EEUU. Noam Chomsky: “Protestan por cuatrocientos años de represión”
Arden los Estados Unidos. Se ha impuesto el toque de queda en
varias ciudades, mientras los desórdenes en las calles de manifestantes
tanto negros como blancos no dan señales de disminuir y el ejército está
listo para intervenir.
Entretanto, las palabras y acciones del gobierno norteamericano,
sobre todo de Trump (sus últimos comentarios de “ley y orden”, que
evocan una serie dramática televisiva), muestran poco interés en la
reconciliación con comunidades que están ya exasperadas por la crisis
del coronavirus, el desempleo y las desigualdades sociales.
Para comprender las raíces históricas y sociales de los
disturbios, planteamos unas cuantas preguntas [formuladas por la
periodista Silvia Nicolini] al profesor Noam Chomsky, uno de los más
renombrados expertos en el mundo en la política y la sociedad
norteamericanas.
Las protestas que han seguido a la muerte de George Floyd
se han convertido en disturbios y se han extendido de Minneapolis a
otras diversas ciudades de los Estados Unidos. Mientras tanto, el
Pentágono ha apremiado a la policía militar a prepararse. Profesor
Chomsky, ¿qué está pasando en los Estados Unidos? ¿Hay algo más profundo
detrás de las protestas contra el racismo y el abuso de poder de los
policías blancos?
Lo que hay de más profundo son cuatrocientos años de brutal
represión: primero, el más feroz sistema esclavista de la historia
humana, que proporcionó buena parte de la base del crecimiento económico
y la prosperidad de los EE.UU. (y de Inglaterra); luego, diez años de
libertad en los que los negros pudieron incorporarse a la sociedad y lo
hicieron con notable éxito; después, un pacto Norte-Sur que otorgó de
modo efectivo a los antiguos estados esclavistas la autoridad para obrar
como les placiera.
Lo que hicieron fue criminalizar la vida de los
negros, creando la “esclavitud con otro nombre”, título de uno de los libros más importantes sobre el tema.
Esto duró prácticamente hasta la II Guerra Mundial, época en la que
se necesitaba mano de obra. Vino después un periodo de relativa
libertad, obstaculizado por leyes racistas tan extremas que las
rechazaban los nazis, y por leyes federales que exigían segregación en
la vivienda financiada por el gobierno que se construyó después de la
guerra.
Y por supuesto, a los negros (y a las mujeres) se les excluyó de
la educación superior gratuita que se les concedió a los veteranos.
Llegó luego otra oleada de criminalización de la vida negra.
Ya se puede imaginar el resto.
Persiste el racismo, aunque sea menos
rampante que antes.
Y cuando se manifiesta, como en el caso del
asesinato de Floyd, se produce naturalmente una explosión, a la que en
este caso se suma buena parte de la población blanca, un reflejo de
progreso entre algunas partes de la población a la hora de superar esta
espantosa maldición.
¿Cree usted que la pandemia ha desempeñado algún papel en
las protestas que se han desatado en días recientes? ¿Ha puesto en
primer plano las desigualdades del país y los profundos problemas de
justicia social? ¿O simplemente reventó algo que ya llevaba cociéndose
durante algún tiempo?
La pandemia ha puesto de relieve algunos de estos problemas. Así,
por ejemplo, los negros mueren tres veces más que los blancos a causa de
la Covid-19.
Trump, cuya mezquindad no tiene límites, se ha aprovechado
de la pandemia para recortar las regulaciones que limitan la
contaminación del aire, que tiene efectos demoledores en la actual
pandemia respiratoria.
La prensa económica estima que, como resultado de
ello, pueden morir decenas de miles de personas, con una elevada
concentración entre personas negras que pueden permitirse vivir solamente en las zonas más contaminadas.
De qué modo va a influir esto en la opinión pública depende de la
medida en que se vea obscurecido por disquisiciones racistas.
¿Hay circunstancias como estas en las que pueda justificarse la violencia de una población exasperada?
Se
puede entender, desde luego. Los anales revelan que no resulta sensato.
Conduce de manera sistemática a que haya más gente que apoye una
represión más dura.
Donald Trump reaccionó a las protestas con un tuit que se borró
posteriormente, pero no sin antes echar más leña al fuego: “Cuando
empiezan los saqueos, empiezan los tiroteos”. ¿Nos puede explicar por
qué, más allá de la incitación a la violencia contra los manifestantes,
esta frase ha tenido un impacto tan contundente en la sociedad
norteamericana?
Y además, ¿cree usted que el “pecado original que
todavía hoy mancha a nuestro país” (tal como dijo Joe Biden) se ve hoy
agravado por la presencia de Trump? ¿Le ayuda también su fiera retórica a
volver a subir en las encuestas, que muestran hoy a Biden en cabeza?
Trump citaba a un alcalde de Florida de hace cincuenta años sobre
cómo reaccionaría a las protestas contra el racismo. El significado
quedaba claro, aunque después de una reacción enormemente negativa,
Trump mintió sobre eso y declaró que los que dispararían serían los
saqueadores.
Trump se ha salido de su vía habitual para extender el
“baldón” apelando a los elementos supremacistas blancos. Es difícil
prever la repercusión popular.
¿Qué opina de la reacción de los liberales? ¿Hay alguna enseñanza de lo que está sucediendo estos días para ellos y para Biden?
Debería. Si va a ser este el caso, ya lo veremos.
Profesor, una última pregunta. Ha citado usted la
“criminalización de la vida de los negros”, a la que ha menudo se ha
referido en sus libros. ¿Puede explicarnos brevemente cómo ha funcionado
y sigue funcionando en la sociedad norteamericana y su economía?
No puedo atribuirme la frase, que se utiliza comúnmente en los
estudios sobre la sociedad norteamericana. En los antiguos estados
esclavistas del siglo XIX se trataba de una política deliberada.
Si
había un hombre negro en una calle, le podían detener por vagabundear,
le podían imponer una multa que no pudiera pagar y mandarlo a la
cárcel…en la que se le podía ofrecer a las empresas como perfecto
trabajador: disciplinado, sin protestas, barato.
Esa fue una aportación
de primer orden a la revolución manufacturera de la época, así como a la
industria agroalimentaria.
La segunda oleada de criminalización despegó con Ronald Reagan.
En
1980, cuando tomó posesión de su cargo, las cifras de población reclusa
estaban dentro de los baremos europeos. Desde entonces han explotado
rebasando con mucho las de Europa. La gente encarcelada es población
negra de una manera desproporcionada.
Eso se debe en parte a la guerra
de las drogas, y en parte se puede remontar al mayor número de delitos
entre los negros.
Este último hecho es algo que se aduce a veces en las
disquisiciones racistas, eliminando la pregunta de por qué razón hay más
delitos entre los negros.
Es algo típico de las comunidades oprimidas.
El caso de los negros es de lejos el más grave.
Fuente: il manifesto global
Traducción: Lucas Antón
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