martes, 26 de marzo de 2019

Terminaremos por beber nuestras propias lágrimas.



Terminaremos por beber nuestras propias lágrimas.
 
 
No es solo cuidar el agua y mantenerla, es parar el cambio climático, cuidar el ecosistema global, ya que, si no nos comprometemos a conservar el medioambiente, cada vez será más complicado asegurar la provisión del agua que necesitamos para vivir. 
 

Hay que plantar nuevos bosques o restaurar humedales para así armonizar el ciclo del agua.
 
 
 La puesta en marcha de ese tipo de soluciones basadas en la naturaleza, como reconectar ríos con terrenos inundables, no solo ayudaría a conseguir un equilibrio hídrico, sino que contribuiría a mitigar los efectos del cambio climático.
 

Otro punto esencial en este aspecto reside en frenar la contaminación del agua. 
 
 
Mundialmente, más del 80 % de las aguas residuales que generamos vuelve a los ecosistemas sin ser tratada ni reciclada, según datos de Naciones Unidas.
 
 
 Los vertidos contaminantes acaban planteando graves problemas para los ecosistemas acuáticos y, en consecuencia, para la propia salud humana.
 
 
 Por este motivo, durante el Día Mundial del Agua se pone especial empeño en que las naciones apuesten por iniciativas encaminadas a la conservación de los recursos hídricos. 
 

Los cambios globales empiezan también a pequeña escala. 
 
 
Cada uno de nosotros tiene en su mano hacer un uso responsable de este bien tan preciado, que es imprescindible para toda vida, humana y animal, y que esta siendo escaso desde hace tiempo.
 
 
 
 
 

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