Este lunes, un tribunal de lo Contencioso-Administrativo daba la razón a
la hija del general Sanjurjo, en su intento de que los restos de este
militar golpista en 1936 reposen en la cripta del Monumento a los Caídos
de Iruña. Una decisión judicial que, como por desgracia nos está
sucediendo bastante en tiempos recientes, podemos acatar pero en ningún
caso comprender
.
Y, desde luego, creemos que esta sentencia debe ser
recurrida por el Ayuntamiento; pero, sobre todo, no ha de ser utilizada
políticamente por quienes (no nos cabe duda) van a caer en la tentación
de hacerlo.
Hacemos estas consideraciones desde el máximo respeto a la familia de
Sanjurjo, que tiene todo el derecho a intentar que sus restos no se
muevan. No obstante, sí lamentamos que no haya calado en ellos la
pedagogía democrática que hace injustificable que en un monumento
público se rindan honores fúnebres a quien fue parte de una conspiración
que acabó con un sistema democráticamente elegido.
Y, a pesar del
respeto profundo a ellos, y sin comparar dolores humanos, lo
consideramos menos tolerable cuando hay aún miles de familias que buscan
a sus seres caídos en las cunetas de nuestro país.
Estos no piden
honores o entierros en espacios públicos: simplemente quieren saber
dónde están los restos de quienes les fueron arrebatados en lo que
podemos y debemos llamar asesinatos masivos.
Teniendo en cuenta todo lo anterior, resulta profundamente irresponsable
que haya partidos políticos que celebren la sentencia antes mencionada
como "una victoria contra el cuatripartito que reabre heridas".
Y más
teniendo en cuenta que son estos mismos partidos los que han dejado
abandonados a su suerte, durante décadas, a quienes buscan a los suyos
en las cunetas. Es mucho más irresponsable esta acción política que la
humanamente comprensible acción jurídica de la familia de Sanjurjo.
Cuando pedimos verdad, justicia y reparación, pedimos saber dónde están
los que faltan, una Justicia que se les negó en vida, y una reparación
que pasa, por ejemplo, por no honrar a los responsables de los crímenes
que se cometieron con aquellos.
Porque no: las heridas no se reabren por
permitir que todos entierren a sus muertos. Las heridas no se reabren
por recuperar espacios públicos y liberarlos de simbologías bélicas o
dictatoriales. Es al revés: las heridas no se pueden cerrar si
permanecen anomalías democráticas como esos enterramientos en los
Caídos.
Una anomalía normalizada durante decenios, única en Europa. En
un lugar de encuentro y paseo, a unos metros de un parque infantil, en
el centro de la ciudad, no pueden ocupar un lugar público y privilegiado
los restos de líderes militares que estuvieron detrás del asesinato de
más de 3.000 navarros y navarras.
Porque nuestra tierra, recordémoslo, tiene esas cifras de víctimas sin que aquí hubiera frente de guerra. Hacer trincheras políticas, 80 años después, con esta cuestión.....es algo que produce vergüenza ajena.
Esther Cremaes y Mikel Armendáriz, concejales de Iruña por Geroa Bai y miembros de Zabaltzen Asociación Política
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