domingo, 2 de junio de 2019

Antinatalidad, ¿la solución para salvar el planeta?

*La población mundial está hoy en 7.600 millones de personas, pero se calcula que para el 2050 rozará los 10.000 millones. Y todo esto con el planeta en crisis.


 Congresista Ocasio dijo que es legítimo preguntarse si está bien tener hijos ante cambio climático.


La idea de no traer más personas a este mundo, porque ya ‘no hay cama para tanta gente’, no es algo precisamente nuevo. Pero el antinatalismo se está nutriendo, y con fuerza, de una tendencia cada vez más importante entre los jóvenes: la causa medioambiental.


A través de Internet, grupos de ‘millennials’ y ‘centennials’ de todo el mundo discuten sobre cómo mitigar el daño causado al medioambiente por el hombre y qué se puede hacer para tratar de frenar o revertir la situación. Y entre las opciones, el no reproducirse suele citarse como uno de los aportes individuales de mayor impacto que una persona puede hacer.


 La discusión ha llegado a tal nivel, que hace poco la congresista estadounidense Alexandria Ocasio-Cortez publicó un video en su cuenta de Instagram, con más de 2,5 millones de seguidores, en el que dice: “Es legítimo preguntarse si está bien tener hijos ante el cambio climático (...) Existe un consenso científico de que las vidas de esos niños serán muy difíciles. Y esto lleva a los jóvenes a tener una pregunta legítima: ¿está bien tener hijos?”.


 Y aunque el planteamiento parezca extremo, la evidencia sobre la mesa convierte a este asunto en algo que amerita, cuando menos, una reflexión.


Según un estudio reciente de Naciones Unidas sobre la biodiversidad en el planeta, entre 500.000 y un millón de especies animales y vegetales se verán amenazadas de extinción por la acción del ser humano. Y esto se suma a otras cifras no menos inquietantes, por ejemplo, que se ha reducido un 26 % la cantidad de agua dulce disponible por cada habitante, ha aumentado en un 75 % las zonas muertas en los mares y que cada día depositamos ocho millones de toneladas de plástico en los océanos.


Pero hay más: cada año desaparecen más de 13 millones de hectáreas de bosques, las poblaciones de animales han disminuido en un 58 % en los últimos 40 años, las emisiones de CO2 crecieron 2,7 % en el 2018 hasta llegar a la cifra récord 37,1 gigatoneladas, los últimos tres años han sido los más calurosos de la historia del planeta… La lista de datos es tan interminable como alarmante.


Y más aún cuando se prevé que la población mundial aumente de las 7.600 millones de personas actuales a cerca de 10.000 millones para 2050. Solo la demanda mundial de alimentos, que se estima crecerá un 50 % durante este período, ejercerá una enorme presión sobre la forma en que se utiliza la tierra, para no hablar de los mayores niveles de CO2 y otras formas de contaminación, así como la mayor depredación de los cada vez más escasos recursos naturales.


A Colombia la discusión llegó hace rato. De hecho, a comienzos de este año se hizo muy visible por cuenta de Nathalie Gómez (30) y Andrés Molina (39), una pareja que divulgó en redes sociales su decisión de no tener hijos como una forma de aportar al cuidado del medioambiente


 Es legítimo preguntarse si está bien tener hijos ante el cambio climático  Existe un consenso científico de que las vidas de esos niños serán muy difíciles


Tras anunciar que Andrés acababa de practicarse la vasectomía, escribieron: “Nuestra razón principal (...), la más importante, es contribuir con la conservación del planeta que tan sobrepoblado y aporriado está. No vamos a traer un humano más a contaminar”.


Ellos no son un caso aislado. Ana, bogotana, 30 años y productora de un festival de cine medioambiental, también dice que no va a tener hijos por las mismas razones: “El mundo necesita muchas cosas salvo una persona más (...) Tengo claro que el mejor aporte que puedo hacer es no traer otra persona a que siga empuercando el mundo mientras yo trato de empuercarlo lo menos posible”.


La propuesta de no reproducirse, o al menos no tanto, se apoya también desde la academia. Investigadores de la Universidad de British Columbia (Canadá) y la de Lund (Suecia) publicaron un trabajo en el que aseguran que el cambio climático antropogénico (por la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera) es producto de la suma de miles de millones de decisiones individuales, y por tanto debe combatirse desde ese nivel, para lo cual hicieron cuatro recomendaciones: la primera de ellas, tener un hijo menos. 


Según el documento, esto implicaría un promedio, para los países desarrollados, de 58,6 toneladas de CO2 menos por año. El cálculo se hizo a partir de cuánto CO2 adicional emitirían los hijos y los nietos por cada año de vida de los padres.


Y dieron otro dato: si una familia de Estados Unidos decide tener un hijo menos lograría reducir el mismo nivel de emisiones que si 684 adolescentes decidieran adoptar el hábito de reciclar durante toda su vida.


De vieja data


El antinatalismo no es nuevo. Ya en el 406 o 405 a.C., Sófocles incluía el siguiente coro en ‘Edipo en Colono’: “no nacer es, más allá de toda estimación, lo mejor”. Una idea similar se expresa en el Libro del Eclesiastés, del Antiguo Testamento. 


Y son varios los pensadores que se han opuesto explícitamente a la procreación: Arthur Schopenhauer es el más conocido, pero también están Peter Wessel, Emil Cioran y Hermann Vetter.

 
En Colombia el más famoso es el escritor Fernando Vallejo quien en una entrevista con el diario La Nación, de Argentina, dijo: “Le perdono haber tenido hijos (a su madre), que para mí es un crimen”.


El mayor promotor del antinatalismo en la actualidad es David Benatar, profesor y jefe del departamento de filosofía de la Universidad de Ciudad del Cabo, en Sudáfrica. Plantea que no vale la pena seguir reproduciéndose por el sufrimiento que es inherente a la vida, y que en su opinión es muy superior a los momentos de gozo, por lo que es una infamia traer a nuevos seres a sufrir. 
   
“La gente subestima cuánto sufrimiento hay. 
 
La única manera de evitar que esto continúe en el futuro es no crear los seres que lo experimenten”, le dijo a EL TIEMPO.


Y en una charla con la BBC puntualizó que sacrificar a varias generaciones en pro de la idea de que algún día tal vez tengamos un mundo mejor, “me parece algo sencillamente indecente”. Añadiendo que dado que el ser humano se ha convertido en una de las principales causantes de la extinción de otras especies, lo mejor para el planeta sería que los humanos dejaran de existir.


No obstante, en su entrevista con EL TIEMPO admitió que “la mayoría de los antinatalistas reconoce que los humanos no se extinguirán voluntariamente”, porque “esto va contra impulsos biológicos profundos que no creo que podamos erradicar en el grueso de las personas”, por lo que lo que corresponde es “alentar a más personas a tener menos o ningún niño y hacer que los anticonceptivos estén siempre disponibles”.


 Y si una pareja insista en tener un hijo, “la adopción es muy preferible a la procreación, pues no solo impide la creación de un nuevo ser sufriente, sino que también alivia algunos de los sufrimientos de un niño no deseado”.


 Creo que el ser humano es el intruso de los ecosistemas. La raza humana se cree tan potente, inigualable e invencible cuando en realidad lo que es, es insensible


 De todas las latitudes Las ideas de Benatar –quien sostiene que “si alguna otra especie causara tanto daño como los humanos, seguramente pensamos que es incorrecto criar nuevos miembros de esa especie”– nutren a mucha gente en estos tiempos de gran preocupación por el futuro de planeta. Un ejemplo es el de Laura Q Ch.


Tiene 33 años, vive en San José de Costa Rica y es administradora de empresas. “Conforme fui creciendo me di cuenta de que la Tierra sufre a causa de sobrepoblación humana. Creo que el ser humano es el intruso de los ecosistemas. La raza humana se cree tan potente, inigualable e invencible cuando en realidad lo que es, es insensible”. Y agrega que la gente procrea sin consciencia de lo que esos nuevos seres humanos van a contaminar a lo largo de su vida. Y como ella hay muchos.


Sara Lozano, de 37 años y quien se dedica a la gerencia de finanzas en ab-inbev en México, afirma: “Ya hay mucha gente en el planeta, donde vivo ya hay momentos de escasez de agua”. Su decisión de no tener hijos le ha significado perder varias relaciones de pareja, pero ella reivindica su congruencia y poder “servir de referencia”. “Ya en mi círculo hay gente perdiéndole el miedo a no tener hijos. Y eso a largo plazo generará beneficios”.


Gloria María Jiménez, española y antinatalista, dice: “Me defino así por el futuro incierto que tendrían mis hijos”. Mientras que Leopoldo Trujillo, de El Salvador, difunde videos en Youtube hablando sobre por qué no reproducirse. Y esta postura se está adoptando desde edades muy tempranas.


Un ejemplo es el caso de Felipe, un ingeniero civil de Cali de 22 años que se hizo la vasectomía porque “por cuenta de la sobrepoblación estamos acabando con los recursos naturales y con el planeta mismo”.


Pero, testimonios aparte, es claro que en la decisión de no tener hijos influyen muchos factores, no solo el ambientalismo, como ilustra bien el caso de Manuela Mesa, de Medellín, que se ligó las trompas a los 22 años. “Nunca me vi como madre. La situación del planeta incidió, pero no fue el único factor”.


Tampoco se puede obviar que esto del futuro del planeta es un paraguas políticamente muy correcto que puede ser usado para resguardar deseos más edonistas, como viajar libremente y más (actividad que por cierto contamina muchísimo), tener todo el salario para uno mismo, evitar el duro compromiso de criar, educar y sacar adelante a un ser humano –y con los costos emocionales y financieros que ello implica–, etc.


Pero matices aparte, no cabe duda de que la preocupación por el planeta le está dando nuevos bríos al antinatalismo, y que quienes militan en esta corriente no lo hacen a medias tintas.



 Simón Granja Matias 

  Medio Ambiente





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