Dice la información publicada ayer por OKdiario que, hubo
mucha tensión cuando José María Aznar, con todo su genio y soberbia, después de
esperar una hora a las puertas del despacho, fue recibido por el ministro de
Hacienda, al que fue a pedir explicaciones tras haber sido multado con setenta
mil euros, por haber sido sorprendido haciendo trampas en su declaración por
valor de doscientos mil euros de nada. Dicen que el ex presidente espetó al
ministro algo así como "no me puedo creer que los míos me hagan esto",
a lo que el ministro respondió con un "y yo no puedo creerme que uno de
los nuestros haya hecho algo así".
Demasiado literaria me parece y
demasiado elegante la respuesta del ministro para ser cierta, pero debemos
perdonar al que lo haya contado, y estoy seguro que no lo ha contado el ex
presidente, la licencia que pueda haberse tomado reordenando y embelleciendo
sus recuerdos, que deja en muy mal lugar, casi como hubiese pronunciando esa
fórmula mágica de ·usted no sabe con quién está hablando".
Lo cierto es que Aznar y su esposa, Ana Botella, tuvieron a
bien utilizar una sociedad familiar, a la que, en un derroche de imaginación
bautizaron Famaztella (Familia Aznar Botella) para declarar sus ingresos como
beneficios empresariales, los que las suponía una tasa del 25%, muy por debajo
del 51% que les correspondería por su volumen, algo que privaba a la Hacienda
Pública y, por tanto, a las necesidades de los españoles, en plena crisis, de
casi doscientos mil euros. y que, siento decirlo, les mete en el mismo saco que
al denostado Juan Carlos Monedero.
Sin embargo y aun siendo la noticia un bombón para quienes
sentimos aversión por Aznar, lo que más celebro del caso es que quien se ha
llenado y se llena la boca de palabras como patria, patriota y patriotismo haya
sido "pillado" hablando de "los míos", haciendo evidente el
sentido patrimonial y sectario que él y los que son como él tienen de lo que es
de todos, de lo público. "No me puedo creer que los míos me hagan
esto", dicen que dijo, mientras, seguramente, desfilaban por su mente
algunos de los invitados a la pomposa boda de su hija Ana, esos que desfilaron
en lo que, con el tiempo, se ha convertido en algo así como la pasarela de la
corrupción en España, con más de uno y más de dos de esos invitados en prisión
o con muchas probabilidades de entrar en ella.
"Los míos", dicen que dijo Aznar, y "los
míos", dicen que le respondió el ministro de las perras. Yo, lo único que
sé es que los suyos no son los míos. Lo que sé es que gran parte de lo
defraudado es el salario que Rupert Murdoch y sus neocon pagan al expresidente
por crear ideología y por maltratar a España y sus gobiernos fuera de nuestras fronteras,
en conferencias y duros artículos de prensa tan conspirativos como lo pudieran
ser a sus ojos los de Monedero, algo tan deleznable como que quien ha tenido en
sus manos el gobierno de España use sus conocimientos y la influencia obtenidos
en ello para denostarla fuera.
Lo que sé es que mis vecinos, los que llevan años buscando
un trabajo decente, sus hijos, a los que nadie coloca en un fondo buitre de
esos que rapiñan las viviendas sociales, los que, ya muy mayores, viven en
pisos sin ascensor que, para sus cansadas piernas, son cómo cárceles en las que
esperar la muerte, los hace años que no van al cine o cenan fuera de casa, los
que se han partido la espalda trabajando y pagando sus impuestos, no son los
suyos, son los míos, que el peor pecado que han cometido y su dios se lo
perdone es el de haber votado a los suyos.
Mal momento o, por el contrario, muy bueno ha escogido el
filtrador de la información, porque enterarse de que Aznar no es más que un
tramposo que se indigna cuando es sorprendido por "los suyos"
mientras un ministro del gobierno de su partido, que fue también su ministro,
anda por ahí de mentira en mentira poniéndose y poniendo en evidencia a su
familia natural y política, mientras el eterno alcalde de Granada es detenido
por llenar de cemento la ciudad que tiene siempre en la boca y detrás de la que
esconde sus negocios, mientras quienes lo han sido todo en su partido en Madrid
están en la cárcel o a punto de entrar en ella, mientras su partido en Valencia
ha saltado por los aires podrido de corrupción, mientras sucede todo eso nos
enteramos de que el que se cree guía espiritual de los conservadores españoles
y fato de Occidente no es más que un vulgar insolidario y tramposo ladronzuelo
decepcionado por los suyos que, os lo aseguro, nada tienen que ver con los
míos.