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Franco Battiato - Voglio vederti danzare
Yo quiero verte danzar
A finales de los años 80, cuando los
sintetizadores y las baterías electrónicas dominaban la escena musical,
apareció un tipo narigudo que cantaba canciones metafísicas con acento
italiano. Respondía al nombre de Franco Battiato y su manera de
interpretar era tan particular que me llegó a gustar más de la cuenta.
A diferencia de los modernuquis de
entonces, Battiato parecía burlarse de sí mismo. Con pintas de profesor
despistado, aprovechaba el sonido de los cacharritos electrónicos para
adentrarse en dimensiones más cercanas al rock progresivo que al techno
pop de la época ochentera. Por otro lado, sus letras marcaban la
diferencia pues traían parajes olvidados donde giran derviches al son de
cascabeles orientales.
Con estas cosas, Battiato conseguiría lo más
difícil, quiero decir, que sus temas se pinchasen en las discotecas de
moda; junto a Pet Shop Boys, George Michael o Whitney Houston. Yo, que
nunca fui de multitudes, me arrimaba a las puertas de aquellas
discotecas cada vez que algún tema de Battiato llegaba hasta la calle.
Ya dije que sus canciones me llegaron a gustar más de la cuenta
Recuerdo que el dúo de
humoristas Martes y 13 dedicaron a Battiato su particular parodia. Con
risitas en off y una puesta en escena copiada de los Hermanos Calatrava,
el dúo Martes y 13 ridiculizaba al artista italiano.
Le bautizaron como
Franco Nappiato y, para mayor escarnio, uno de los humoristas salía
ataviado con gabardina y una prótesis aumentada de su apéndice nasal. En
fin, todas las épocas tuvieron sus humoristas, así como sus bufones y,
por aquel entonces, los graciosos de turno eran Martes y 13.
Qué le
vamos a hacer.
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Todo esto viene a cuento
porque en los últimos días, las noticias sobre el estado de salud de
Battiato han venido sembradas de dudas desde que su amigo, el cantautor
Roberto Ferri, le dedicase un poema que ha hecho saltar las alarmas.
Según Ferri, el amigo Battiato se ha perdido entre la niebla de su
propia memoria y aquel hombre con pintas de profesor despistado, que
parecía haberse dejado las llaves dentro de la casa, ya no volverá a
encontrar el camino de vuelta.
Con estas cosas tan tristes,
mi memoria se detiene en aquellas noches salpicadas de luz halógena, a
finales de los 80, y me doy cuenta de que el tiempo ha devorado un buen
trecho de mi vida; un jalón que sólo puedo recuperar volviendo a
aquellas canciones de Battiato que me hacían girar la calle y que me
llevaban a arrimarme a las puertas de las discotecas más de la cuenta.
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