sentido del reconocimiento. Pero, en su caso, no se trataba de vilipendiar la ingratitud de los pequeños burgueses melenudos de antes; su objetivo no tenía que ver con la misma clase ni los mismos barrios: “la verdad, es que, desde hace cuarenta años, se ha puesto en marcha una estrategia errónea para las barriadas.


 De una cierta forma, cuantos más medios se han dedicado a la política de la ciudad, menos resultados se han obtenido”. El 18 de diciembre de 2006, en las Ardenas, el Ministro del Interior de entonces precisó sus declaraciones. Saludó a “la Francia que cree en el mérito y el esfuerzo, la Francia que trabaja con firmeza, la Francia de la que no se habla jamás porque no se queja, porque no quema coches, porque no bloquea los trenes. La Francia que está harta de que se hable en su nombre”. “Los Americanos que no gritan”, decía Nixon. “La Francia que no se queja”, responde Sarkozy.

Entre 1969 y 2005, la derecha americana habrá ocupado la Casa Blanca 24 años de 36. De 1995 a 2005, ha controlado igualmente las dos cámaras del Congreso y los gobiernos de la mayor parte de los Estados. El Tribunal Supremo está entre sus manos desde hace mucho. A pesar de esto, Frank insiste sobre este punto, los conservadores se hacen los perseguidos. Cuanto más domina la derecha, más se pretende dominada, ansiosa de “ruptura” con el statu quo. Pues, a sus ojos, lo “políticamente correcto”, son siempre los demás. Mientras exista un pequeño periódico de izquierdas, un universitario que en algún lugar enseñe a Keynes, Marx o Picasso, los Estados Unidos seguirán denunciados como un cuartel soviético.


El rencor hace carburar la locomotora conservadora; la cosa es seguir siempre adelante, jamás estar contenta. Símbolo de la pequeña burguesía provincial, Nixon se juzgaba despreciado por la dinastía de los Kennedy y por los grandes medios. George W. Bush (estudios en Yale y luego en Harvard, hijo de Presidente y nieto de senador) se percibió él también como un rebelde, un pequeño tejano tiñoso y grosero, perdido en un mundo de snobs modelados por el New York Times.

¿Y Nicolas Sarkozy? ¿Tuvimos en cuenta hasta qué punto él también fue vilipendiado? Alcalde a los 19 años de una ciudad riquísima, sucesivamente Ministro de finanzas, de Comunicación, número dos del gobierno, responsable de la policía, Consejero de la Moneda, presidente del partido mayoritario, abogado de negocios, amigo constante de los multimillonarios que poseen los medios (y que producen programas que celebran a la policía, al dinero y los nuevos ricos), ha sufrido enormemente el desprecio ¡de las “élites”!. “Desde 2002, ha precisado, me he construido al margen de un sistema que no me quería como presidente de la UMP, que rechazaba mis ideas como Ministro del Interior, y que estaba en contra de mis propuestas”. Cinco años después del comienzo de este purgatorio, en un mitin en el que participaban proscritos tan notorios como Valéry Giscard d´Estaing y Jean-Pierre Raffarin, declaró ante sus colegas: “En esta campaña, he querido dirigirme a la Francia exasperada, a la Francia que sufre, a la que nadie hablaba ya, salvo los extremos. Y el milagro se ha producido. El pueblo ha respondido. 


El pueblo se ha levantado. Ha elegido y no está conforme con el pensamiento único. Ahora, se quiere que se vuelva a quedar quieto. Pues bien, yo quiero ser el candidato del pueblo, el portavoz del pueblo, de todos los que están hartos de que se les deje de lado”. Al día siguiente precisaba ante unos obreros de la fábrica Vallourec: “Sois vosotros los que elegiréis al presidente de la República. No las élites, los sondeos, los periodistas. Si tantos se dedican a impedírmelo, es porque han comprendido que una vez que haya pasado el tren, será demasiado tarde”. Es demasiado tarde, y las “élites” se esconden.

Esa es una vieja receta de la derecha: para no tener que extenderse sobre el tema de los intereses (económicos) -lo que es sensato cuando se defienden los de una minoría de la población-, hay que mostrarse inagotable sobre el tema de los valores, de la “cultura” y de las posturas: orden, autoridad, trabajo, mérito, moralidad, familia. La maniobra es tanto más natural en la medida en que la izquierda, aterrorizada por la idea de que se podría tacharla de “populismo”, se niega a designar a sus adversarios, suponiendo que conserve uno solo fuera del racismo y de la maldad.

Para el partido demócrata, el miedo a dar miedo -es decir en realidad el miedo a ser verdaderamente de izquierdas- se volvió paralizante en un momento en que, por su parte, la derecha no mostraba ninguna contención, ningún “complejo” de ese tipo. Un día, François Hollande, que no había empleado la palabra “obrero” ni una sola vez en su moción aprobada por los militantes en el congreso de Dijon (2003) dejó escapar que los socialistas franceses atacarían quizás a los “ricos”. Se guardó muy bien de reincidir ante el escándalo que se produjo.


Quedan pues los valores para fingir distinguirse aún. Debatir sobre ellos sin parar ha permitido a la izquierda liberal maquillar su acuerdo con la derecha conservadora sobre los asuntos de la mundialización o de las relaciones con la patronal -“los emprendedores”. Pero esto ha ofrecido a los conservadores la ocasión de instalar la discordia en el seno de las categorías populares, en general más divididas sobre las cuestiones de moral y de disciplina que sobre la necesidad de un buen salario. En total, ¿quién ha ganado con ello? En el Kansas de Tomas Frank, se conoce la respuesta.


A veces también en otras partes. El 29 de abril de 2007 en París, ante una multitud que bramaba su placer, Nicolás Sarkozy disfrutaba con glotonería de un gran momento de espanto ocurrido cerca de cuarenta años antes: “Habían proclamado que todo estaba permitido, que la autoridad se había acabado, que los buenos modales se habían acabado, que el respeto se había acabado, que no había ya nada grande, nada sagrado, nada admirable, ninguna regla, ninguna norma, ninguna prohibición. (…) Veis como la herencia de Mayo 68 ha liquidado la escuela de Jules Ferry, (…) introducido el cinismo en la sociedad y en la política, (…) contribuido a debilitar la moral del capitalismo, (…) preparado el triunfo del depredador sobre el empresario, del especulador sobre el trabajador. (…) 


Esta izquierda heredera de Mayo 68 que está en la política, en los medios, en la administración, en la economía, (…) que encuentra excusas para los gamberros, (…) condena a Francia a un inmobilismo del que los trabajadores, entre ellos los más modestos, los más pobres, los que sufren ya serían las principales víctimas. (…) La crisis del trabajo es en primer lugar una crisis moral en la que la herencia de Mayo 68 tiene una gran responsabilidad (…). Escuchadles, a los herederos de Mayo 68 que cultivan el arrepentimiento, que hacen apología del comunitarismo, que denigran la identidad nacional, que atizan el odio a la familia, la sociedad, el Estado, la nación y la República.


 (…) Quiero pasar la página de Mayo 68”. Privilegiando desde los años 1960 los “colores vivos a los tonos pastel”, Reagan había anticipado el discurso de combate de Sarkozy, pero también los de Berlusconi y de Thatcher y desmentido a todos esos politologos que no conciben la conquista del poder más que como una eterna carrera al centro. Los Republicanos proponen “una decisión, no un eco”. No seguir temiendo su sombra, esa es una idea con la que la izquierda ganaría si se inspirara en ella.


El éxito de la derecha en terreno popular no se explica solo únicamente por la tenacidad o por el talento de sus portavoces. En los Estados Unidos, igual que en Francia, se aprovechó de transformaciones sociológicas y antropológicas, en particular de un debilitamiento de los colectivos obreros y militantes que ha llevado a numerosos electores de rentas modestas a vivir su relación con la política y la sociedad de un modo más individualista, más calculador. El discurso de la “elección”, del “mérito”, del “valor trabajo” les ha alcanzado.


Quieren elegir (su escuela, su barrio) para no tener lo peor; estiman tener méritos y no ser recompensados por ellos; trabajan duro y ganan poco, apenas más, según estiman, que los parados y los inmigrantes. Los privilegios de los ricos les parecen tan inaccesibles que ya no les conciernen. A sus ojos, la línea de fractura económica pasa menos entre privilegiados y pobres, capitalistas y obreros, que entre asalariados y “asistidos”, blancos y “minorías”, trabajadores y defraudadores. Durante los diez años que precedieron a su llegada a la Casa Blanca, Reagan contó así la historia (falsa) de una “reina de la ayuda social [welfare queen] que utiliza ochenta nombres, treinta direcciones y doce tarjetas de la seguridad social, gracias a lo que su renta libre de impuestos es superior a 150 000 dólares”.


Atacaba igualmente a los defraudadores que se pavonean en los supermercados, pagándose “botellas de vodka” con sus subsidios familiares y “comprando buenos filetes mientras que tú esperas en la caja con tu paquete de carne picada”. Un día, Jacques Chirac se descubrió los mismos talentos de cuentista. “Cómo quiere Vd que el trabajador francés que trabaja con su mujer y que, juntos, ganan alrededor de 15 000 francos, y que ve en el piso de al lado del suyo de protección oficial, amontonada, a una familia con un padre de familia, tres o cuatro esposas, y una veintena de chiquillos, y que gana 50 000 francos de prestaciones sociales sin, naturalmente, trabajar… Si añade Vd a eso el ruido y el olor, pues bien, el trabajador francés se vuelve loco”. Este famoso “padre de familia” que cobra más de 7 500 euros de ayudas sociales por mes no existía. No costaba nada a nadie. Pero a algunos les reportó pingües beneficios.


Nicolas Sarkozy ha rechazado que “quienes no quieren hacer nada, quienes no quieren trabajar vivan a costa de quienes se levantan temprano y trabajan duro”. Ha opuesto la Francia “que madruga” a la de los “asistidos”, nunca a la de los rentistas. A veces, a la americana, ha añadido una dimensión étnica y racial a la oposición entre categorías populares con cuyos dividendos electorales contaba. Así, en Agen, el 22 de junio de 2006, este pasaje de uno de sus discursos le valió su mayor ovación: “Y a quienes han optado deliberadamente de vivir a costa del trabajo de los demás, quienes piensan que todo se les debe sin que ellos deban nada a nadie, quienes quieren inmediatamente sin hacer nada, quienes, en lugar de superar dificultades para ganar su vida prefieren buscar en los pliegues de la historia una deuda imaginaria que Francia habría adquirido hacia ellos y que a sus ojos no habría pagado, quienes prefieren atizar la puja de las memorias para exigir una compensación que nadie les debe más que intentar integrarse mediante el esfuerzo y el trabajo, quienes no aman a Francia, quienes exigen todo de ella sin querer darle nada, les digo que no están obligados a permanecer en el territorio nacional”. Indolencia, asistencia, recriminaciones e inmigración se encuentran así mezcladas. Un cócktel que se revela a menudo muy productivo.


En julio de 2004, cuando Frank y yo íbamos en coche entre Washington y Virginia Occidental, la radio difundía la emisión de Rush Limbaugh, escuchada por trece millones de personas. La campaña electoral estaba en su apogeo y el animador ultraconservador consagraba a ella toda su atención, su desfachatez, su ferocidad. Ahora bien, al escucharle, ¿cuál era el tema del día? El hecho de que algunas horas antes en un restaurante la riquísima esposa del candidato demócrata John Kerry hubiera parecido ignorar la existencia de un plato tradicional americano. El acta de acusación de Limbaugh y de los oyentes a los que había elegido para dar la palabra (o no retirársela) estaba claro: decididamente, estos demócratas no estaban en sintonía con el pueblo, su cultura, su cocina. Y como extrañarse luego si John Kerry -gran familia de la costa Este, estudios privados en Suiza, matrimonio con una multimillonaria, cinco residencias, un avión privado para ir de una a otra, snowboard en invierno, windsurf en verano, incluso su bici vale 8000 dólares- ¡hable francés!

La insistencia que ideólogos conservadores, tan presentes en los medios como en las iglesias, reservan a formas de ser (o afectaciones) humildes, piadosas, sencillas, patrióticas -las suyas por supuesto- es tanto más temible en la medida que la izquierda, por su parte, parece cada vez más asociada a la especialidad, al desdén, al cosmopolitismo, al desprecio al pueblo. Entonces la trampa se cierra: callando las cuestiones de clase, los demócratas han inflado las velas de un poujadismo cultural que les ha barrido. Al final del camino se encuentra esta “molestia” mental que Frank examina al mismo tiempo que proporciona sus claves: en los Estados Unidos, desde 1980, políticos de derechas, desde Ronald Reagan a George W. Bush, han obtenido el apoyo de algunos de los grupos sociales que constituían los objetivos de sus propuestas económicas (obreros, empleados, personas mayores) reclamándose de los gustos y de las tradiciones populares. Mientras que el Presidente californiano y su sucesor tejano ofrecían abundantes rebajas fiscales a los ricos, prometían a los pequeños, a los humildes y a los subalternos la vuelta al orden, al patriotismo, a las banderas ondeantes, a las parejas que se casan y a los días de caza con el abuelo.

A lo largo de toda su campaña de 2007, Nicolas Sarkozy ha evocado a los “trabajadores que vuelven a casa agotados”, a los que “viven con carencias de atención dental”. Llegó a escribir que: “En las fábricas, se habla poco. Hay entre los obreros una nobleza de sentimientos que se expresa más por silencios envueltos en una forma extrema de pudor que por palabras. He aprendido a comprenderles y tengo la impresión de que me comprenden”. Esta connivencia reivindicada con la mayoría de los franceses -telespectadores de Michel Drucker y fans de Johnny Hallyday mezclados- le parece tanto más natural en la medida de que “no soy un teórico, no soy un ideólogo, no soy un intelectual, soy alguien concreto, un hombre vivo, con una familia, como los demás” /4.


 Enfrente, preocupada por meterse mejor en la economía “postindustrial” que aprecian los lectores de Inrockuptibles y Libération, tranquilizar a los pequeño burgueses ecologistas de las ciudades que ya constituyen el zócalo de su electorado, la izquierda ha optado por purgar su vocabulario de las palabras “proletariado” y “clase obrera”. Resultado, la derecha las recupera: “Hay, decía divertido un día Nicolas Sarkozy, quienes se reúnen en un gran hotel para charlar juntos, discutir de tiendas y de partidos. Para mí, mi hotel es la fábrica, estoy en medio de los franceses […]. Las fábricas son hermosas, hay ruido, es algo que está vivo, nadie se siente solo, hay compañeros, hay fraternidad, no es como las oficinas”.

Para un hombre de derechas es, por supuesto, ventajoso saber levantar al proletariado y las pequeñas clases medias unas veces contra los “privilegiados” que viven en el piso de encima (empleados con estatutos, sindicatos y “regímenes especiales”); otras contra los “asistidos” relegados un poco más allá; o contra los dos a la vez. Pero si esto no basta, el antiintelectualismo constituye un arma poderosa de socorro, que puede permitir conducir la política del Medef con los antiguos electores de Georges Marchais [antiguo dirigente del PCF. ndt]. Cuando Frank desmonta esta estratagema, se guarda de deplorarlo con los aires de un mundano de Manhattan.


Aclara sus resortes. Éste por ejemplo: la mundialización económica, que ha laminado las condiciones de existencia de las categorías sociales peor dotadas de capital cultural (diplomados, lenguas extranjeras, etc.), parece al contrario haber reservado sus beneficios a los “manipuladores de símbolos”: ensayistas, juristas, arquitectos, periodistas, financieros. Entonces, cuando estos últimos pretenden, además, dar a los demás lecciones de apertura, de tolerancia, de ecología y de virtud, se desencadena la cólera.

Los Republicanos, que han brillado presentándose como asediados por una élite cultural y sabia, ¿podían por consiguiente soñar con tener adversarios más detestados? El aislamiento social de la mayor parte de los intelectuales, de los “expertos”, de los artistas, su individualismo, su narcisismo, su desdén por las tradiciones populares, su desprecio de los “paletos” dispersos lejos de las costas han alimentado así un resentimiento del que Fox News y el Tea Party hicieron su negocio. Tomando por objetivo principal la élite de la cultura, el populismo de derechas ha protegido a la élite del dinero. No lo ha logrado más que porque la suficiencia de quienes saben se ha vuelto más insoportable que la desfachatez de las clases acomodadas. Y otros abogados de los privilegios se han precipitado por la brecha. Un día que no se reunía ni con Martin Bouygues, ni con Bernadr Arnault, ni con Bernard-Henri Lévy, Nicolas Sarkozy confió a Paris Match: “Soy como la mayor parte de la gente: me gusta lo que les gusta. Me gusta el Tour de Francia, el fútbol, voy a ver a Les Bronzés. Me gusta oír música popular”.



Nicolas Sarkozy apreciaba también las veladas en Fouquet´s, los yates de Vincent Bolloré y la perspectiva de ganar muchísimo dinero encadenando conferencias ante públicos de banqueros y de industriales. Sin embargo, cuando se cierra el libro de Thomas Frank, surge una pregunta, que desborda ampliamente la exposición de las estratagemas y de las hipocresías de la derecha. Podría resumirse así: el discurso descarnado y desmedrado de la izquierda, su apresuramiento en hundirse en el orden liberal planetario (Pascal Lamy), su asimilación del mercado al “aire que se respira” (Segolène Royal), su proximidad con el mundo del espectáculo y de la apariencia (Jack Lang), su reticencia a evocar la cuestión de las clases bajo cualquier forma, su miedo del voluntarismo político, su odio al conflicto, en fin, ¿todo esto no habría preparado el terreno a la victoria de sus adversarios? Los eternos “renovadores” de la izquierda no parecen jamás inspirarse en este tipo de cuestionamiento, al contrario. No existe mejor prueba de su urgencia.



Thomas Frank da su opinión sobre porqué millones de trabajadores norteamericanos apoyan a Trump en  





miércoles, 3 de agosto de 2016

“Que empiece la diversión”: El correo filtrado de Hillary Clinton sobre Venezuela (+wikileaks)




Tras la última filtración de los miles de correos que hiciera Wikileaks, quedó al descubierto la agenda intervencionista en América Latina de la ahora candidata Hillary Clinton, en especial la dirigida hacia Venezuela y el entonces presidente de la República, Hugo Chávez.


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En una de las situaciones expuestas en uno de los filtrados, la agencia federal de los EE.UU. solicitó a la entonces Secretaria de Estado, Clinton, aumentar los recursos para “luchar contra los esfuerzos de la diplomacia pública de los enemigos de América” a saber, según el presidente de la agencia Walter Isacson: Cuba, Irán Venezuela y Ecuador; reveló así la agencia de noticias sputniknews.com



La aprobación posterior hecha por la Secretaria de Estado Hillary Clinton, de más de 750 millones de dólares al presupuesto anual de la Agencia de los EE.UU. permitió sin duda incrementar los esfuerzos en los países antes mencionados, a lo que Clinton respondió en uno de estos correos: “¡Que empiece la diversión!“, lo que demuestra una demencial soberbia y hambre de Guerra hacia países electos democráticamente, progresistas.


Lo anterior fue la resolución a la solicitud y asesoría que hiciera Hillary Clinton, en funciones como Secretaria de Estado, al subsecretario de Asuntos hemisféricos, Arturo Valenzuela, la cual consistía en cómo hechar a Hugo Chávez de la presidencia de Venezuela, a lo que Valenzuela contestó:


"Tenemos que considerar cuidadosamente las consecuencias de enfrentarse a él públicamente, pero hay que buscar oportunidades entre otros en la región para que nos ayuden", reza otro de los cables filtrados.


(LaIguana.TV)









domingo, 31 de julio de 2016

Cuba no tolera el “crimen escondido de la globalización”

Norelys Morales Aguilera.─ La Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito (UNODC) advirtió con motivo del Día Mundial contra la Trata, que se celebra el 30 de julio, que sólo una de cada cien víctimas de trata es rescatada en la actualidad, y llamó a reforzar el combate a ese flagelo y a ayudar a quienes hayan caído en las redes de traficantes.

La UNODC recordó que las víctimas de ese delito incluyen a quienes sufren matrimonios arreglados, trabajo forzado, explotación sexual, reclutamiento de menores en grupos armados, trabajo infantil y robo de órganos, indicó el Centro de Noticias de la ONU. [1]

La Organización Internacional del Trabajo, según varias fuentes, calcula que casi 21 millones de personas en el mundo son víctimas del trabajo forzoso. En esa cifra se incluye también a las víctimas de trata para la explotación laboral y sexual. Si bien se desconoce cuántas de estas fueron objeto de trata, la cifra implica que en la actualidad hay millones de víctimas en el mundo. La mayoría de los países están afectados por la trata, ya sea como país de origen, tránsito o destino de las víctimas.

La Iniciativa de las Naciones Unidas contra la Trata de Personas (por sus siglas en inglés, UNGIFT) desde hace varios años ha informado,  que la trata de personas se ha convertido en una industria delictiva que genera miles de millones de dólares al año, por lo que la denomina "el crimen escondido de la globalización".

El flagelo es tan rentable que solo es superado por el tráfico de enervantes y de armas. Según estimaciones del Foro de Viena para Combatir la Trata de Personas, se calcula que al año genera ganancias de 32 a 36 mil millones de dólares.

El gobierno de Estados Unidos, sin embargo, se toma la atribución de elaborar un informe que examina la situación en más de 200 países, que dice ser “para subrayar la necesidad de una mayor atención a la prevención de la trata de personas y exhortar a los gobiernos a identificar y reconocer a los grupos de mayor riesgo en la sociedad.”

Más aún, el Departamento de Estado norteamericano evalúa los esfuerzos de los gobiernos para luchar contra ese delito “Ya que la trata de seres humanos, conocida como esclavitud moderna, afecta de manera adversa a todos los países, incluido Estados Unidos”, indicó un portavoz de la sede diplomática estadounidense en México,  al semanario digital www.vertigopolitico.com

Pero, la “curiosidad” o el franco doble rasero estadounidense resultan en que el Convenio para la Represión de la Trata de Personas y de la Explotación de la Prostitución Ajena no ha sido firmado por Estados Unidos.[2] Así como, tampoco la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW) [3]. No olvidemos que ambos instrumentos jurídicos clasifican como Derechos Humanos, tema en el que también Washington se erige paradigma interesado contra los estados que no son de su gusto.

¿Cómo puede ser esto posible si el “gobierno excepcional” que se considera Estados Unidos, dice en el informe 2015 sobre la trata de personas que “La eliminación de este flagelo mundial exige una solución mundial"?

Varios países han criticado el más reciente informe de Washington. “Ese informe, como el informe de lavado de activos, tiene grandes inconsistencias y más una orientación política que técnica”, señaló el presidente de Ecuador Rafael Correa.

“Aquí la cuestión de fondo es qué convenio internacional, qué acuerdo mundial firmado por nuestros países ha otorgado la calidad de jueces al Secretario de Estado de EE.UU. para que haga esos informes condenando, exonerando, analizando”, señaló. El Jefe de Estado consideró que ello constituye un “atentado a la soberanía de los países” y agregó que también “rompe la igualdad jurídica de los países”.

Cuba en el Informe sesgado de Washington

En cuanto a Cuba, cuya política al respecto ha sido de Tolerancia Cero, el Departamento de Estado la ha mantenido en la lista negra desde 2003. Fue retirada el año pasado de esa categoría y colocada en otra, llamada de "observación especial".

Otra falacia como arma de presión. "El Gobierno de Cuba no cumple completamente con los estándares mínimos para la eliminación del tráfico de personas; sin embargo, está haciendo esfuerzos significativos para hacerlo", indica el informe publicado el 30 de junio.

"Pese a esas medidas, el Gobierno no demostró, en general, un aumento en sus esfuerzos contra el tráfico de personas en comparación con el anterior periodo (el año 2014), por lo que Cuba vuelve a estar en la categoría de observación especial por segundo año consecutivo", agrega.
Según Estados Unidos, Cuba "es un país de origen y destino de adultos y niños sujetos al tráfico sexual y los trabajos forzados", algo que no puede probar porque es falso.

Lo que raya en el colmo del cinismo es que se dice que "algunos participantes en las misiones médicas en el extranjero y otras fuentes aseguran que los funcionarios cubanos fuerzan o coaccionan a la participación en el programa”, matizando con que “el Gobierno y algunos participantes dicen que el programa es voluntario y está bien pagado en comparación con los empleos en Cuba".

El Gobierno cubano también "usa a algunos estudiantes de instituto en áreas rurales para recolectar cosechas y no les paga por su trabajo, pero asegura que ese trabajo no se hace bajo coacción", sostiene el informe.

En 2013 Cuba hizo un informe al respecto del tema de la trata de personas para confirmar su política de Tolerancia Cero, pero como se observa, Washington no tiene interés en revisar esa argumentación, que se mantiene al día de hoy. [4]

No hay casualidad. Estados Unidos mantiene a Cuba “en observación” porque las campañas mediáticas requieren “combustible”. Hasta hoy Washington no ha desmontado el aparato de guerra contra la Isla, a pesar de haber admitido que la política de hostilidad fracasó, pero la mentira es un arma que los agresores siempre tienen a mano.

Notas

[1] http://www.un.org/spanish/News/story.asp?NewsID=35538#.V5zCzTX5NHs 
[2] http://www.ohchr.org/SP/ProfessionalInterest/Pages/TrafficInPersons.aspx  
[3] http://www.ohchr.org/SP/ProfessionalInterest/Pages/CEDAW.aspx
[4] http://www.minrex.gob.cu/es/publica-cuba-informe-sobre-la-trata-de-personas-ddhhcuba-infografia  


Publicado en Cubahora.cu
 
 

viernes, 29 de julio de 2016

Muere la política, abogada y activista Doris Benegas a los 64 años




  • Doris Benegas falleció este viernes en Valladolid a los 64 años, según confirmó la formación Izquierda Castellana
  • Hermana del dirigente socialista Txiki Benegas, siempre se interesó por temas relacionados con la discriminación jurídica de la mujer y la economía política



La política, abogada y activista Doris Benegas. UNIDAD POPULAR

 
La política, abogada y activista Doris Benegas falleció este viernes en Valladolid a los 64 años, según confirmó la formación Izquierda Castellana a través de un comunicado remitido a Europa Press. Era hermana de José María Benegas, dirigente histórico del PSOE y que falleció en el mes de agosto del año pasado.

Doris Benegas, que desde hace meses sufría un tumor abdominal, nació en Caracas en 1951, ciudad a la que se exilió su padre tras la Guerra Civil española, mientras que su madre, venezolana, provenía de una familia libanesa-palestina.


En 1956 la familia Benegas Haddad regresó al País Vasco, lugar de origen de su padre. Empezó sus estudios de Derecho en San Sebastián en 1969, lo que la llevó a interesarse por temas relacionados con la discriminación jurídica de la mujer y la economía política.


Aunque el Derecho Penal fue el principal ámbito profesional en el que trabajó, especialmente la lucha contra la violencia de género y el mundo laboral, también trabajó en casos relacionados con el derecho al aborto, las luchas vecinales contra el narcotráfico, la insumisión, el antifascismo, la defensa de militantes políticos de izquierda e independentistas, la anulación de los juicios que culminaron con las últimas ejecuciones franquistas del 27 de septiembre de 1975 o el caso del aceite de colza. Más recientemente trabajó como letrada dentro de la plataforma de Stop Desahucios. 
 
  Su llegada a Valladolid tuvo lugar en septiembre de 1973, tras ser detenida en San Sebastián en la víspera del primero de mayo de ese mismo año, debido a su militancia política. Una vez terminada la carrera de Derecho, se incorporó al Colegio de Abogados de Valladolid en 1975. En 1974 comenzó a trabajar en la factoría de FASA-Renault, de donde fue despedida por su participación en las huelgas y luchas obreras, en un momento de elevada conflictividad social y política en Valladolid.


Tras serle aplicada la Ley de Amnistía, en 1977 regresó a FASA, donde volvería a ser despedida en el año 1981. Doris se incorporará a las Plataformas Anticapitalistas y posteriormente al sindicato Comisiones Obreras, organización de la que sería expulsada junto a otros compañeros en el año 1979, por oponerse a la firma por parte del sindicato de un convenio colectivo acordado con la empresa.
 

De la militancia propiamente sindical, Doris pasa a trabajar en el terreno profesional y político en casos del ámbito laboral. A mediados de la década de los 70 abrió en Valladolid un despacho jurídico situado en la calle Matías Sangrador, incendiado en 1979.


Constituye Mujeres Castellanas en los años 80 y contribuye a la creación de la Agrupación de Mujeres Abogadas de Valladolid en el año 1993.


El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, fue uno de los primeros en lamentar la muerte de Benegas, "referente de la izquierda castellana".


Sus restos reposarán en el Tanatorio de Las Contiendas de Valladolid a partir de las 11.00 horas de este sábado y el acto de despida será a las 19.00. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Asesinan al general Luis Alberto Godoy en Maracay

Foto: @CarmenPecorelli
Foto: @CarmenPecorelli



En horas del mediodía fue asesinado por presuntos sicarios que se trasladaban en una moto el general Luis Alberto Godoy en el barrio San José de Maracay.



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El militar se desempeñaba como gerente de Recursos Humanos en Corpoelec, seccional Aragua.


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Testigos informan que mientras el general Godoy se encontraba en un cafetín dos hombres que se desplazaban en una moto que aún no han sido identificados abrieron fuego contra el funcionario militar, falleciendo en el sitio.



Al lugar se hicieron presente comisiones del Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas (CICPC) para realizar el levantamiento del cadáver y recabar pistas que permitan dar con los homicidas.




http://noticiaaldia.com/2016/07/asesinan-al-general-luis-alberto-godoy-en-maracay/







jueves, 28 de julio de 2016

Los medios franceses se autocensuran contra el yihadismo


 Dejan de publicar fotos de los terroristas implicados en los últimos ataques


Numerosos medios de comunicación de Francia han iniciado una campaña de autocensura contra el yihadismo y han decidido no publicar fotos de los terroristas implicados en los ataques sufridos recientemente en varios países europeos como Bélgica, Alemania o la propia Francia.


De este modo, medios franceses como la cadena BFMTV o los diarios Le Monde o La Croix han decidido dejar de publicar fotografías de los autores de atentados “para evitar eventuales efectos de glorificación póstuma” o “no poner al mismo nivel víctimas y terroristas”.


“Tras el atentado de Niza, no publicaremos más fotografías de los autores de matanzas para evitar eventuales efectos de glorificación póstuma”, declaró el director de Le Monde, Jérôme Fenoglio, en un editorial de este miércoles, refiriéndose al atentado reivindicado por el grupo yihadista Estado Islámico que dejó 84 muertos y 300 heridos en Niza (sur) el pasado 14 de julio.


“No hay que esconder los hechos, o la trayectoria de los asesinos, y por eso no somos favorables a guardar su anonimato, pero sus fotos no sirven para describir su trayectoria”, explicó Fenoglio a la AFP.


“Tomamos la decisión ayer por la noche de no difundir más fotos de terroristas en antena hasta nueva orden”, anunció Hervé Béroud, director de redacción de BFMTV, quien dijo que la decisión se estaba madurando de un tiempo a esta parte en la cadena.


“La foto tiene un carácter simbólico y emblemático” y “puede poner al mismo nivel a víctimas y terroristas”, dijo Béroud, aclarando que seguirán informando del nombre de los autores de atentados.


Por su parte, el redactor jefe del periódico católico La Croix, François Ernenwein, aseguró que “sólo publicaremos el nombre y la inicial del apellido [del autor del atentado] y no la foto”.


En Twitter, la emisora de radio Europe 1 también anunció que dejará de “citar los nombres de terroristas en antena”.


 http://diario16.com/los-medios-franceses-se-autocensuran-contra-el-yihadismo/







Manipulación en Turquía

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Manipulación en Turquía

 

 

Damasco, Siria. La conspiración que intentó derrocar al ilegítimo presidente Erdogan era un secreto a voces. Tanto Francia como Estados Unidos, e incluso el propio gobierno de Erdogan, conocían su existencia. Pero mientras que en París y Washington esperaban con impaciencia el cambio de régimen, los hombres de Erdogan se infiltraban entre los conspiradores para llevarlos al fracaso.
| Damasco (Siria)


El presidente turco Erdogan proviene de la Milli Gorus, una milicia islamista que apoyaba a los yihadistas en Rusia en la década de 1990 y que trató de tomar el poder en Turquía urdiendo un golpe de Estado en 1999.


En 2003, Recep Tayyip Erdogan se convirtió en primer ministro de un Estado miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).


Para 2011, el gobierno del entonces primer ministro Erdogan firmó un tratado secreto con Francia que lo implicaba en las guerras contra Libia y Siria. Erdogan obtenía así el “derecho” a expulsar de Turquía a los kurdos empujándolos hacia un nuevo Estado que sería creado precisamente con ese objetivo.


En 2013, el ahora presidente Erdogan se convierte en sucesor del emir Hamad, de Catar, como padrino de la Hermandad Musulmana. Posteriormente, Erdogan instala en la ciudad turca de Esmirna (Izmir) el Mando Conjunto de las Fuerzas Terrestres de la OTAN (LanCom), que se ocupa de coordinar la guerra contra Siria.


Un año después, en 2014, el gobierno de Erdogan participa en la transformación del Emirato Islámico en Irak aportando a este último los 80 mil combatientes de la cofradía de los naqchbandis, la mismo que creó la Milli Gorus turca.


El intento de derrocamiento contra Erdogan parecía significar el fin de la guerra contra Siria. Pero no habría hecho otra cosa que desorganizar la coalición internacional que agrede ese país solamente hasta que las diferentes funciones que el presidente Erdogan realiza en el seno de dicha coalición pasaran a manos de otros líderes.


Los militares que participaron en la intentona del 16 de julio fueron traicionados desde dentro de su propio movimiento: no fue arrestada ninguna de las personalidades del régimen turco, como Hakan Fidan o el propio Recep Tayyip Erdogan.


Los militares que ocuparon los locales de la televisión nacional –la Turkish Radio and Television Corporation, TRT– anunciaron que controlaban el país, a pesar de que en realidad nadie trató de controlar ninguno de los objetivos estratégicos del país. De hecho, hubo muchos rumores pero ningún indicio verdadero de golpe de Estado, exceptuando el ataque contra las instalaciones (vacías) de la Gran Asamblea Nacional, donde los estragos materiales hoy pueden verse como una advertencia a los diputados.


Ningún líder del supuesto golpe se puso en contacto con la oposición para tratar de asociarla al nuevo régimen. Resultado: asustada ante la idea de un posible regreso a la dictadura militar, esa oposición se puso del lado de su enemigo, el derechista Partido de la Justicia y el Desarrollo (en turco: Adalet ve Kalkınma Partisi, AKP).


La intentona golpista ni siquiera había terminado cuando los hombres del presidente Erdogan ya estaban arrestando a los oficiales de la gendarmería contrarios al presidente, pero que no tenían nada que ver con el golpe. Y cuando terminó el golpe, no sólo arrestaron a los golpistas sino que además suspendieron a 2 mil 700 magistrados y al vicepresidente del Tribunal Constitucional, cuyos nombres ya estaban desde hace tiempo en las listas negras del Palacio Blanco. Actualmente continúa la gran purga destinada a sacar de circulación a los discípulos de Fethullah Gulen.



Estados Unidos parece ser la parte más sorprendida por esta traición. Después de haber entrado en contacto con el expresidente Abdullah Gul y posteriormente con un magistrado, para utilizarlos como posibles sucesores de Erdogan, Washington respaldó al Partido Democrático de los Pueblos (Halkların Demokratik Partisi, HDP). Es evidente que en Washington sabían que el golpe iba a producirse y que además estaban muy contentos con ello. Francia, que también estaba al corriente, había cerrado su embajada y su consulado desde la noche del 13 de julio.


Ahora, después de haber aplastado a sus opositores, el presidente Erdogan puede continuar –con las manos más libres que nunca– llevando su país por la senda del sultán Abdulhamid II y de los Jóvenes Turcos: la de la limpieza étnica.


 
 
 
 
 

miércoles, 27 de julio de 2016

Erdogán, golpe de estado civil


 * Las noticias caen de las primeras páginas, en muchas ocasiones, por intereses espurios e interesados. En Venezuela ya no importa si hay carencia de alimentos o si Maduro es un gobernante exótico, ya han pasado las elecciones y por tanto nos importa un bledo, se ha cumplido el objetivo, meter miedo contra Unidos Podemos. 


  Y Turquía ha dejado de ser noticia a los pocos días del golpe. Da igual que haya 70.000 arrestados y que se haya atacado a todas las instituciones del Estado, en mayor o menor medida. Europa tiene que callar, no vaya a ser que se cabree y llene sus países de refugiados famélicos y molestos.  Y es que Erdogán está pasando de ser un presidente elegido democráticamente a ser un vengador insaciable de sus oponentes políticos. Ha acabado con un golpe militar a costa de instaurar un golpe civil contra la democracia. Los hechos así lo confirman.


  Hoy entre detenidos y represaliados hay más de 70.000 turcos y la purga no ha acabado. A todo ello hay que añadir que se han clausurado decenas de medios de comunicación, escuelas y universidades laicas, así como asociaciones culturales, sindicatos y otros entes considerados contrarios al régimen. Hay centenares de jueces represaliados, y unos tres mil funcionarios de justicia afectados.  Y para colmo, va a reinstaurar la pena de muerte, también con carácter retroactivo para activarla con los represaliados más relevantes.


 Todo ello, mientras que Europa mira a otro lado y tan sólo le amenaza con parar las negociaciones de entrada en la UE de Turquía. Algo irrelevante, puesto que las mismas estaban ya paradas.  Esta Europa cobarde que se acojona y es incapaz de tomar acciones cuando un país militarmente poderoso lo merece, es la misma que se embrutece y aplasta a los refugiados, inmigrantes y países de menor poderío como Grecia o Portugal, o también España.  


 Europa sabe del poderío militar turco y de que forma parte de la OTAN, por lo que, por el momento, tiene el apoyo estadounidense, por lo tanto prefiere nadar y guardar la ropa. Esperar a que escampe y borrón y cuenta nueva. Luego ya verán cómo arreglan los problemas que les pueda traer este país a sus puertas, con intereses expansionistas y con una religión fundamentalista. 


 El golpe civil de Erdogan, que ha seguido al fallido golpe militar, es de una contundencia atroz y se está apoyando en un proceso de islamización que debería preocupar al mundo, es especial a Europa.  Erdogán, contradiciendo el principio ideológico de Atartürk, el fundador de su partido, considerado el padre de la patria, está abandonado la senda del laicismo y entrando, cada vez más, en la islamización de Turquía. 




Sabe perfectamente que su política de represión y de pensamiento único sólo puede ser expandida (nunca comprendida) como una misión divina, de fe, nunca como una solución democrática. Ello unido a la guerra contra la cultura occidental le está dando un aval ante gran parte del pueblo turco, que es religioso y de nivel cultural bajo.


   De forma inteligente ha encontrado, además, el enemigo único --Gülen, un líder afincado en USA, y amigo suyo hasta hace dos años--, al que le acusa de todos los males, incluido el golpe. Un enemigo al que es más fácil echarle las culpas y del que no se tienen pruebas que haya actuado en ese golpe.  Se trata de la lucha entre dios y el demonio, entre el bien y el mal y esa simplificación hace creíble, ante muchos turcos, una mentira bien orquestada. 


 Esta es la fotografía de la Turquía actual. Un peligro para el futuro de Europa. Su islamización hoy puede convertirse en un fundamentalismo yihadista que haga, de este país de 80 millones de habitantes, un peligro futuro, nido de terrorismo internacional. 


Pero no importa, Europa vive al día, mejor no mirar al futuro, da miedo.   Salud y República


 Salud y República

 











martes, 26 de julio de 2016

Sacerdote ahorcó a un perro delante de niños del hogar que dirige




El pasado 11 de julio, el sacerdote que dirige un refugio de mujeres y niños de Puerto Tirol perpetró el brutal asesinato de un perro delante de sus "protegidos". El cura colgó al indefenso animal de un árbol. La imagen puede herir susceptibilidades.
 
 
Quienes denunciaron este terrible hecho, que ya está siendo repudiando por las sociedades protectoras de Resistencia y alrededores y circulando en las redes, comentaron que "el hombre odia los perros, ya que en la guerra, cuando el participó, veía cómo esos animales se comían a sus amigos", considerando además que ninguna experiencia justifica tan brutal accionar.


Los movimientos de protección animal de la provincia planean movilizaciones al respecto para que este hecho, que ya cuenta con la denuncia correspondiente y testigos dispuestos a detallar el terrible hecho vivido días atrás.


En facebook

La publicación original que trascendió en la red social Facebook describe el hecho de esta manera, foto mediante: "Esto sucedió en Puerto Tirol el jueves 11 de julio y fue realizado por un SACERDOTE que odia a los perros, cuando una mujer quiso impedir el mismo la agredió arrojándole una patada a la altura del estomago!!
 
 
 La denuncia ya esta hecha pero se necesita máxima difusión ya vamos a agregar mas información".
 
 
 
 
 
 
 
 

Por qué Hillary Clinton es mucho peor que Trump



Diana Johnstone es quizá una de las comentaristas de la política europea y estadounidense más reputadas en la izquierda. Colaboradora, entre otros, de Counterpunch, Johnstone, que se hizo conocida en Europa por sus críticas a la política occidental durante las guerras en los Balcanes, acaba de sacar un libro sobre Hillary Clinton titulado La reina del caos. La entrevistó para lamarea.com Àngel Ferrero.


Los medios estadounidenses han centrado su atención estas primarias en Donald Trump. Pero en su opinión, Hillary Clinton también debería ser motivo de preocupación. La ha descrito como ‘la reina del caos’. ¿Por qué?


Trump consigue titulares porque es una novedad, un showman que dice cosas chocantes. Es visto como un intruso en un espectáculo electoral diseñado para transformar a Clinton en la “primera mujer presidenta de América”. ¿Por qué la llamo reina del caos? En primer lugar, por Libia. Hillary Cinton fue en gran medida responsable de la guerra que hundió a Libia en el caos, un caos que se extiende hacia el resto de África e incluso Europa. Ha defendido más guerra al Oriente Medio.


Mi opinión no es que Hillary Clinton “también debería” ser motivo de preocupación. Ella es el principal motivo de preocupación. Clinton promete apoyar más a Israel contra los palestinos. Está totalmente comprometida con la alianza de facto entre Arabia Saudí e Israel que tiene como objetivo derrocar a Assad, fragmentar Siria y destruir la alianza chií entre Irán, Assad y Hezbolá.


Esto aumenta el riesgo de confrontación militar con Rusia y Oriente Medio. Al mismo tiempo, Hillary Clinton defiende una política beligerante hacia Rusia en su frontera con Ucrania. Los medios de comunicación de masas en Occidente se niegan a darse que cuenta que muchos observadores serios, como por ejemplo John Pilger y Ralph Nader, temen que Hillary Clinton nos conduzca, sin advertirlo, a la Tercera Guerra Mundial.


Trump no se ajusta a ese molde. Con sus comentarios groseros, Trump se desvía radicalmente del patrón de lugares comunes que oímos de los políticos estadounidenses. Pero los medios de comunicación establecidos han sido lentos en reconocer que el pueblo estadounidense está completamente cansado de políticos que se ajustan al patrón.


Ese patrón está personificado por Hillary Clinton. Los medios de comunicación europeos han presentado en su mayoría a Hillary Clinton como la alternativa sensata y moderada al bárbaro de Trump. Sin embargo, Trump, el “bárbaro”, está a favor de reconstruir la infraestructura del país en vez de gastar el dinero en guerras en el extranjero. Es un empresario, no un ideólogo.


Trump ha afirmado claramente su intención de poner fin a la peligrosa demonización de Putin para desarrollar relaciones comerciales con Rusia, lo que sería positivo para Estados Unidos, para Europa y para la paz mundial. Extrañamente, antes de decidir presentarse como republicano, para consternación de los líderes del Partido Republicano, Trump era conocido como demócrata, y estaba a favor de políticas sociales relativamente progresistas, a la izquierda de los actuales republicanos o incluso Hillary Clinton.


Trump es impredecible. Su reciente discurso en AIPAC, el principal lobby pro-israelí, fue excesivamente hostil hacia Irán, y en 2011 cayó en la propaganda que condujo a la guerra contra Libia, incluso si ahora, retrospectivamente, la critica. Es un lobo solitario y nadie sabe quiénes son sus asesores políticos, pero hay esperanza de que arroje fuera de la política a los neoconservadores e intervencionistas liberales que han dominado la política exterior estadounidense los últimos quince años.


Los asesores de Clinton destacan su experiencia, en particular como secretaria de Estado. Muchos se ha escrito sobre esta experiencia y no siempre de manera positiva. ¿Cuál fue su papel en Libia, Siria o Honduras?



Hay dos cosas que decir sobre la famosa experiencia de Hillary Clinton. La primera es observar que su experiencia no es el motivo de su candidatura, sino, más bien, la candidatura es el motivo de su experiencia. En otras palabras, Hillary no es candidata debido a que su maravillosa experiencia haya inspirado a la gente a escogerla como aspirante a la presidencia. Es más correcto decir que ha acumulado ese currículo justamente para cualificarse como presidente.


Durante unos veinte años, la máquina clintonita que domina el Partido Demócrata ha planeado que Hillary se convierta en “la primera mujer presidenta de EEUU” y su carrera se ha diseñado con ese fin: primero senadora de Nueva York, después secretaria de Estado.


Lo segundo concierne al contenido y la calidad de esa famosa experiencia. Se ha empecinado en demostrar que es dura, que tiene potencial para ser presidenta. En el Senado votó a favor de la guerra de Irak. Desarrolló una relación muy cercana con el intervencionista más agresivo de sus colegas, el senador republicano por Arizona John McCain. Se unió a los chovinistas religiosos republicanos para apoyar medidas como hacer que quemar la bandera estadounidense fuese un crimen federal.


 Como secretaria de Estado, trabajó con “neoconservadores” y esencialmente adoptó una política neoconservadora utilizando el poder de Estados Unidos para rediseñar el mundo.


Respecto a Honduras, su primera importante tarea como secretaria de Estado fue proporcionar cobertura diplomática para el golpe militar de derechas que derrocó al presidente Manuel Zelaya.


Desde entonces Honduras se ha convertido en la capital con más asesinatos del mundo. En cuanto a Libia, persuadió al presidente Obama para derrocar el régimen de Gaddafi utilizando la doctrina de “responsabilidad para proteger” (R2P) como pretexto, basándose en falsas informaciones.


 Bloqueó activamente los esfuerzos de gobiernos latinoamericanos y africanos para mediar, e incluso previno los esfuerzos de la inteligencia militar estadounidense para negociar un compromiso que permitiese a Gaddafi ceder el poder pacíficamente.


Continuó esa misma línea agresiva con Siria, presionando al presidente Obama para que incrementase el apoyo a los rebeldes anti-Assad e incluso para imponer una “zona de exclusión aérea” basada en el modelo libio, arriesgándose a una guerra con Rusia. Si se examina atentamente, su “experiencia” más que cualificarla para el puesto de presidente, la descalifica.


Como secretaria de Estado, Clinton anunció en 2012 un “pivote” a Asia oriental en la política exterior estadounidense. ¿Qué tipo de política podríamos esperar de Clinton hacia China?


Básicamente este “pivote” significa un desplazamiento del poder militar estadounidense, en particular naval, desde Europa y Oriente medio al Pacífico occidental. Supuestamente, porque debido a su creciente poder económico China ha de ser una “amenaza” potencial en términos militares. El “pivote” implica la creación de alianzas antichinas entre otros Estados de la región, lo que con toda probablidad incrementará las tensiones, y rodeando a China con una política militar agresiva se la empuja efectivamente a una carrera armamentística. Hillary Clinton apuesta por esta política y si llegase a la presidencia la intensificaría.


Clinton dijo en 2008 que Vladímir Putin no “tiene alma”. Robert Kagan y otros “intervencionistas liberales” que jugaron un papel destacado en la crisis en Ucrania la apoyan. ¿Su política hacia Rusia sería de una mayor confrontación que la del resto de candidatos?


Su política sería claramente de una mayor confrontación hacia Rusia que las de Donald Trump. El contrincante republicano de Trump, Ted Cruz, es un fanático evangélico de extrema derecha que sería tan malo como Clinton, o quizá peor. Comparte la misma creencia semirreligiosa de Clinton en el rol “excepcional” de Estados Unidos para modelar el mundo a su imagen. Por otra parte, Bernie Sanders se opuso a la guerra de Iraq. No ha hablado demasiado de política internacional, pero su carácter razonable sugiere que sería más juicioso que cualquiera de los demás.


Los asesores de Clinton tratan de destacar su intento de reformar el sistema sanitario estadounidense. ¿Fue ese intento de reforma realmente un avance y tan importante como dicen que fue?


En enero de 1993, pocos días después de asumir la presidencia, Bill Clinton mostró su intención de promocionar la carrera política de su esposa nombrándola presidenta de una comisión especial para la reforma del sistema nacional de sanidad. El objetivo era llevar a cabo un plan de cobertura sanitaria basado en lo que se denominó “competitividad gestionada” entre compañías privadas.


 El director de esa comisión, Ira Magaziner, un asesor muy próximo a Clinton, fue quien diseñó el plan. El papel de Hillary era vender políticamente el plan, especialmente al Congreso. Y en eso fracasó por completo. El “plan Clinton”, de unas 1.342 páginas, fue considerado demasiado complicado de entender y a mediados de 1994 perdió prácticamente todo el apoyo político. Finalmente se extinguió en el Congreso.


Respondiendo a la pregunta, el plan básicamente no era suyo, sino de Ira Magaziner. Como había de depender de las aseguradoras privadas, orientadas al beneficio, como ocurre con el Obama Care, ciertamente no era un avance, como sí que lo es el sistema universal que defiende Bernie Sanders.


La campaña de Clinton ha recibido notoriamente dinero de varios hedge funds. ¿Cómo cree que podría determinar su política económica si consigue llegar a la presidencia?


Cuando los Clinton abandonaron la Casa Blanca en enero de 2001, Hillary Clinton lamentó estar “no sólo sin blanca, sino en deuda”. Eso cambió muy pronto. Hablando figuradamente, los Clintons se trasladaron de la Casa Blanca a Wall Street, de la presidencia al mundo de las finanzas. Los banqueros de Wall Street compraron una segunda mansión para los Clinton en el Estado de Nueva York (que se sumó a la que tienen en Washington DC) prestándoles primero el dinero y luego pagándoles millones de dólares por ofrecer conferencias.


Sus amistades en el sector bancario les permitieron crear una fundación familiar ahora valorada en dos mil millones de dólares. Los fondos de la campaña proceden de fondos de inversión amigos que colaboran de buen grado. Su hija, Chelsea, trabajó para un fondo de inversión antes de casarse con Marc Mezvinsky, quien creó su propio fondo de inversión después de trabajar para Goldman Sachs.


En pocas palabras, los Clinton se sumergieron por completo en el mundo de las finanzas, que se convirtió en parte de su familia. Es difícil imaginar que Hillary se mostrase tan desagradecida como para llevar a cabo políticas contrarias a los intereses de su familia adoptiva.


Se dice que la política de identidad es otro de los pilares de su campaña. Quienes apoyan a Clinton afirman que votándola se romperá el techo de cristal y que por primera vez en la historia una mujer entrará en la Casa Blanca. Desde varios medios has protestado contra esta interpretación.


Una razón fundamental para que se diese la alianza de Wall Street con los Clinton es que los autoproclamados “nuevos demócratas” encabezados por Bill Clinton lograron cambiar la ideología del Partido Demócrata de la igualdad social a la igualdad de oportunidades. En vez de luchar por las políticas tradicionales del New Deal que tenían como objetivo incrementar los estándares de vida de la mayoría, los Clinton luchan por los derechos de las mujeres y las minorías a “tener éxito” individualmente, a “romper techos de cristal”, avanzar en sus carreras y enriquecerse.


 Esta “política de la identidad” quebró la solidaridad de la clase trabajadora haciendo que la gente se centrase en la identidad étnica, racial o sexual. Es una forma de política del “divide y vencerás”.


Hillary Clinton busca persuadir a las mujeres de que su ambición es la de todas ellas, y que votándola están votando por ellas mismas y su éxito futuro. Este argumento parece funcionar mejor entre las mujeres de su generación, que se identificaron con Hillary y simpatizaron con el apoyo leal a su marido, a pesar de sus flirteos. Sin embargo, la mayoría de las jóvenes estadounidenses no se han dejado llevar por este argumento y buscan motivos más sólidos a la hora de votar.


 Las mujeres deberían trabajar juntas por las causas de las mujeres, como el mismo salario por el mismo trabajo, o la disponibilidad de centros infantiles para las mujeres trabajadoras. Pero Hillary es una persona, no una causa. No hay ninguna prueba de que las mujeres en general se hayan beneficiado en el pasado de tener a una reina o una presidenta. Es más, aunque la elección de Barack Obama hizo felices a los afroamericanos por motivos simbólicos, la situación de la población afroamericana ha ido empeorando.


Mujeres jóvenes, como Tulsi Gabbard o Rosario Dawson, consideran que poner fin a un régimen de guerras y cambios de régimen y proporcionar a todo el mundo una buena educación y sanidad son criterios mucho más significativos a la hora de escoger un candidato.


¿Por qué las minorías siguen apoyando a Clinton en vez de a Sanders?


Está cambiando. Hillary Clinton ganó el voto negro en las primarias demócratas en los Estados del sur profundo. Fue a comienzos de la campaña, antes de que Bernie fuese conocido. En el sur profundo, muchos afroamericanos estaban desencantados porque muchos de ellos estaban en prisión o habían estado en prisión, y la mayoría de votantes son mujeres mayores que asisten regularmente a la iglesia, donde escuchan a los predicadores pro-Clinton, no lo que se dice en Internet.


En el norte las cosas son diferentes, y el mensaje de Sanders está consiguiendo extenderse. Lo apoyan la mayor parte de intelectuales afroamericanos y de afromericanos del mundo del entretenimiento. Ésta es la primera elección presidencial donde Internet juega un papel clave. Especialmente la gente joven, que no confía en los medios de comunicación establecidos. Es suficiente leer los comentarios de los lectores estadounidenses en Internet para darse cuenta de que Hillary Clinton está considerada ampliamente como una mentirosa, una hipócrita, una belicista y un instrumento de Wall Street.


¿Cómo ves la campaña de Bernie Sanders? Es visto como la esperanza de la izquierda, pero tras la presidencia de Obama también hay cierto escepticismo. Algunos comentaristas han señalado su apoyo a intervenciones militares estadounidenses en el pasado.


A diferencia de Obama, quien prometió un “cambio” vago, Bernie Sanders es muy concreto a la hora de hablar de los cambios que se tienen que hacer en política doméstica. E insiste en que él solo no puede hacerlo. Su insistencia en que se precisa una revolución política para conseguir sus metas está realmente inspirando el movimiento de masas que necesitaría. Es lo suficientemente experimentado y tozudo como para evitar que el partido le secuestre, como ocurrió con Obama.


En cuanto a la política exterior, Sanders se opuso firmemente y de manera razonada a la guerra de 2003 en Irak, pero como la mayor parte de la izquierda, se dejó llevar por los argumentos en favor de las “guerras humanitarias”, como la desastrosa destrucción de Libia.


Pero este tipo de desastres han comenzado a educar a la gente, y puede que hayan servido de lección al propio Sanders. La gente puede aprender. Puede oír, entre quienes le apoyan, a antibelicistas como la congresista Tulsi Gabbard de Hawai, que presentó su dimisión en el Comité Nacional Demócrata para apoyar a Sanders. Hay una contradicción obvia entre el gasto militar y el programa de Sanders para reconstruir EEUU. Sanders ofrece una mayor esperanza porque viene con un movimiento nuevo, joven y entusiasta, mientras que Hillary viene con el complejo militar-industrial y Trump viene consigo mismo.


Actualmente vive en Francia. ¿Cómo ve la situación en el país? ¿Qué explica el ascenso del Frente Nacional, en paralelo a otras fuerzas de la nueva derecha (o nacional-conservadoras)?


Los partidos establecidos siguen las mismas políticas impopulares en Europa y en EEUU y eso, naturalmente, lleva a la gente a buscar algo diferente. El control local de los servicios sociales se sacrifica a la necesidad de “atraer inversores”, en otras palabras, a dar al capital financiero la libertad de modelar sociedades dependiendo de sus opciones de inversión. La excusa es que, atrayendo inversores, se crearán empleos, pero esto no ocurre.


 Puesto que la clave de estas políticas es romper las barreras nacionales para permitir al capital financiero ganar acceso, es normal que la gente acuda a los llamados partidos “nacionalistas” que aseguran querer restaurar la soberanía nacional. Como en Europa sobreviven los fantasmas del nazismo, “soberanía nacional” se confunde con “nacionalismo”, y “nacionalismo” se equipara con guerra. Estas suposiciones hacen que el debate en la izquierda sea imposible y termine favoreciendo a los partidos de derecha, que no sufren de este odio al Estado nacional.


En vez de actuar con horror a la derecha, la izquierda necesita ver las cuestiones que afectan realmente a la gente con claridad.


En el pasado ha criticado a la izquierda (o a una parte considerable de ella) por apoyar las llamadas “intervenciones humanitarias”. ¿Qué opina de la ‘nueva izquierda’ o ‘nueva nueva izquierda’ en países como Grecia o España?


La propaganda neoliberal dominante justifica la intervención militar por motivos humanitarios, para “proteger” a la gente de “dictadores”. Esta propaganda ha tenido mucho éxito, especialmente en la izquierda, donde con frecuencia se acepta como una versión contemporánea del “internacionalismo” de la vieja izquierda, cuando en realidad es todo lo opuesto: no se trata de las Brigadas Internacionales y su idealismo, combatiendo por una causa progresista, sino del Ejército estadounidense bombardeando países en nombre de alguna minoría que puede acabar demostrándose como un grupo mafioso o terroristas islámicos.


Honestamente, creo que este libro es una aportación a la crítica de la política intervencionista liberal, y lamento que no esté disponible en español, aunque hay ediciones en inglés, francés, italiano, portugués, alemán y sueco.


Ángel Ferrero - La marea


 http://katehon.com/es/article/por-que-hillary-clinton-es-mucho-peor-que-trump






domingo, 24 de julio de 2016

Bienvenidos a mi casa, depositen los objetos metálicos en la bandeja


 


Contabilizar el número de muertos del último atentado se ha convertido en una trágica costumbre casi diaria. Si la información globalizada nos acercó hasta rozar con las yemas de los dedos las matanzas de medio oriente, desde la masacre de Munich esa sensación ya es palpable y tangible.


La reiteración es una técnica de aprendizaje,  y así poco a poco estamos incorporando la idea que el terror es algo con lo que es fácil, y cada día más probable, tropezarse.


A diferencia de los atentados de Atocha, Londres, o el más reciente de París, al ver las imágenes de los supervivientes del tiroteo en Munich se tiene la clara sensación de que hay un protocolo instalado en la mente de los ciudadanos europeos en caso de atentado terrorista. Las caras de las victimas ya no muestran desorientación al preguntarse que está ocurriendo, sino todo lo contrario: la gente está aprendiendo qué hacer si unos cuantos kilos de dinamita explotan a su lado o si unas balas empiezan a surcar el aire que les rodea.


Plantearse cuál va a ser el siguiente paso es una preguntai nevitable, puesto que parece que una aglomeración de personas se ha convertido en sí misma en un riesgo. Ahora mismo unas excursiones a un centro comercial, un concierto, un partido de fútbol, son unas golosas ocasiones para sembrar muerte a los ojos de desperados suicidas que se inmolan allá donde se les diga, pero a medida que el terror aumente habrá que plantearse rebajar el baremo numérico de asistentes a un evento, para mantener bajo control las situaciones más cotidianas.


En Israel es usual enviar los hijos en autobuses escolares distintos, para que en caso de explosión, la familia no se vea destruida, sino solo diezmada. El concepto de mal menor, o daños colaterales, se ha vuelto doméstico, y parece que vamos a tener que aprender a convivir con el.


De la misma manera tendremos que desempolvar los libros de historia contemporánea del instituto, puesto que el terror parece amar las fechas señaladas. De esta manera, los que acudieron ayer al centro comercial de Munich habrían sabido que hace más de 40 años en el mismo lugar, unos soldados palestinos secuestraron, torturaron hasta la castración en vida y finalmente ejecutaron a los atletas israelíes participantes a las olimpiadas.


Los ciudadanos de Europa hemos perdido el privilegio de poder reflexionar y teorizar sobre el conflicto en Medio Oriente para tener una visión de conjunto e intentar mediar en el conflicto, porque estamos ya dentro de ello. Cualquier especulación empieza a perder valor para dejar paso a un pragmatismo indispensable si se desploma el techo del vagón del metro en el que estamos viajando.


Y así la paradoja podría llegar al punto que en breve el nivel de riesgo aumente de tal manera que una simple reunión de amigos, y amigos de amigos, sea una factor de riesgo.


 En la que la desconfianza por el prójimo se convierta en un protocolo, y nos tengamos que plantear convertir la puerta de nuestra morada en un arco detector de metales, pidiendo amablemente a nuestros invitados que se descalcen, se quiten el cinturón y depositen sus objetos metálicos en la bandeja.


Pero quizás, al mismo tiempo, tengamos la ocasión de empezar un nuevo camino para poder sobreponernos al terror, dejando de tenerle miedo, para enfrentarnos a el y plantar cara a cualquiera que decida deliberadamente despojar al pueblo de sus derechos fundamentales, y armarnos de valor para seguir viviendo sin miedo.


 Por Carlo D'Ursi