WYOMING: Quien está bloqueando el pacto, y con él el cambio, es quien
impone las tesis de Ciudadanos como un dogma de fe a partir del cual se
traza el camino a seguir con las reformas pertinentes. Pero esto lo
omiten los medios de comunicación
Hace un poco pasaron a la firma de escritores, políticos, agentes
sociales y artistas, un manifiesto titulado: ‘Es posible y necesario un
gobierno del cambio’, donde se pide a diversas formaciones que
concurrieron a las elecciones que lleguen a un acuerdo para la formación
de un gobierno y así evitar que se repitan las elecciones. Considera el
manifiesto, que viene firmado por muchos amigos míos, que repetir las
elecciones frustraría los intereses y anhelos de la mayoría. La mayoría
ya se ha frustrado cuando ha visto cómo está el patio. El que tenía la
llave del cambio, Pedro Sánchez, ha optado por el modelo andaluz de
Susana Díaz, a la que le resulta más cómodo gobernar con la derecha que
con la izquierda. Sus razones tendrá.
Afirma el manifiesto que las opciones no son muchas, y es verdad.
Tampoco las que resultaran de una hipotética repetición de las
elecciones, aunque casi nadie duda que una mayoría suficiente conseguida
entre PP y Ciudadanos tendría muchas posibilidades de conformar un
gobierno que perpetuara las políticas neoliberales sin contar con el
resto de las fuerzas políticas, tal y como actúan siempre que pueden.
Dejarían al PSOE de miranda, por si no se han enterado.
Ciudadanos es una fuerza emergente que propone el cambio aunque, en
realidad, su razón de existir es evitarlo. Me refiero al cambio real, no
al cosmético, como cuando hablan de un pacto con el PP, pero sin Rajoy.
Hay que ver qué manía le tienen al pobre Mariano. Sólo desde la
aversión personal se entiende que si Mariano se retira estén encantados
de pactar con Cospedal, Esperanza Aguirre, Rafael Hernando, Fernández
Díaz, Morenés, Cañete, ahora Soria ya no, antes sí, y el largo etcétera
de personal que milita en esas filas y cuyo paso por ayuntamientos y
comunidades autónomas ha dejado el terreno calcinado y las arcas
relucientes por dentro. ¿Estamos tontos o qué?
La formación de Rivera, en su pragmatismo neutral, apoya y se alía
con la fuerza más votada donde quiera que concurra. Ésa es su norma.
Esta cuestión crucial se obvia en los medios de comunicación, creo yo,
de forma interesada. No se le da la importancia que tiene. Es decir,
Ciudadanos a veces es fuerza del cambio y a veces no. A sus votantes
parece que este hecho no les importa. Entienden que su líder establezca
alianzas con el PP o con el PSOE con tal de llegar al poder, sin
sentirse traicionados. ¿Se equivocan Rivera y su gente o son de los que
opinan que PP y PSOE son la misma cosa?
No creo que sea el momento de explicar de qué va el PP, pero por
resumir, digamos que es una formación política compuesta por casos
individuales de personajes que operan con total autonomía para delinquir
hasta que son sorprendidos y puestos ante la Justicia, siempre por
elementos ajenos al partido, a pesar de que las fechorías, en muchos
casos, se cometen delante de las narices de los jefes, en la propia sede
del partido. Ni uno solo de los cientos de delitos aislados que se han
perpetrado, incluidos los casos de los sucesivos tesoreros que han
venido mangoneando desde la fundación del partido, ha levantado la menor
sospecha de estos ingenuos dirigentes que, a veces, se encuentran
empresas a su nombre en paraísos fiscales cuya existencia desconocían.
Qué suerte. Vamos, como cuando a las amantes de los señoritos se les
ponía una mercería. Sumidos en semejante estado de idiocia se proponen
como los mejores administradores de lo público. ¿Son tontos? No:
mienten.
En unos casos, una vez denunciado el delito y el delincuente, el
partido se desentiende del presunto corrupto y en otros, según su
ascendencia, le siguen pagando un salario o la defensa. La confluencia
de casos aislados ha alcanzado tal magnitud que hasta miembros de la
judicatura se han referido a esa formación afirmando que actúa como una
banda organizada para delinquir. Una vergüenza que destacan también los
diarios extranjeros.
Ciudadanos no tiene el menor problema moral para darles el poder en
lugares tan importantes como la Comunidad de Madrid, con la que tienen
liada. Los trabajadores de Telemadrid siguen en lucha, ahí no ha habido
cambio.
¿Por qué el señor Rivera no ensaya esta fórmula del tripartito o
cuatripartito en estos lugares si está por el cambio al que tanto se
refiere y se quita de encima al PP?. Esa me la sé: porque no necesita a
Pedro Sánchez para sacar adelante sus políticas que, allá donde
gobiernan en comandita, coinciden plenamente con las del PP. Sin
problemas. De hecho, Rivera repite por activa y por pasiva que hay que
intentar incorporar al PP al futuro gobierno porque una fuerza con
tantos votos no puede quedar al margen.
Esta empatía altruista de que
vengan todos a la fiesta, así como su ecuanimidad a la hora de pactar
con el más votado, se revela falsa cuando entra en juego Podemos. Ahí sí
ven incompatibilidad ideológica. En ese caso, como cuando el PP es la
fuerza más votada, tampoco quieren cambio. Están en su derecho, pero el
argumento del más votado resulta cuando menos cuestionable, a mí me
parece ridículo. Tengo moral e ideología, las dos cosas.
El manifiesto en cuestión parte como toda la escenificación que hemos
vivido desde que Rajoy decidió no plantear su investidura, de un hecho
incuestionable, y es que existe un pacto que bajó Sánchez de la mano de
Rivera, como en su día hiciera Moisés en el Sinaí, que hay que aceptar
como documento de partida, sí o sí según Sánchez, y como documento final
según Rivera. En el manifiesto se habla de: “mediante las oportunas
negociaciones, complementar, mejorar o ampliar un acuerdo…”, en ningún
caso, de “crear un acuerdo”, que es lo que yo firmaría.
Contaminado por mi colega Krahe he terminado por darle valor a las
palabras y no me gusta esa inconcreción de “un acuerdo”, así, como
abstracto, cuando se hace referencia a un documento concreto. Tampoco
acierta el manifiesto y se adorna de cierto cinismo o de tendencia al
tocomocho cuando dice: “Si no fuese posible formar un Gobierno compuesto
por miembros de partidos dispares se puede, si hay voluntad política,
acordar un gobierno, encabezado por el líder del partido mayoritario del
acuerdo, con algunos integrantes consensuados…”
¿Qué es eso del líder
mayoritario del acuerdo? Se llama Pedro Sánchez. ¿O hablamos de alguien
tapado? Es decir que, o gobierna Pedro Sánchez por decisión unánime de
los concurrentes o gobierna Pedro Sánchez con la venia de los mismos.
Cada uno es muy libre de hacer su oferta, pero no hay como hablar claro.
Dígase: ¡Queremos que gobierne Pedro Sánchez con quien sea!
Parece que a mucha gente todavía no le ha quedado claro que ese pacto
de las fuerzas del cambio no se ha llevado a cabo porque Pedro Sánchez
no quiere. Algunos dicen que no puede, me da igual.
Uno de los que se
opone con vehemencia es el expresidente González, que ahora es propuesto
por Esperanza Aguirre como candidato de consenso. Fue el que dijo que
Anguita y Aznar eran la misma mierda. Ahora es el candidato de
Esperanza. ¡Qué cruel es la hemeroteca!
Yo firmaría un pacto en el que las diferentes fuerzas políticas que
llaman del cambio, que son muchas más que las que se sentaron el otro
día, partieran de cero, como se hace en toda negociación cuando se
quiere llegar a buen puerto y, por cierto, se piensa también en los
votantes.
Sin imposiciones previas. En todo este tiempo sólo ha habido
una línea roja real que los medios de comunicación de masas se han
encargado de evitar llamarla así, y es el pacto que hicieron con
urgencia PSOE y Ciudadanos, que se convirtió de hecho en una coalición
indisoluble que no existía antes de las elecciones. No es tiempo de
reproches, pero tampoco de ruedas de molino.
En otra parte del documento se afirma: “Bloquear esta posibilidad
frustra los intereses y anhelos de las grandes mayorías…” Parece que se
hace responsable de ese bloqueo al que no suscriba el pacto con sus
mejoras, ampliaciones y complementos. Para mí es evidente que quien está
bloqueando el pacto, y con él el cambio, es quien impone las tesis de
Ciudadanos como un dogma de fe a partir del cual se traza el camino a
seguir con las reformas pertinentes. El malo, como en las películas, ya
estaba señalado desde el principio: “El que se levante de la mesa de
negociación”.
El mismo día 7 de abril en que se llevó a cabo el encuentro entre
PSOE, Ciudadanos y Podemos, tanto el portavoz de Ciudadanos, José Manuel
Villegas, como el propio Rivera, dieron por concluida la posible
negociación y alegaron que leerían el documento que presentó la
formación morada por cortesía. Es decir, fueron los primeros en
levantarse de la mesa. Eso podría convertirles en los malos, razón por
la cual los medios de comunicación omitieron valorar esas declaraciones.
Podemos ese día no convocó a la prensa.
Es al día siguiente cuando Podemos dice algo parecido, señalando la
incompatibilidad de ambas fuerzas cuando se convierten en saboteadores
del proceso. Ahí va mi manifiesto: “Señor Sánchez, ¿sería usted tan
amable de sentarse con las diferentes fuerzas del cambio, de progreso o
como le guste llamarlas, para elaborar un documento que siente las bases
de un posible gobierno de coalición?” No creo que sea complicado si hay
voluntad de hacerlo. La cuestión es compleja porque, simple y
llanamente, no se quiere hacer. Pedro Sánchez se reunió de forma
unilateral con Rivera y a partir de ahí imponía su presencia en
cualquier otra solicitud de encuentro. Se convirtieron en hermanitos
siameses.
No me extraña que el PSOE tenga pánico a la repetición de las
elecciones: ¿Qué campaña podrían hacer? ¿Presentarían a Rivera como el
hombre del cambio y el progreso? ¿Concurrirían coaligados PSOE y
Ciudadanos? Dada esa condición de indisolubles sería lo más coherente.
Por ir terminando, en ningún caso firmaría un manifiesto para la
creación de un gobierno de consenso en el que Rivera sea el filtro, el
árbitro que impone las condiciones, como ocurre ahora con el actual
documento. Como decía una amiga actriz cuando llegaba cruzada: “No tengo
el coño pa ruidos”.
Firmaría uno sin condiciones, donde las diferentes
fuerzas puedan aportar sus puntos de vista de cara a un objetivo común y
cada uno diga lo que tenga que decir.
Esperemos que estos niños siameses se sometan a terapia reparadora,
separadora, y que en el quirófano el cirujano descubra que están unidos
por el pubis, porque como lo estén por el cerebro, estamos listos.
El Gran Wyoming