Terminaremos
por beber nuestras propias lágrimas.
No es solo cuidar el agua y
mantenerla, es parar el cambio climático, cuidar el ecosistema global,
ya que, si no nos comprometemos a conservar el medioambiente, cada vez
será más complicado asegurar la provisión del agua que necesitamos para
vivir.
Hay que plantar nuevos bosques o restaurar humedales para así armonizar el ciclo del agua.
La puesta
en marcha de ese tipo de soluciones basadas en la naturaleza, como
reconectar ríos con terrenos inundables, no solo ayudaría a conseguir un
equilibrio hídrico, sino que contribuiría a mitigar los efectos del
cambio climático.
Otro punto esencial en este aspecto reside en
frenar la contaminación del agua.
Mundialmente, más del 80 % de las
aguas residuales que generamos vuelve a los ecosistemas sin ser tratada
ni reciclada, según datos de Naciones Unidas.
Los vertidos contaminantes
acaban planteando graves problemas para los ecosistemas acuáticos y, en
consecuencia, para la propia salud humana.
Por este motivo, durante el
Día Mundial del Agua se pone especial empeño en que las naciones
apuesten por iniciativas encaminadas a la conservación de los recursos
hídricos.
Los cambios globales empiezan también a pequeña escala.
Cada uno de nosotros tiene en su mano hacer un uso responsable de este
bien tan preciado, que es imprescindible para toda vida, humana y
animal, y que esta siendo escaso desde hace tiempo.
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