El líder de Podemos convierte la investigación de la Audiencia Nacional
en una baza electoral para desviar la atención de la caída en los
sondeos. Relanza la idea del partido castigado por los poderes fácticos,
favorecido por una coincidencia temporal que no podía ser mejor
Pablo Iglesias subió a un escenario morado en el centro de la plaza del Museo Reina Sofía de Madrid el pasado 23 de marzo. “Os voy a decir la puñetera verdad”, dijo con voz baja y pausada. La plaza calló, e Iglesias entonó su ataque a bancos, empresarios y medios.
No estaba previsto un ataque tan duro, sobre todo a los medios. Hubo incluso malestar interno. Hasta que el miércoles, cuando el líder de Podemos cruzó la puerta de la Audiencia Nacional para personarse en la investigación sobre el 'caso Villarejo', todo cambió.
Fuentes de Podemos apuntan a que el discurso
reivindicativo del sábado 23 de marzo no fue casual.
Que Iglesias sabía
que de ahí a cuatro días la Audiencia le habría convocado para hablar de
la investigación sobre el espionaje del excomisario José Manuel Villarejo, en el que se investiga el robo de un móvil a una excolaboradora de Iglesias, Dina Bousselham, y las denuncias por la publicación de documentos contenidos en ese dispositivos.
Y que el regreso anticipado de una semana, que adelantó Vozpópuli, también está vinculado a esa dinámica.
La
propuesta de la Audiencia no podía caer en momento mejor. El partido
está en caída libre en los sondeos, sacudido por el golpe de Íñigo Errejón,
pero Iglesias tiene ahora un discurso que le exculpa de muchos de sus
errores, incluso el de no haber permitido en 2016 una salida del propio Mariano Rajoy, quien ahora culpa de estar detrás del supuesto caso de espionaje.
Retórica victimista
La retórica victimista
abre inesperadas ventajas de cara a unos comicios que se celebrarán en
29 días. “Ahora ha pasado a ser víctima.
Esto es importante”, señalan
las cabezas más expertas del partido. Al salir de la Audiencia, de
hecho, Iglesias lanzó el nuevo grito de campaña: “Se trata de una trama criminal que implica a policías corruptos, medios de comunicación y grandes empresarios. Vamos a limpiar nuestra democracia de basura”.
En una entrevista en la Cadena Ser, Iglesias dijo ayer no haber hablado con el presidente del gobierno, Pedro Sánchez,
sobre su decisión de personarse en una de las piezas contra Villarejo.
Con Sánchez, dijo Iglesias, solo ha comentado otros asuntos, que no ha
detallado. Tanto Sánchez como Iglesias saben que si quieren sumar para gobernar es esencial que la formación morada repunte en los sondeos y en los votos.
Podemos cree que la vuelta de Iglesias permitirá remontar.
La
cuestión es el relato, que ahora le sonríe a Iglesias y a Podemos como
la formación que se ha enfrentado a los poderes fuertes y, por ello, han
sido atacados. “Es una trama criminal que vincula a policías corruptos,
medios de comunicación y empresarios”, repite Iglesias.
La orden del
secretario general a los suyos es clara: hay que tocar poder. Esa es la
única vía para blindar su liderazgo y permitir un relevo a Irene Montero.
De no lograrlo, Iglesias sabe que la crítica interna se hará implacable.
Caída de Podemos y gobierno Sánchez
“Es un todo o nada”, dicen los que tratan con él. Otros añade: “Pablo cree que en España hay una situación de hartazgo
y la quiere aprovechar”. Pero, ¿puede convertirse el asunto de
Villarejo en un bumerán? En teoría sí, puesto que hay duda sobre quien
robó el móvil. En Podemos aseguran que se trató de policías que
trabajaron de manera oculta para atacar al partido de Iglesias.
Pero
otros sostienen que, en realidad, fue un miembro del partido que sustrajo el dispositivo por venganza interna. Sea como fuera, los detalles se conocerán solo después de las elecciones del 28 de abril.
Lo único cierto es que el ataque a la supuesta colusión entre sectores desviados de la policía,
espías, corruptos y medios de comunicación revalida la teoría del
Iglesias damnificado y perjudicado por los poderes fuertes de la "cloaca
del Estado". Poderes que, además, tienen una conexión con el
tardofranquismo.
Y desvía la atención mediática del problema de las peleas internas, que dejan la imagen de Podemos en el suelo.
Entre
los dirigentes más afines a Iglesias se mira al futuro de repente con
más esperanza. La vuelta a las andadas “premiará”, afirman. “Podemos no saldrá mal parado el 28 de abril”, aseguran.
De ello depende la continuidad de Iglesias y el Gobierno de Sánchez.
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