El expolicía franquista Antonio González Pacheco había sido denunciado en numerosas ocasiones por torturas a militantes antifranquistas. Su nombre se había convertido en símbolo de la represión franquista. Disfrutaba de cuatro medallas, cuatro condecoraciones que le permitían cobrar hasta un 50% de pensión.
Así era Billy el niño según sus víctimas
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Billy el Niño, mientras torturaba a Lidia Falcón: "Ya no parirás más, puta"
La abogada y escritora Lidia Falcón en una imagen de archivo.- lidiafalcon.com
La abogada y escritora feminista se adhiere a la Querella Argentina con una denuncia en la que describe las torturas sufridas en la Dirección General de Seguridad.
Lidia Falcón fue torturada hasta la saciedad en el otoño de 1974. Fue golpeada, insultada y humillada. Pero no sólo en prisión. También en los medios de comunicación del régimen.
El diario ABC no dudó en publicar su foto en portada y relacionarla con el atentado que ETA había cometido en la cafetería Rolando de la calle del Correo,
muy cerca de la Puerta del Sol, el 13 de septiembre de 1974. Falcón no
tenía nada que ver con aquella masacre.
Pero para la Policía, para el
régimen y para sus adeptos todo daba igual. Fue detenida en Barcelona y
trasladada a Madrid tres días después del atentado. Llegó a pensar que
no saldría de la cárcel. Que la matarían antes. Franco estaba a punto de
morir y el odio de su Brigada Político y Social andaba suelto por todos
los rincones del Estado. Tortura hoy que mañana ya no se podrá, debieron pensar.
La abogada, escritora, y fundadora del
Partido Feminista ha tardado 40 años en recuperar aquel dramático
episodio de su vida. Aquellos nueve meses que pasó en prisión y los
nueve días que sufrió los interrogatorios de Billy el Niño y Roberto Conesa.
Lo ha mantenido oculto, en la medida de lo posible, no sabe muy bien
por qué, dice. Cada víctima maneja como puede el trauma de la tortura.
Cada persona tiene un mecanismo de defensa. El silencio y el disimulo
fue el método elegido por Falcón.
"Me detuvieron hasta siete veces entre 1960 y 1974, pero lo que viví durante aquella detención no se lo he contado a nadie"
Ahora,
cuarenta años después, se ha decidido a poner estas torturas por
escrito y presentar una denuncia ante la embajada de Argentina en Madrid
para adherirse a la llamada Querella Argentina, la única causa judicial que investiga en estos momentos los crímenes de la dictadura franquista y de la Guerra Civil.
"Me detuvieron hasta siete veces entre 1960 y 1974,
pero lo que viví durante aquella detención no se lo he contado a nadie.
¿Por qué? No lo sé", relata a Público Lidia Falcón, que señala
que finalmente se ha decidido a dar el paso y presentar la denuncia para
"ayudar a los compañeros que tanto esfuerzo están realizando para
terminar con la impunidad del franquismo".
Nueve días en la DGS
El 16 de septiembre de 1974, tres días después del
atentado de ETA, la Brigada Político Social (BPS) acudió al despacho de
Lidia Falcón para detenerla y trasladarla a Madrid acusada de participar
en el atentado realizado con una carga explosiva en la Cafetería
Rolando de la calle del Correo de Madrid, lugar frecuentado por
policías de la BPS de Madrid.
No tenían pruebas. Probablemente, incluso
conocían que Falcón no estaba implicada. Pero daba igual. La subieron a
un coche y la trasladaron a Madrid. También a su hija y a su compañero,
Eliseo Bayo. No la dejaron ni ir al baño en las 12 horas del viaje.
La colgaron con dos pares de esposas a dos ganchos que estaban en el techo, pero las muñecas de Falcón eran demasiado pequeñas
Lo peor, obviamente, estaba por llegar. Falcón pasó nueve días en aquellas dependencias del terror franquista. "Allí tiraron a Grimau por la ventana.
Han torturado hasta inutilizar. Una piensa que es posible que no lo
cuente, que no salga", relata Falcón frente a la Embajada de Argentina
en Madrid."Estaban rabiosos y deseosos de venganza. No hay que olvidar que acababan de morir 13 personas y había 84 heridos", prosigue Falcón.
Un médico la auscultó nada más llegar. "¿Padece usted alguna afección?", le preguntó. "Acabo de sufrir una hepatitis", respondió la mujer. Billy del Niño y Conesa ya tenían el blanco perfecto para destrozar a su víctima: "Me golpeaban en el estómago y en el hígado y me tiraban de los brazos que parecía que se salían".
Así durante tres días. Sin dormir, ni comer,
ni beber. Entre golpe y golpe, además, le hablaban sobre su hija: "Está
en los calabozos. Quizá se eche novio".
Pasadas las 72 horas del plazo de detención, se
personó en la celda donde estaba presa el juez instructor, el comandante
del Juzgado Militar nº 1 de Jueces y Oficiales de Madrid, y tras un
largo interrogatorio, Falcón firmó una declaración en la que no
reconocía su participación en el atentado ni relación alguna con los
terroristas.
"Me llegó a preguntar sobre la implicación de la CIA en el
atentado", rememora Falcón, que describe cómo el juez se daba golpes en
el pecho mientras exclamaba: "No acepto traiciones a este uniforme".
Después el oficial se fue y la dejaron nuevamente en
su celda. Y al día siguiente Billy el Niño y Conesa volvieron a por
ella. La colgaron con dos pares de esposas a dos ganchos que estaban en
el techo, pero las muñecas de Falcón eran demasiado pequeñas.
Sus 50
kilos de peso no daban para llenar aquellas esposas. Falcón caía una y otra vez. Finalmente, la ataron con cuerdas y comenzaron a propinarle puñetazos en abdomen, estómago e hígado.
Los ojos de Billy el Niño
"¿Recuerda alguna frase que le dijera Billy el Niño
durante el interrogatorio?", le pregunta el periodista. "Sí. Claro. Hay
una que no se me olvidará. Nunca. Mientras me golpeaba en el estómago me
dijo: 'Ahora ya no parirás más, puta'", responde Falcón, que
recuerda que tras aquellos interrogatorios ha tenido que operarse hasta
cinco veces para tratar de paliar las consecuencias de aquellas torturas
en hombros, estómago y matriz.
Cuando se desmayaba la desataban y la tendían en el suelo. La despertaban con un cubo de agua.
Como otras víctimas de Antonio González Pacheco, alias Billy el Niño, Falcón recuerda bien aquella cara. Esos
ojos que chispean ante el dolor ajeno, que disfrutan infundiendo terror
y ejerciendo la superioridad que otorga tener a la víctima atada y vía
libre para torturar.
"Era un sádico. Le gustaba. Se veía que
disfrutaba de esos momentos", prosigue Falcón, que reconoce que en la
mayor parte de las sesiones terminaba perdiendo el conocimiento.
Cuando se desmayaba la desataban y la tendían en el
suelo. La despertaban con un cubo de agua. Después el médico la
reconocía, miraba el blanco de los ojos y le tomaba la tensión. "Dejénla descansar",
solía recomendar.
Ella quedaba en el suelo, mojada, durante horas,
hasta que la bajaban a la celda. Al día siguiente, las torturas
continuaban. Al sexto día los torturadores no pudieron seguir con las
mismas sesiones.
Ya no podían colgarla de la pared porque perdía el
conocimiento rápidamente a causa. Entonces, cuando despertaba, seguía
recibiendo puñetazos y patadas tirada en el suelo.
Pacto de silencio
Al noveno día la trasladaron a la Prisión de Mujeres
de Yeserías en Madrid. Tenía rotos los tendones supraespinosos de los
dos brazos y rasgados la matriz y los músculos del abdomen. Estuvo nueve
meses en aquella prisión.
Hasta el 11 de junio de 1975 cuando le
concedieron la libertad provisional bajo la fianza de 30.000 pesetas. A
pesar de estar acusada, nunca fue juzgada. De hecho, nadie fue juzgado por aquel atentado de ETA. Ni ella, ni los otros 21 procesados.
Falcón
acudió años más tarde al Archivo Histórico a buscar aquellos
expedientes. El de esta estancia en prisión, la anterior y las siete
detenciones. No existían. Su nombre sólo aparece en documento que recoge
una conversación mantenida por dos policías. "Todo ha sido eliminado.
Es parte del pacto de silencio la Transición. Todo aquello queda atrás.
No hay culpables. No hay condenados. No hay investigaciones. España es
un país único y el bipartidismo tiene gran parte de la culpa", sentencia
Falcón.
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