Los senadores cubanoestadounidenses Marco Rubio y Robert Menéndez despliegan nuevas siniestras aventuras contra su país de origen. Vividores perennes de la industria anticastrista, proponen leyes contra la cooperación médica cubana e impulsan, con fondos federales, una campaña para brindar una imagen falsa y grotesca de ella como vulgar trata de personas y productora de fondos para “engrosar las arcas del Estado”.
Un objetivo importante que persiguen es intensificar la campaña en el seno de la ONU y en Europa para impedir la concesión del Premio Nobel a las brigadas médicas cubanas Henry Reeve, propuesta de cientos de personalidades e organizaciones sociales y humanitarias que cuenta ya con el apoyo de decenas de miles de firmas en el mundo, incluyendo Estados Unidos.
El contexto político que hace posible y estimula estas acciones es el recrudecimiento del bloqueo a Cuba por el gobierno de Donald Trump a niveles de asfixia sin precedente.
Esa política se ha llevado a los extremos mas crueles durante la pandemia de la Covid-19 e incluye un grado insólito de persecución a la cooperación médica cubana en el mundo, descaradas presiones a muchos gobiernos para que prescindan de ella y la expulsión de Brasil, Bolivia y Ecuador de miles de trabajadores de la salud de la isla.
Ello implicó un golpe considerable a la economía de Cuba, ya que que la exportación de servicios médicos constituye su primera fuente de ingresos. Pero, sobre todo, produjo un sensible y abrupto deterioro de la situación sanitaria de los tres países e hizo que sus frágiles sistemas de salud pública se debilitaran en grado sumo vísperas de la llegada a América Latina y el Caribe del nuevo coronavirus.
El drástico agravamiento del cuadro sanitario y epidemiológico suramericano a consecuencia de la brutal política de Trump contra la asistencia médica cubana, su hostigamiento a la Organización Panamericana de la Salud, su actitud negacionista del virus y de la ciencia e incluso su recomendación de dudosos remedios para la enfermedad ha tenido tal relevancia que mereció un extenso artículo de The New York Times titulado “Donald Trump y Jair Bolsonaro debilitaron las defensas sanitarias de América Latina contra la Covid -19”.
La nota del diario neoyorquino, que nadie en su sano juicio calificaría de amistoso con Cuba, realiza esta afirmación casi al inicio: “Trump y Bolsonaro expulsaron 10 000 médicos y enfermeros cubanos de diversas zonas empobrecidas de Brasil, Ecuador, Bolivia y El Salvador. Muchos se marcharon, sin ser reemplazados, solo meses antes de que llegara la pandemia”.
Más adelante continúa: “Luego, ambos líderes atacaron al organismo internacional más capacitado para combatir el virus, la Organización Panamericana de la Salud (OPS), citando su participación en el programa médico cubano. Con la ayuda de Bolsonaro, Trump casi lleva a la bancarrota a la agencia al retener los fondos prometidos en el momento más álgido del brote, en una medida que no había sido revelada anteriormente”.
“El gobierno de Trump sigue presionando a otros países para que expulsen a los médicos cubanos. Durante este verano, una organización de Estados caribeños(se refiere a la CARICOM, de la que son miembros 15 Estados del Caribe y 5 territorios miembros asociados) condenó a la Casa Blanca por amenazar con poner en una “lista negra” a quienes se niegan a hacer eso”, añade.
Conviene recordar que los sistemas de salud de esos Estados se han construido con una importante participación de Cuba, que, además, ha formado gran parte de su personal sanitario.
Como parte importante de esas acciones, La Habana mantiene gratuitamente una potente brigada médica en Haití desde 1998, que ha sido decisiva en elevar los índices de salud del país protagonista de la primera revolución antiesclavista triunfante de la historia, en el auxilio a las víctimas de huracanes y del terremoto de 2010 y en el combate a la epidemia de cólera del mismo año.
El personal médico y de enfermería cubano fue reforzado en esos Estados durante la pandemia como parte de las 52 brigadas que, procedentes de la mayor de las Antillas, han enfrentado al coronavirus en los últimos meses, con aproximadamente 3 mil miembros, en decenas de países de África, Asia, Europa, Medio Oriente y Oceanía.
Los trumpistas están furiosos con el reconocimiento internacional que han ganado la medicina y la biotecnología cubanas, aumentado con la experiencia de la covid-19, y rabian por el éxito obtenido por la isla en el enfrentamiento a la pandemia, con una de las más bajas tasas de infección y letalidad entre muchos países. No se diga en comparación con Estados Unidos, Brasil, Perú, Chile, Bolivia, Colombia y los países europeos.
Trump, pese al pataleo, saldrá de la Casa Blanca, pero se queda al frente de ese horror fascistoide que es el trumpismo. Y queda la mafia cubanoestadunidense, que aunque comulga ideológicamente con aquel, ahora corre a rendir pleitesía a Biden para salvar los millonarios fondos que les proporciona el presupuesto federal para luchar por la “democracia” en Cuba.
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