La nueva extrema derecha mundial necesita creer que vino a rescatar a un mundo al borde del caos por culpa de gobiernos de izquierda y de la tortuosa infiltración del “comunismo” y del “marxismo” en todos los rincones de la sociedad.
El mundo caminaba hacia el desastre, pero
llegaron providencialmente los lideres mesiánicos de la extrema derecha.
Por eso esta extrema derecha siente que está siendo atacada por todos
los lados. Porque no le perdonan haber asumido la responsabilidad de
salvar al mundo del socialismo y del caos –que es lo mismo-.
Por eso los
medios, los líderes y partidos de izquierda, los sindicatos, el mundo
cultural, la educación pública -forman parte de un mismo enemigo que
debe ser combatido, insultado y agredido diariamente.
Deben ser
desenmascarados como instrumentos útiles de la destrucción de los
valores y las organizaciones tradicionales de la sociedad, la familia y
la religión.
En esa misión conquistan a las fuerzas de la derecha tradicional,
derrotada sistemáticamente por la izquierda, porque no le hicieron la
guerra que se necesita para triunfar. Los gobernantes de la extrema
derecha mienten a diario, no importa que sean desmentidos, crean hechos,
imponen su agenda en el debate nacional.
La derecha brasileña, que tiene como gobernante a una caricatura del
presidente de Estados Unidos, sufre con la misma paranoia que los demás
líderes de derecha dispersos por el mundo. Pero lo hace en condiciones
bastante peores.
Trump puede exhibir una economía con buen desempeño,
demuestra poder en el mundo, a pesar del aislamiento al que ha condenado
a EE.UU., y tiene apoyo parlamentario suficiente para evitar su
impeachment.
Se presenta como la única vía para que EE.UU. sea rescatado
de la decadencia a la que lo habían condenado los demócratas y puede
presumir de que EE.UU. está más fuerte que nunca. Trump aparece con los
mejores índices de apoyo de su gobierno, mientras los demócratas se
enredan con el comienzo de sus primarias.
Bolsonaro (foto) es una pobre caricatura de Trump. Intenta poner en practica métodos similares: el mismo discurso del rescate del país del caos, la misma forma agresiva de tratar a los medios, el llamamiento a soluciones violentas para los conflictos, una política económica ultra neoliberal. Pero los resultados no son los mismos del lado de abajo del Ecuador.
La economía brasileña está mas estancada que nunca. Los
índices sociales son pésimos. El aislamiento político del gobierno es
cada vez más grande. Encuestas electorales anuncian la derrota del
gobierno, cuyo apoyo sigue decreciendo, siendo un tercio del que tuvo en
2018.
La paranoia sólo aumenta en esa situación. La nominación de la
película Democracia en vertigo, de la joven cineasta brasileña Petra
Costa, como finalista del Oscar, ha provocado un verdadero tsunami en la
derecha brasileña. El gobierno se sirvió de un espacio público,
institucional, para atacar a Petra, usando así recursos públicos para
acusarla de perjudicar la imagen del país en el mundo.
Periodistas de la
derecha han tratado de hacer reseñas negativas de la película,
disimulando pésimamente que se trataba de un punto de vista político con
el que criticaban a Petra por hacer un arte político. Aunque se sepa
que la película no es favorita para triunfar, el sólo hecho de que esté
nominada al Oscar, pone extremadamente nerviosa a la derecha.
No sólo eso. Por la solidaria intermediación del presidente argentino
Alberto Fernández, el Papa va a recibir a Lula el miércoles 13, pocos
días después del Óscar. Lula ya ha declarado que es una necesidad
visitar al Papa para agradecerle todo lo que Francisco ha hecho por él y
por el pueblo oprimido del mundo.
Lula ha solicitado autorización para viajar, porque tendría que
prestar declaración el día 12 en Brasilia en uno de los tantos procesos
absurdos en su contra. Lula ha recibido, entre otros homenajes, el
título de Ciudadano Ilustre Parisino, otorgado por la alcaldesa de
París, Ana Hidalgo.
Pero en este viaje, el primero que hace desde que
quedó en libertad, Lula prefiere ir tan sólo al Vaticano y retornar
inmediatamente a Brasil.
Hollywood y el Vaticano se suman así al largo listado de
complacientes con el comunismo, que alimentan el paranoico discurso de
Bolsonaro.
Emir Sader
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