martes, 20 de octubre de 2020

España: Intransigencia fatídica

 

El presidente del gobierno español, Pedro Sánchez. 

 

Pocos gobiernos han estado sujetos a tantos traspiés y presiones como el  de Pedro Sánchez. Esta semana sufrirá otra prueba ante el Congreso de los Diputados donde se debatiráuna moción de censura presentada por el ultraderechista partido Vox, cuyo titular, Santiago Abascal, se ofrece como sustituto del actual presidente.

 

El intento es tan pedante como dramático. Quienes lo formulan son una facción de la derecha radical europea asociada a elementos reaccionarios considerados por los estudiosos como un segmento del conservadurismo autoritario español, antes aglutinado dentro del Partido Popular.

 

Lograron 52 diputados en las elecciones del 2019, luego de intensas campañas que tuvieron éxito al calor de los dilemas generados por el conflicto territorial y, sobre todo, la crisis económica y sus derivaciones sociales, conjunto propiciador de la subdivisión de la derecha más tradicional.

 

En ese trance múltiple ocurre el surgimientode otra formación, pero a la izquierda, (Podemos) que partiendo del movimiento indignado, se establece en carácter de formación política y logra asociarse a la ya existente (Unidos) formando un frente común (Unidas-Podemos) que, a su vez, concita unirse con el PSOE y crear, por primera vez en la historia política española, un frente progresista en cogobierno.

 

Para que  la moción prospere necesitarían de 176 votos parlamentarios, pero es muy posible que el PP y Ciudadanos, no se animen a secundarles. Si bien ambos  se sumaron a la campaña anti-Sánchez de VOX aceptar el cuestionamiento ahora de su gobierno implica aceptar al auto designado como jefe de estado y los del PP no parecen muy dispuestos a ceder un señorío que detentan como segunda fuerza política del país.

 

Hasta José María Aznar  afirmó que no sería adecuado apoyarlos pues ese intento solo va a  “consolidar el proceso de fragmentación en el centro-derecha en España” y para  “consolidar a la coalición existente en el Gobierno” . Curiosa y polémica valoración pero, en definitiva, ¿pragmática?

 

De todos modos, el Partido Popular duda entre el no y la abstención. Esta última implica un si enmascarado, supuestamente no comprometedor. Pablo Casado, jefe del PP teme, en medio de otras aprehensiones, que Ciudadanos le saquen trapos sucios y ganarse con ello a un sector de votantes que aun fluctúa entre aquellos con los cuales se  asociaron en varios momentos, sobre todo para fustigar con saña a la administración actuante, pero ambos intentan obtenerelpredominio total. Casado, en definitiva, forcejea entre darle el puntillazo a Sánchez y correr el riesgo de darle el relevo a Abascal, quedándose de segundón.

 

Este momento coincide con la ratificación judicial confirmando la condena al PP sobre el proceso de corrupción, conocido como Caso Gurtel. Por eso temen que se emplee esa mancha contra “el principal, partido de la oposición” –así lo define Casado. Oposición –dejemos en claro- no es lo tradicionalmente concebido como desempeño de un grupo por debajo de quien conduceel estado. 

 

Se supone, y así fue durante mucho tiempo, que maniobraban sobre determinados proyectos de ley para anularlos, o imponerles condicionantes,  pero desde hace un tiempo, ocurre una batalla despiadada  contra todo cuanto hace Sánchez, quien les instó a cambiar esatáctica “antisistema” y se sitúe, como corresponde a “un partido de estado”.

 

El llamado refleja posiciones fuera de tono y norma que desde inicios de año, con la investidura delpresidente, cuando Casado tilda de “gobierno ilegítimo” el existente, tomando prestado a VOX sus peores argumentos y las más ríspidas fórmulas de obstrucción. Desde entonces no se ahorran descalificaciones de índole personal o  sobre el desempeño ejecutivo, entre los últimos, el cuestionamiento y condena por el control en Madrid.

 

Atacan a cualquier miembro del gabinete, y desde la etapa Rajoy (con respecto al drama Catalán)  judicializan las diferencias. En este caso, llevan a tribunal al gobierno como si implantar medidas de seguridad epidemiológica fuera un delito  y, según la moda, yendo por encima de fundamentos y pruebas, confiando, quizás, en la estrategia goebel-trumpiana de repetir  mucho las patrañas para convencer a despistados.

 

El jefe del neo franquista Vox, Santiago Abascal, llegó a formular  absurdos como acusar a Sánchez de estar “al frente de un golpe al Estado de derecho, el Rey constitucional y la justicia”, aun cuando sabe que el aludido fue elegido por los ciudadanos según las leyes.

 

La demanda de Vox para destituir ala  actual administración, tuvo como marco de referencia una caravana en protesta por el estado de alarma decretado en la Comunidad de Madrid donde gobiernan  PP y Ciudadanos con apoyo de la propia Vox. La situación, sobre todo en la segunda oleada, tiene en la capital y otros de sus municipios, el centro más activo de la pandemia. De las 17 Comunidades Autonómicas del país, Madrid es donde peor desempeño y resultados se registran. Ello da base al supuesto de que se intenta esconder la mala gestión local con ataques a quien procura enmendar el problema.

 

Decretar estado de alarma, para aplicar medidas sanitarias apropiadas, ocurre tras infructuosas negociaciones con la presidenta de esa región, Isabel Díaz Ayuso, del PP. Según ella el actual es el régimen “más autoritario en la historia de la democracia”, y acusó al presidente de haber raptado a “punta de pistola” a los madrileños, al privarles de su libertad de movimiento. “Tesis” ni más ni menos, similares a las emitidas desde la Casa Blanca, obviando las terribles cifras de enfermos y muertos acumulados.

 

Estos hechos pasan de constituirse en una simple divergencia de opiniones sobre uno o varios temas. No solo la COVID-19 y las medidas para atajarlo, son la fuente de discrepancias en España. Puede verse en los ataques al presupuesto oficial presentado a la Unión Europea sobre la ayuda comunitaria para paliar las consecuencias de la epidemia.

 

Casado y Abascal aseguran que el plan traerá más desventuras que socorro, en tanto Sánchez garantiza que “no será la precariedad” la resultante del plan que su ejecutivo prevé para encarar la crisis post Sars-Cov-2. Según aseguró, va a mantener los proyectos de justicia social que se vienen implementando y, sobre todo, lo destinado a liquidar la pobreza, mal que con otras vulnerabilidades, se acrecentó con el percance que desde hace meses atenaza a la humanidad.

 

Intentando extractar estos incidentes se hace posible conjeturar que estamos ante una especie de contrapoder que ataca con alto voltaje al gobierno, pretendiendo que el estado se les subordine, al menos en aquellas locaciones donde rigen –en la comunidad madrileña PP tiene mandato, asistido por Ciudadanos y VOX-  y la epidemia en curso les sirve como instrumento de identificación, influjo  y desempeño ideológico, yendo hasta por encima de las advertencias sanitarias mundiales y emparentándose con otros extremismos, el norteamericano ante todo, ysus réplicas europeas, a través detécnicas políticas cerriles de comprometido perfil.

 

Tal como Sánchez procuró acuerdos antes de proceder al uso de un recurso superior al cual tiene derecho, parecido le ocurre con decisiones propias de su ejercicio en lo relacionado con la reforma judicial, por ejemplo, también sujeta a recriminaciones de esta derecha desbocada deseosa de implantar una agenda de shock económico, idea inversa a la que tutela Pedro Sánchez y sus garantías de que el futuro inmediato “no será la precariedad”.

 

Criterios tan contra-puestos y, sobre todo, el tono ríspido, impositivo e intransigente, adoptado por los partidos de derecha, crearon un clima irrespirable, provocando declaraciones del Rey, Felipe VI, quien llamó a un “gran esfuerzo nacional” en busca de “entendimiento y concordia”, pues la ciudadanía tiene sobrados motivos de inquietud y preocupaciones en esa extraordinaria peripecia mundial.

 

Antes de concluir esta semana sabremos si el reclamo de colaboración constructiva hecho por Sánchez e Iglesias o el llamado del monarca a concitar equilibrios, tienen racionales receptores o si dejando a un lado las urgencias de la población, a costa de ella, insisten en hacer campaña política permanente, avasalladora, sin avenirse a la lógica unitaria que las excepcionales circunstancias actuales están exigiendo.

 

 España: Intransigencia fatídica

 

 

 

 
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