¿Cómo será el mundo después de la pandemia? Todo género de audacias
imaginativas dan la vuelta al mundo y vuelven a darla. Unos claman por
«volver a la normalidad».
Otros alientan la ilusión de que «muerto el
virus se acabó la rabia» del capitalismo. Algunos más dan tono verde
ecologista a sus lucubraciones y, desde luego, no faltan los
predicadores que entienden el conjuro del mal gracias a providencias
extraterrestres, mientras atienden la suma de los «diezmos».
Pero están también los think tanks, los asesores intelectuales, los
académicos o los «gurús» para toda ocasión. Ya despliegan las artes del
oportunismo, y el menú completo del reformismo, para instalar los
dispositivos de la falsa conciencia convertida en «sentido común»,
actualizados con estadísticas e infografías.
Les urge entretenernos con
la ilusión de un «nuevo capitalismo» humano y progresista, redimido de
sus horrores por gracia de la pandemia.
Una carrera loca por «adivinar» el futuro se ha desatado. Se
encendieron las alarmas en los tableros del control ideológico dominante
porque ven derrumbarse las emboscadas que el capital ha tendido contra
los seres humanos. Están alarmados y han soltado a sus jaurías para
secuestrarnos el futuro (de nuevo) e impregnarlo rápidamente con más de
lo mismo.
Para los opresores, es igualmente importante infestar el
futuro con sus «nuevos» –viejos– valores, que encontrar la vacuna contra
la codiv-19. Ambos son, para ellos, grandes negocios.
Están tratando de maquillar el sistema económico dominante, sus salas
de tortura laboral, sus refinamientos de usura bancaria, sus
estrategias de despojo y privatización en educación, salud, vivienda,
cultura… están tratando de maquillar las monstruosidades de la industria
bélica capitalista, sus adláteres financieros y mediáticos… más todas
las canalladas ideadas pertinazmente para humillar a la humanidad con
hambre y pobreza, durante siglos; cirugía ideológica mayor presentada
como lifting menor.
Preparan un arsenal de paliativos, analgésicos y entretenimientos
ideados para anestesiar la rebeldía, para diluir el espanto develado por
la pandemia y para convencernos de que nada puede ser cambiado, que «la
cosa es así» y que debemos resignarnos… que alguna migaja caerá de la
mesa del capitalismo «renovado».
Los muchachos intelectuales serviles a tal canallada están trabajando
arduamente. Ya tienen reservadas muchas páginas en los diarios
«principales» y muchas horas en la radio-tv del circo monopólico
trasnacional. Y en las «redes sociales», desde luego.
Entre los promotores del nuevo hermoseamiento del capitalismo están
los mismos viejos ideólogos que contribuyeron al desastre horrendo que
la humanidad padece. Son los mismos apellidos, las mismas universidades,
las mismas escuelas financiero-rapaces… nada nuevo en esa «renovación»
que tratan de imponernos para contestar: ¿cuál es el futuro de la
humanidad después de la pandemia?
Dicho de otro modo, ellos responden:
más de lo mismo, con algunas reformitas. Sin pérdidas de ganancias,
claro.
En las tripas mismas del capitalismo está la fuerza que lo destruirá.
No hay que buscar esa fuerza en otra parte. Es la fuerza que
finiquitará y sepultará al capitalismo para crear una sociedad nueva.
«La burguesía produce, ante todo, sus propios sepultureros», dijo Karl
Marx. No se necesita mucha ciencia para verlo en plena acción,
diariamente. Lo destruye la contradicción capital-trabajo, llevada a su
más alta tensión, que es una revolución en marcha, aunque gasten mucho
en ocultarla.
De ese antagonismo se desprende la tensión que dilucidará, con la
mayor amplitud, el papel histórico y los objetivos de la lucha de clase
del proletariado. El capitalismo no solo crea y recrea las crisis,
inventa ilusiones para anunciar que logrará la «recuperación» de la
economía mundial y renovará sus escenarios con estratagemas reformistas
de largo plazo. Inoculará «nuevas» reformas y grandes engaños para
mantener al capital por encima de los seres humanos.
Es necesario, también, un movimiento internacionalista de Filosofía
para la transformación de la realidad. No se resolverán los problemas
que la acumulación del capital le impone a la humanidad, solo con
reformas fiscales, ni solo con reformas al aparato del Estado
arrodillado ante las oligarquías. No se resolverá solo con más
hospitales, ni solo con más escuelas ni con más de lo mismo. Hay que
reformar integralmente los contenidos de cada institución, aunque venga
acicalado con palabrería alambicada para el gusto de ciertas tribunas.
Debe interpelarse profundamente el modo de producción y las
relaciones de producción, la tenencia de la tierra, las «concesiones» a
la minería, la soberanía de mares territoriales y, en general, el
derecho de los pueblos a disfrutar las riquezas naturales y el producto
del trabajo que a ellas se imprima y que de ellas provenga. Hay que
discutir la democracia burguesa toda. Su historia, sus definiciones, sus
legislaciones y sus miles de emboscadas ideológicas y leguleyas. Hay
que filosofar para la revolución humanista en serio.
Es hora, también, de descolonizar a la Filosofía. Dar la lucha en las
entrañas de las mafias que la secuestraron para esconder la lucha de
clases y decorar al capital. Hay que interpelar a la educación en su
totalidad y a sus servidumbres en el mercado de los saberes. Hay que
interpelar al modelo de salud y a sus principios para emanciparla de la
lógica mercantil y del individualismo mesiánico.
Hay que interpelar,
«hasta que duela», toda la estructura de «valores» y «sentido común»
inoculados por la red de «medios de comunicación», secuestrada para
someternos al «síndrome de Estocolmo» que nos obliga a aceptarlo, como
si fuesen nuestros los valores de la clase opresora.
Hay que interpelar
íntegramente al aparato de justicia, al aparato de sanciones… al
capitalismo íntegramente, incluyéndonos todos. Hay que interpelar
también nuestra crisis de dirección de la izquierda revolucionaria y
resolverla para terminar con el capital.
¿Cómo será el mundo después de
la pandemia?: lo mismo, solo que con el peligro de que nos secuestren el
futuro nuevamente… el mismo, solo que empeorando velozmente si no nos
organizamos para transformarlo.
«En la demora está el peligro», diría
Eloy Alfaro.
Horóscopo de la pandemia: el capitalismo no morirá de coronavirus
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