Movistar será la principal empleadora de ese nuevo ejército de
exasperadores profesionales que destinará principalmente a reforzar su
divertido y alambicado servicio de reclamaciones.
“Queremos que los
clientes no solo se exasperen cuando realicen una reclamación telefónica
sino que lleguen, lenta y progresivamente, a la más absoluta y amarga
desesperanza.
Queremos que se hundan en la más severa de las angustias,
que rabien como verdaderos hijoputas, que blasfemen sobre los
fundamentos más sagrados, que escupan bilis y cuajos de sangre
coagulada, que se emborrachen de ira, en definitiva.
Queremos oír cómo
rompen las mesas con sus cabezas y se incrustan los cristales de las
gafas en sus globos oculares, queremos escuchar cómo destrozan sus
muebles y objetos más preciados y cómo reniegan del día en que fueron
concebidos por sus padres”, ha declarado el presidente de la compañía
telefónica para explicar la incorporación de esta nueva remesa de
teleoperadores sudamericanos.
Movistar califica, además, como pura poesía conceptual el hecho de
que un cliente español intente poner una reclamación telefónica y sea
atendido a 9.000 kilómetros de distancia desde un sencillo locutorio de
Bolivia por una persona que cobra 273 euros mensuales.
“Es la magia de
las telecomunicaciones. Es la superación suprema de la ubicuidad”, ha
añadido la compañía.
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