Y tan
feliz. Y no es que le hayan colgado una medalla sino dos, y además dos cruces
por méritos policiales. El tal Billy el Niño, el torturador –ha habido muchos
más, pero éste ha sido el ejemplo de la crueldad y el salvajismo--, ha estado
viviendo como un rey, llevando en su mochila a los torturados y recibiendo como
pago por sus servicios un 50% más de la pensión máxima.
Total, unos cuatro mil
euros al mes, gracias a sus ‘colaboraciones policiales’, al servicio del genocida
Franco, pasándose los derechos humanos por el arco del triunfo.
Pues sí,
nos escandalizamos cuando supimos que este policía torturador tenía una medalla
y un 15% más de pensión por méritos profesionales. El ministro Zoido le
defendió y no quiso quitarle la medalla. Y resulta que, ahora cuando el nuevo
ministro se ha interesado por el tema, encuentra que tiene tres condecoraciones
más.
Y lo que es más grave, salvo la primera, otorgada en 1972, durante la
dictadura franquista, las otras lo fueron en 1977, 1980 y 1982, durante la
transición o en plena democracia. Dos ministros de UCD fueron los personajes
que le condecoraron: Martín Villa y Juan José Rosón.
Este tipejo
que era el más famoso entre los torturadores, según sus torturados, disfrutaba
aplicando golpes, insultándoles y vejándoles con sumo gusto y con total
impunidad. Hoy, al igual que su valedor Martín Villa, está reclamado por la
jueza argentina Servini por crímenes del franquismo.
Después de
cuarenta años de democracia, se sigue pidiendo algo tan lícito, legítimo,
necesario y democrático como que la Justicia actúe ante los que de forma impune
impusieron su ley vergonzosa contra los Derechos Humanos y a favor del
franquismo. Los delitos contra los DD. HH. no prescriben, esto es un axioma en
derecho internacional que no puede tapar las vergüenzas consentidas en aras de
una amnistía que tapó las faltas criminales de los delincuentes franquistas.
Por lo
tanto, no sólo habrá que desposeer de esos honores falsos e inmerecidos a Billy
el Niño, sino que habría que juzgarlo por delitos contra los DD. HH. Ésta es la
única manera que permita salvar uno de los obstáculos que hacen que esta sea
una democracia débil, fallida en parte.
No se puede
permitir que un delincuente, un torturador, además de no ser penado por sus
crímenes, haya sido premiado con medallitas y cruces, que además suponen un
incremento de su pensión. Algo inaudito y que es impensable en ningún país
homologable a nosotros de Europa.
Pido
Justicia y no venganza. Que se someta a los jueces y que defienda sus tesis
criminales si quiere, pero que pase por un tribunal que le obligue a tener que
defender las indignidades de su trato, con los contrarios al régimen
franquista.
Sus
victimas así lo esperan, y así debería ser. Fuera condecoraciones, fuera
suplemento de la pensión y actuación de la Fiscalía ante un crimen contra los
DD. HH. Todo lo demás sería, de nuevo, mantener abierto el espíritu de una
transición injusta y de una desigualdad inhumana entre diversas víctimas.
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