lunes, 29 de abril de 2019

La izquierda puede gobernar


Celebración noche electoral
Celebración noche electoral EFE
 
 
El tamaño de la victoria de Sánchez le permite gobernar, pero deja en el aire la duda de si, a lo mejor, hubiera tenido más sentido una campaña más políticamente audaz
 Se equivocaron con claridad aquellos que aconsejaron a Pablo Casado que, para evitar el desmorone del Partido Popular, debía escorarlo a la derecha y abandonar el centro pidiendo perdón
 

Nadie podrá negar que hemos aprendido mucho en la noche electoral del 28A. Había muchas preguntas y hemos tenido respuesta para casi todas. 


De entrada, hemos comprobado que, efectivamente, la mayoría de los indecisos se lo estaban pensando en serio e iban a votar; no a quedarse en su casa viendo el melodrama alemán de las tardes de A3. Su decisión ha sido que la izquierda puede gobernar y la derecha no.

Lo primero que se dirimía en la noche electoral era si Pedro Sánchez había acertado al adelantar los comicios para fiarlo todo a una campaña plana, confundiendo la moderación con la falta de emoción o riesgo. El tamaño de su victoria le permite gobernar, pero deja en el aire la duda de si, a lo mejor, hubiera tenido más sentido una campaña más políticamente audaz.



Se equivocaron con claridad aquellos que aconsejaron a Pablo Casado que, para evitar el desmorone del Partido Popular, debía escorarlo a la derecha y abandonar el centro pidiendo perdón. Quienes le recomendaban un tono más moderado e institucional, parecido al usado en el debate en TVE, tenían razón.


Estaba en disputa quién ganaba las elecciones en el PP, si la resurrección de Aznar o la nostalgia de Mariano Rajoy: ha ganado Rajoy y Pablo Casado se enfrenta a un destino tan inseguro como desconocido.

Albert Rivera ya sabe a qué suenan los sonidos del silencio de un resultado bueno pero que no era el deseado. Muchos le dirán que acertó al aprovechar su oportunidad para liderar la derecha y que necesitaba convencer al electorado que jamás pactaría con Pedro Sánchez.


 Pero siempre quedará la duda de si debió escuchar con más calma a quienes le explicaron que su mayor atractivo aún reside en su habilidad para ocupar el centro y pactar a derecha y a izquierda.
Pablo Iglesias ha demostrado que sigue siendo el problema y la solución para Podemos.


 Su resultado, mejor de lo augurado y lleno de posibilidades para la negociación, viene a aportar una prueba más sobre el discutido impacto de los debates: influyen cuando se ganan y el que se diferencia siempre gana.

 
Tanto el nacionalismo vasco como el catalán han librado otra nueva batalla en sus largas campañas internas por el control de sus territorios y el resultado vuelve a resultar ambiguo.


 El PNV consolida su dominio pero Bildu avanza en espacio e influencia. ERC bate con claridad a una antigua Convergencia que aguanta en pie.

Finalmente ya sabemos quién acertaba en la respuesta a la pregunta que ha zarandeado esta campaña.
 

 Se equivocaban quienes afirmaban que, para cerrarle el paso a la derecha extrema, convenía abrirle las puertas. 


Tenemos razón quienes sosteníamos que, una vez caído el muro, hará falta mucho acero valirio para pararlos; como los caminantes blancos, han venido para quedarse.


 Sin embargo, su resultado supone una decepción para la derecha extrema a juzgar por sus propias expectativas.


La pregunta ahora es si los demás van a seguir dejándole marcar la agenda porque creen que les conviene o han aprendido algo de todo esto.



 



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