Hoy y ahora, 85 años después, el panorama politico español da la
sensación de ser un “remake” de lo sucedido en 1933/1934, una nueva
versión actualizada y a color de lo que llevó a España a un desastre
total, deberíamos preguntarnos seriamente las razones de esta
involución.
Corría el mes de marzo de 1933, España
era una República y la izquierda política española se impuso la tarea
de llevar a la práctica los valores republicanos más esenciales:
Libertad, Justicia Social y Solidaridad. Solo hacía dos años que la
monarquía había sido desterrada y los terratenientes y el clero veían
como día a día mermaban sus ancestrales privilegios, al mismo tiempo y
al mismo ritmo que crecían los derechos y expectativas de la clase
proletaria, de esos españoles que no disponiendo de medios propios de
producción han de vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario.
Se
creaban escuelas e institutos, el exacerbado analfabetismo que existía
en España iniciaba una línea descendente. España dejó de tener una
religión oficial (catolicismo), la iglesia perdía privilegios y su
influencia adoctrinadora perdía fuerza. El Ejército permanecía en sus
cuarteles, expectante.
La gran labor de construir un nuevo estado y un
proyecto de país moderno y democrático estaba en marcha y, aunque
lentamente, el proyecto iba tomando cuerpo de realidad, esperanzando a
esas clases proletarias a las que antes me he referido, y lo hacia muy
al pesar de la derecha política, una derecha que más que una legitima
oposición lo que anhelaba era una completa involución. En ese mes de
marzo nacía la Confederación Española de Derechas Autónomas (C.E.D.A),
integrada por 19 partidos nacionales, todos de derechas y todos
católicos.
Pero ¿quién o qué era la CEDA y que
pretendía?. Ante la reciente aparición de Vox y Ciudadanos (C’s) y la
salida del armario del Partido Popular (PP), y sus verdaderos objetivos,
puestos día a día de manifiesto, es imposible abstraerse de lo que fue
la CEDA, de la gran similitud de ésta con los tres partidos políticos
citados. El líder de la CEDA, Gil Robles, bebió de los medios de
propaganda política de los nazis, para ello visitó en varias ocasiones
la Alemania de Hitler, asistiendo a congresos del partido nazi. Su
ideología, la declarada, se basaba en un exacerbado contrarreformismo de
signo católico, el antiliberalismo político y el fundamentalismo moral.
Gil Robles, definía a su partido, a la
CEDA, como una organización nacida para proteger a la religión, la
familia y la propiedad, con el propósito firme de dar a España una
verdadera unidad, un nuevo espíritu. Para Gil Robles, y según lo por él
declarado, “…la democracia no es un fin sino un medio para la
conquista del nuevo Estado. Cuando llegue el momento, ya sea a través
del parlamento, la eliminaremos” .
En los mítines de la CEDA,
organizados al más puro estilo fascista de la época, se anunciaba con
pasión una marcha sobre Madrid para hacerse con el poder por la fuerza.
No son pocos los historiadores que han
calificado a la CEDA como una organización de inspiración fascista. En
el parlamento español nunca dejaron de apoyar abiertamente a los
regímenes fascistas de Italia y Alemania. Con ese discurso y esos
planes, la CEDA, en coalición con varios partidos, entre ellos el
monárquico Renovación Española, obtuvo 115 escaños en las elecciones de
noviembre de 1933, lo que la convirtió en la primera fuerza política del
Parlamento, aunque sin escaños ni apoyos suficientes para formar
Gobierno.
No pudo formar Gobierno, pero si formar parte del constituido
por el radical Lerroux, tres miembros de la CEDA fueron nombrados
ministros. Comenzaron las paralizaciones, cuando no anulaciones, de las
políticas sociales y económicas emprendidas, el Bienio Negro se adueñó
de España.
A los pocos meses vino la fracasada huelga revolucionaria de
octubre de 1934, y al mismo tiempo, en Barcelona, el Gobierno de la
Generalidad de Cataluña presidido por Lluís Companys, de Esquerra
Republicana de Catalunya (ERC), proclama el Estado Catalán, también
fracasado, y sus líderes acaban en prisión.
La izquierda tuvo que esperar a
febrero de 1936 para desbancar a la derecha del poder, y lo hizo ganando
una elecciones generales, una victoria conseguida gracias a la unión de
las fuerzas de izquierda en un frente común, en el denominado Frente
Popular. La derecha no quiso digerir la derrota e hizo lo que mejor sabe
hacer, llevar a cabo un golpe de estado con el apoyo de parte del
Ejército y la Iglesia.
Lo que vino después, aunque ya todo el mundo lo
sepa quiero recordarlo aquí, fue una guerra de tres años seguida de 40
años de dictadura.
Hoy y ahora, 85 años después, el
panorama politico español da la sensación de ser un “remake” de lo
sucedido en 1933/1934, una nueva versión actualizada y a color de lo que
llevó a España a un desastre total, deberíamos preguntarnos seriamente
las razones de esta involución.
Se está produciendo un resurgimiento de
la extrema derecha y esta vez no se puede atribuir a la República.
Ha
bastado la caída del Partido Popular, no por sus políticas nefastas e
injustas, ha sido simple y llanamente por su extendida e incalculable
corrupción, lo mismo le sucedió a la monarquía de Alfonso XIII. Se
proclamó la República, y antes de que se pudieran recoger los frutos las
ilusiones de millones de españoles fueron cortadas de raíz por el sable
de un general de infantería, un sable pagado y afilado por la derecha
política.
Hemos perdido 44 años (desde 1975) sin
pasar a la acción, situados en una especie de lirismo republicano de
salón. La República esta hoy convertida en una especie de museo de lo
que pudo ser y no fue. Ha dejado de ser una opción en la calle y en el
mundo político. Solo Cataluña la sueña en serio y lucha por ella,
mientras tanto, y sin pausa desde 1975, la derecha mancilla y ataca al
republicanismo exactamente igual que lo hizo desde 1931 hasta 1975.
Volvemos al pasado, los que nos acusan de querer quebrar España son los
que finalmente la quebrarán, para que vuelva a ser su España, esa
especie de cortijo reservado para las élites, el ejército y la iglesia,
un lugar usurpado al pueblo donde poder hacer y deshacer a su antojo,
sin importarles lo más mínimo los derechos de los proletarios españoles.
Lo peor de todo es que los planes de la
derecha se llevarán a cabo con los votos de las clases trabajadoras, por
siempre engañadas desde púlpitos y tribunas y hoy desde los medios de
comunicación que de forma escandalosamente mayoritaria están en manos de
las élites financieras.
El próximo domingo se reunirán en la
capital de España todos y cada uno de los partidos políticos y
asociaciones que conforman la derecha reaccionaria y profascista. En la
plaza de Colón de Madrid, a los pies de una bandera de 300 metros
cuadrados, veremos a los jefes de C’s, PP, Vox, España 2000, Falange
Española de las Jons, Democracia Nacional, Alternativa Española, Hogar
Social…, y a sus pies, a los de sus jefes, veremos a miles de españoles
vitorear la propuesta de derrocamiento del actual presidente del
Gobierno, cueste lo que cueste.
La bandera de España, la de su España,
la de esa España egoísta y rancia que desde siempre ha combatido hasta
con las armas a la libertad, a la justicia social y a la igualdad, será
su inútil máscara, todos sabemos (que ironía) quién y qué hay detrás de
esa bandera.
Desde la muerte del dictador han pasado
ya 44 años, y a pesar de ese casi medio siglo transcurrido no hemos sido
capaces, no ya de reinstaurar la República, sino de ni tan siquiera
conseguir que se haga justicia a los que por su defensa fueron
asesinados, (para colmo vemos como en Andalucía la aplicación de la Ley
de Memoria Histórica ha quedado en manos de un partido profascista), ni
tan siquiera hemos sido capaces de mandar los restos de Franco y su
familia a una isla desierta de coordenadas desconocidas, y después
dinamitar ese museo de los horrores que es el Valle de los Caídos.
No
hemos sido capaces de nada ello, y como consecuencia de nuestro fracaso
el germen del totalitarismo sigue vivo en nuestra sociedad, y
reproduciéndose sin que nadie haga nada por impedirlo.
Ante este lúgubre panorama podemos hacer
dos cosas, callar y quedarnos en casa en las próximas elecciones (ya lo
hemos hecho en Andalucía), o unirnos y llenar las calles y las urnas de
votos para los partidos de izquierda, unos partidos, los de la
izquierda, donde hay poco que elegir si verdaderamente sabemos
distinguir entre los que se autodenominan de izquierda y los que
realmente lo son.
Salud y República.
No hay comentarios:
Publicar un comentario