Pocos regímenes en la historia se le comparan en crueldad, ninguno en
el número de guerras, menos aún en el cinismo de su actuar. El imperio
estadounidense ha iniciado el 2020 mostrando con crudeza su despiadada
naturaleza.
Mientras el pueblo y las autoridades chinas batallan con
energías contra la amenazante expansión del coronavirus de Wuhan, que ha
infectado a miles y provocado cientos de muertes, y el mundo se declara
en emergencia sanitaria por la posible expansión de la enfermedad, el
Secretario de Comercio de Estados Unidos , Wilbur Ross, dijo el pasado
jueves que la epidemia, que ha desatado temores mundiales, podría crear
empleos en su país.
Ross dijo que el virus es "muy desafortunado" pero es también un "factor de riesgo" que los negocios consideran para operar o no en China. "No quiero hablar de hacer una vuelta de la victoria respecto a una enfermedad muy desafortunada y maligna, pero el hecho es que da a los negocios otro asunto a tener en cuenta", dijo al canal de noticias Fox Business.
"Entonces creo que ayudará a acelerar el retorno de empleos a América del Norte, algunos a Estados Unidos y probablemente a México también", dijo fría y calculadoramente el alto funcionario estadounidense.
Estas declaraciones generaron críticas como las del congresista demócrata Don Beyer, quien tuiteó que la reacción de Wilbur Ross a una epidemia que ya ha matado a cientos de personas es "hablar de cómo ganar dinero con esto" y valoró que sus rivales políticos "siempre encuentran un modo de ser peores".
Por su parte, China criticó los "comentarios poco amigables de Estados Unidos" y dijo que lo hecho por la parte estadounidense "ciertamente no es un gesto de buena voluntad".
La portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Hua Chunying, señaló: "En la adversidad se conoce a los amigos. Muchos países han ofrecido apoyo a China a través de diferentes medios. En contraste, las palabras y acciones de ciertos funcionarios estadounidenses ni corresponden a los hechos ni son apropiadas".
También los palestinos han probado una vez más una cucharada
del cinismo imperial. El anunciado Acuerdo del Siglo de Donald Trump no
es más que una bofetada a las legítimas aspiraciones de ese aguerrido
pueblo. La propuesta del inquilino actual de la Casa Blanca impone
condiciones inaceptables para los palestinos, como la declaración de
Jerusalén como capital exclusiva de Israel, y da vía libre a la anexión
de los asentamientos judíos y del estratégico valle del Jordán (más de
un 30% de Cisjordania).
El Presidente de la Autoridad Palestina Mahmud Abbas se negó a
conversar telefónicamente con Trump y a recibir su propuesta. “El plan
de paz nos deja a los palestinos apenas el 11% del territorio histórico
(el de mandato británico hasta 1948)”, aseguró Abbas en El Cairo. “Hemos
aceptado las fronteras de 1967 (Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este),
que representan el 22%”. “Nunca aceptaré este plan”, enfatizó el líder
palestino. “No quiero pasar a la historia como quien vendió Jerusalén”.
Los ministros de Asuntos Exteriores de la Liga Árabe rechazaron de
plano el plan del presidente estadounidense y reafirmaron el derecho de
los palestinos a contar con un Estado propio dentro de las fronteras
anteriores a la guerra de 1967, cuando Israel conquistó los territorios
ocupados, y con capital en la parte oriental de Jerusalén.
El pueblo cubano sabe de esas esencias de la naturaleza
imperial. Ya son más de seis décadas en las que han tratado de rendirlo
por hambre y enfermedades, por presiones y amenazas. En el colmo de la
perversidad le vetan hasta el combustible para cocinar los alimentos.
La
obcecada persecución y las medidas contra las compañías cubanas que
importan los combustibles que necesita el país (unido a la cacería
contra barcos, compañías navieras y aseguradoras que participan en su
traslado) han provocado serias afectaciones al suministro de gas licuado
del petróleo a las familias cubanas para la cocción.
Más de un millón 700 mil clientes (hogares, centros de trabajo,
negocios particulares) se han visto afectadas por este nuevo
despropósito imperial.
Las sanciones de Washington contra la Corporación
Panamericana SA, y antes contra CubaMetales, han ahuyentado a los
suministradores habituales del combustible de cocina (que se negaron a
realizar las entregas planificadas para finales de diciembre e inicios
de enero por temor a las sanciones) y a probables nuevos proveedores.
Poco le importa a Trump cómo cocinan los cubanos.
Menos aún le interesa a Marco Rubio, el bitongo senador de La Florida
que en el verano pasado se encabritó contra las autoridades de Trinidad
Tobago por haber realizado suministros de gas licuado a Cuba. Desde su
cuenta de Twitter, Rubio amenazó cínicamente a las autoridades
trinitarias.
El imperio tiene fiebre de poder y la cura con grandes dosis de cinismo.
Son altísimas sus cuotas de desprecio por el resto del mundo. Su cuerpo
anda putrefacto y riega inhumanidad por donde pasa.
Randy Alonso Falcón
No hay comentarios:
Publicar un comentario