El 28 de febrero, los Países Bajos registraban su primer fallecido por
COVID-19, cuando China rondaba los 2.800. Antes de esta crisis, el
prestigio de su sistema sanitario ocupaba los primeros puestos del
ránking mundial, por su eficiencia.
Hoy, el país neerlandés ha superado
los 2.200 muertos y los 20.600 diagnosticados. Su población es de 17
millones de habitantes. Proporcionalmente, ocupa el tercer lugar del
ránking en Europa.
Y su forma de contabilizar el número de fallecidos
podría estar obviando a todas las personas mayores que mueren en sus
domicilios que el Gobierno se niega a hospitalizar. Si pensaban que la
cosa no iba con ellos, se equivocaron.
Estas son algunas de las claves del contraste entre la agresividad que
han mostrado con su entorno y la evolución negativa de la pandemia en su
territorio.
CARENCIAS. Sin tests ni camas de ucis, pide ayuda
La elevada presuntuosidad de su discurso se ha acompañado de golpes a la
línea de flotación de la Unión Europea de una bajeza solo comparable a
la que le da nombre al país. Bajo el débil paraguas de los insuficientes
datos que manejan respecto a la incidencia del COVID-19 en su población
(ya que ni siquiera realizan pruebas a los hospitalizados con
síntomas), presumieron de que su sistema sanitario gozaba de margen
suficiente para soportar la presión durante dos meses más. Han tenido
que rectificar (su promedio de 6,4 camas de uci por cada 100.000
habitantes pronto se vio superado) y pedir ayuda a sus hermanos belgas,
que se han negado. Alemania, la primera en atreverse a tirar de las
orejas a España, aceptará a los enfermos vecinos.
FUTURO ECONÓMICO. Los coronabonos y la brecha de la UE
Es en este punto en el que entra a debate la insolidaridad en el seno de
la UE (el Brexit ya parece una broma a estas alturas). Pero no fueron
los belgas los que abrieron esa espita, sino los propios neerlandeses.
Cuando España e Italia plantearon la posibilidad de una mutualización de
la deuda (los coronabonos, a los que también se apuntaron Francia,
Bélgica, Portugal, Irlanda, Grecia, Eslovenia y Luxemburgo) para poder
salir del agujero económico provocado por el COVID-19, el ministro de
finanzas, Wopke Hoekstra, recriminó a los vecinos del sur su previsible
déficit frente al superávit que los Países Bajos han registrado desde el
2016. Portugal reprendió el feo gesto («Ha sido repugnante», le espetó
el primer ministro portugués, Antonio Costa). La resolución del
conflicto es todavía una incógnita. Ahora, Hoekstra reconoce que le
faltó empatía.
INMUNIDAD DE REBAÑO. La explicación antropológica
A la cuestión del dinero se llegó por la vía sanitaria. Y no es una
alusión a la fábrica holandesa Philips, que construye ahora respiradores
(esos que les niegan a sus mayores) a espuertas aprovechando el gran
negocio de esta lucha contra el virus.
En realidad, desde los Países Bajos se ha optado por discurso
antropológico (neerlandeses, escandinavos y anglosajones frente a
latinos) para defender una línea de acción que pretende la inmunidad de
rebaño (el contagio masivo tendría como consecuencia una protección de
grupo en los supervivientes), esa a la que refirieron Estados Unidos,
Escandinavia y el Reino Unido pretendiendo proteger su economía, aunque
han tenido que recular en cierto modo.
Frits Rosendaal, jefe de epidemiología clínica del Centro Médico de la
Universidad de Leiden, se encargó de apuntar: «En Italia, la capacidad
de las ucis se gestiona de manera muy distinta. Ellos admiten a personas
que nosotros no incluiríamos porque son demasiado viejas. Los ancianos
tienen una posición muy diferente en la cultura italiana». Otros
compatriotas especialistas le respaldaron argumentando que es inhumano
llevar a los ancianos al hospital para morir, optando por cuidados
paliativos en casa. «No podemos hacer más por ellos», afirman.
NO AL CONFINAMIENTO. En casa, antes que en el hospital
La media de edad de los fallecidos en los Países bajos es de 82 años.
Las personas que sufran síntomas leves deben permanecer en sus
domicilios y no informar al hospital, salvo que empeoren.Las medidas
restrictivas son laxas, aunque no llegan al nivel de Suecia (donde solo
hay restricciones para los mayores de 70 años). Han descartado el
confinamiento y aunque ciertos establecimientos públicos estarán
cerrados hasta finales de abril, las tiendas seguirán abiertas.«Creo que
cometen un error», les ha advertido Giorgio Gori. Para ser el alcalde
de Bérgamo, bastante empático ha sido.
Pablo Gómez Cundins, en La Voz de Galicia
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