miércoles, 3 de marzo de 2021

Jauría y crucifijo Memoria Histórica

  

El Obispo Pildain en Las Nieves, Agaete (1940), con grupo de niños, algunos con sus padres asesinados y desaparecidos por los fascistas de Agaete pocos años antes, en el conocido como Valle de Las Viudas.

 

 

 

Jauría y crucifijo

 

«No me digas nada muchacho, allí no escapaba nadie, eran como lobos con nosotros, nos sacaron el jugo muchos años con la excusa de la puta misericordia y su Espíritu Santo».

 

Lo más que temíamos aparte de las palizas y las jaladas de oreja de las monjas de la Casa del Niño, eran las «fiestas» de los curas, que llegaban borrachos de los bares de San José o Vegueta y se metían en nuestras camas. Se reunían sacerdotes de la ciudad de Las Palmas, sobre todo los más cercanos al obispado, bebían como esponjas y se hinchaban a comer cuando recibían la paga mensual.

 

 Entonces era el momento de oírlos por los pasillos del orfanato, las sotanas recogidas pa no hacer ruido, las risotadas de don Manuel Lantigua, que era el más vicioso y cruel con los niños, luego se metían en los dormitorios de la planta alta, yo me hacía el dormido, me apretaba contra la almohada, le pedía a mi padre asesinado por los falangistas que me hiciera invisible, que cuando pasaran al lado del camastro no me vieran. 

 

Entonces iban eligiendo, oíamos los murmullos: -Este si, este no- -¿Dónde el rubio fuerte de los Ojeda?- Elegían a los más guapos, los feos teníamos más suerte aquellas noches terribles, venían en grupos de cinco o seis cuervos con sotana, luego se acostaban con nosotros y nos hacían de todo. 

 

No podíamos llorar en alto o nos decían que nos arrancaban la pinga de una mordida, esas noches aprendí a llorar durante horas sin hacer ningún ruido. Luego después de varias horas de sus «juegos», se marchaban satisfechos a sus residencias en el barrio colonial, cerca de la Plaza Santa Ana y la Catedral

 

. De repente desaparecían, parecían que se ponían de acuerdo pa no quedar ni uno. Al día siguiente las monjas que eran cómplices y sabían todo la cogían con los que nos habíamos meado de miedo en las camas, nos ponían de rodillas en el patio frente a la bandera del yugo y las flechas…»

 

Testimonio de Juan Ramón Sosa Melián (Apellidos ficticios), secuestrado en la Casa del Niño de Las Palmas, Paseo de San José, junto a su hermano, tras el fusilamiento de su padre en el campo de tiro de La Isleta en septiembre del 38.

 

Entrevista realizada por Francisco González Tejera, el 9 de marzo de 2014, en el bar asador de El Palmar, municipio de Teror (Gran Canaria).

 

 

 Publicado en el blog del autor: https://viajandoentrelatormenta.com/

 

 

 


 

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