"Actuar con pensamiento crítico ante los sesgos y no ver la divergencia
interna de ideas como un enemigo es imprescindible para ser coherente
con unas ideas progresistas".
El ser humano está predispuesto fisiológicamente
para aceptar las mentiras que se adaptan a su código de valores,
creencias e ideas. Puedes luchar contra ese impulso
humano asumiendo que el pensamiento crítico es el único camino para el
conocimiento, pero esa pulsión siempre aparecerá en algún momento en el
que estés con la guardia baja. Entonces tocará enmendarte y rectificar,
disculparte y reconocer que estabas equivocado. Ese ejercicio de manera
continuada es agotador, una revisión constante de tus ideas y opiniones
–porque nos equivocamos continuamente– no hay ego que lo soporte.
El cerebro humano para aguantar esta
continua tensión creó lo que denominamos mecanismos de defensas del ego.
Una solución que plantea nuestra fisiología para superar la ansiedad
que nos provoca vernos continuamente enfrentados a hechos que
contradicen nuestros valores e ideas. Los sesgos de confirmación, la
conformidad social o la disonancia cognitiva son algunos de los tipos de
mecanismos de defensa que nos ayudan a discrecionar la verdad para
adaptarla a nuestras necesidades.
Todos creemos que nuestra manera de
comprender el mundo es la mejor, nuestra ideología, valores y creencias.
En la izquierda, que la razón forma parte sistémica de su ideología –o
debiera si atendemos al materialismo–, es más difícil asumir las
equivocaciones porque no existe el colchón de la fe. Repito que es lo
que debería ocurrir. Pero cada vez existen más indicios para ver que los
hechos y la realidad no son una variable en la ecuación política de la
izquierda.
Decía Francisco Umbral, que si es un
referente en algo es en el uso de la palabra, lo siguiente: “Ser de
izquierdas no es instalarse en la izquierda, sino la desinstalación
permanente, que nos entrega a la corriente de las ideas y los meteoros, a
la renovación continua”. Entender la ideología progresista como un
continuo perpetuo en el que los hechos y las realidades complementan un
núcleo férreo que sustente el pensamiento es algo consustancial a la
izquierda. Pero, cada vez más, los hechos son un impedimento para la
conformación del ideario y las actuaciones.
La realidad molesta, los análisis se hacen mediante prejuicios que
pueden adaptarse al ideario preformado y se meten con calzador hasta
desvirtuar los hechos que pervierten un diagnóstico imprescindible para
llevar a cabo políticas efectivas. Si en Francia los antiguos votantes
de las cuencas mineras se decantaron por Marine Le Pen, y los mineros
del Rust Belt apoyaron a Donald Trump, los barrios españoles están
llenos de votantes de VOX. Aunque los datos dicen que los votantes de
VOX ahora mismo están en Las Rozas, Pozuelo, Majadahonda, y en el barrio
de Salamanca, Retiro y Chamberí, en Madrid, al menos a día de hoy.
Se ha olvidado que uno de los conceptos
fundamentales del pensamiento marxista es el análisis concreto de la
situación concreta y que no se pueden extrapolar marcos extraños para
comprender realidades cercanas. Esa manera de enfrentarse a los hechos
no acepta la disensión, porque no hay espacio para la razón y la
izquierda se convierte en una especie de religión que irremisiblemente
lleva a los autos de fe. A la búsqueda de herejes entre los propios
compañeros y compañeras que quemar en la hoguera pública para confirmar
nuestros sesgos.
Las redes sociales se han convertido en
un acelerador de ese pensamiento. Se le otorga una importancia que no
tiene en el debate público para convertirse en un método de presión a todas aquellas personas que no comparten la fe mayoritaria.
En estas redes se presiona, acosa, insulta y desprecia de manera
sistemática a todos los que pueden compartir ideas pero no las asumen de
manera completa, solo se acepta la adhesión inquebrantable.
Es una
paradoja que las personas enfrentadas con mayor virulencia son aquellas
que comparten espectro ideológico pero que osan contrarrestar nuestra
manera de ver el mundo. Los mayores enemigos son los propios, la crítica
desde la carcunda es fácilmente caricaturizable. Pero desde la
izquierda hace más daño porque quiebra la unidad de acción de aquellos
que solo conciben dicha unidad como la asunción de sus postulados.
Si la izquierda pierde la razón, pierde
su esencia. Asumir que el conocimiento de la realidad y los hechos no
son una afrenta a tus pensamientos y valores sino un aprendizaje
continuo que enriquece con conocimiento tus ideas es la mejor manera de
enfrentarse a los sesgos.
El ego es el mayor enemigo de la izquierda
porque es una herramienta del individualismo para fragmentar la
solidaridad inherente a la ideología que sirve a la clase trabajadora.
Actuar con pensamiento crítico ante esos sesgos y no ver la divergencia
interna de ideas como un enemigo a batir es imprescindible para ser
coherente con unas ideas progresistas. Empecemos por pedir disculpas
cuando nos equivocamos como acto revolucionario.
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