No fueron brujas las que ardieron.
Eran mujeres, mujeres que fueron vistas como: Muy bonitas, muy cultas e inteligentes.
Algunas eran viudas o sin padre, tenían agua en el pozo, tierras, una buena plantación; otras no cedían ante la lujuria del reverendo.
Mujeres que tenían una marca de nacimiento, mujeres que eran muy hábiles con la medicina herbal y tenían una fuerte conexión con la naturaleza.
Mujeres que bailaban, pintaban, cantaban, escribían o dominaban cualquier arte, pero estaban en el mundo equivocado.
Cualquier mujer corría peligro y el riesgo de ser quemada en el siglo XVII.
Incluso eran arrojadas al agua, y si flotaban eran culpables y si se hundían y ahogaban eran inocentes.
Las mujeres fueron arrojadas por acantilados, fueron colocadas en agujeros profundos en el suelo, cualquier tortura imaginable es poco.
"No fueron brujas las que ardieron, eran mujeres diferentes".
*
*"Mi vieja amiga y yo, tú también, pertenecemos a una casta especial de mujeres bendecidas por las fuerzas de la naturaleza, descendientes de las mujeres sabias que poblaron la Tierra mucho antes de que los curas y los inquisidores llegaran con sus cruces y sus rezos.
Aprendimos a utilizar las plantas para curar y también para matar –Andra Gaila sonrió y continuó con la mirada perdida en el pasado–, descubrimos las propiedades del barro, domesticamos al lobo convirtiéndolo en un perro fiel, transmitimos el lenguaje a los seres humanos, les instruimos en el hilado, el tejido y el cultivo de los huertos, pintamos las cuevas que los albergaban y los enseñamos a creer.
Ahora quieren acabar con nosotras porque poseemos el conocimiento, pero se equivocan al buscarnos entre los campesinos, obligando a unas pobres mujeres a confesar cosas horribles que únicamente están en la imaginación de sus acusadores
. Las víctimas de las hogueras no tienen el poder, jamás ha sido suyo.
Únicamente guardan recuerdos de los tiempos antiguos, sueños, intuiciones, viejas creencias, frágiles como las telas de la araña que aparecen y desaparecen, según sople el viento.
Los inquisidores dan palos de ciego.
Nunca encontrarán a las hijas de la luna.
Hemos existido desde los primeros tiempos y continuaremos vivas cuando todos ellos, hombres depravados que gozan viendo sufrir a sus semejantes, hayan desaparecido y nadie los recuerde sino para maldecirlos por sus crímenes."
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