A nadie se le escapa que Europa es un gran mercado para China. Que del vigor de la demanda europea depende, en gran medida, el crecimiento económico de China.
El principal riesgo para la economía del gigante asiático es una recesión brutal en el mercado europeo.
El germen de esa recesión está aquí, con todos nosotros; toda Europa está paralizada bajo un onírico y abstracto combate.
Pero existen múltiples formas de morir.
Si ante el actual escenario de parálisis y confinamiento no se produce un giro radical, el dolor y el sufrimiento causado por la crisis sanitaria dará paso a una nueva recesión económica en Europa y, por lo tanto, en China.
El número de muertos y la permanencia del primer evento -coronavirus- tendrán una magnitud despreciable en comparación con las tasas de paro y las pérdidas empresariales del nuevo ciclo recesivo.
La aplicación de recortes públicos del bienestar,
inicialmente tibios en primera instancia, se recrudecerán en segundas
oleadas ejecutadas por gobiernos drásticos salidos de las urnas.
Toda la década de los años 20 del siglo XXI quedará marcada por los efectos de un primer evento alarmante, un primer shock.
China pretende evitar esta perspectiva al tiempo que los ciudadanos
europeos, por el momento, concentran principalmente sus temores en el
corto plazo.
Pero los arquitectos del miedo diseñan sus proyectos para el medio y largo plazo, lejos de miradas multitudinarias, y, sobre todo, de cualquier clase de pureza o solidaridad.
El Captor
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